20/3/09

Un largo día acaba

Ni siquiera este veranillo prematuro en medio de una primavera exaltada que alfombra de polen las calles y perfuma el aire de glicinias ha separado al Play-Doc de su público. Los espectadores llenan las sesiones igual que si lloviera. Y no hay mejor señal para calibrar el magnetismo cinéfilo que mantiene vivo este festival de documentales de la raya del sur.

Pero además empieza a cosechar otros frutos, cineastas que han crecido con el Play-Doc, que han mamado la cinefilia de sus ubres y ahora presentan sus primeras obras en el festival que les abrió los ojos al cine de lo real y despertó la pasión por hacerlo. Es el caso de Diana Gonçalves que ayer presentó su opera prima Mulleres da raia (2009) al lado de uno de los maestros del documental, el lituano Audrius Stonys que imparte el taller “O retrato filmado”.



Mulleres da raia
(2009) es un documental sobre la frontera más antigua de Europa, la raya entre Galicia y Portugal, contada a través de las presencias de mujeres de uno y otro lado que vivieron la experiencia del contrabando y la emigración. Los momentos más valiosos de Mulleres da raia derivan de esos instantes donde el peso de la memoria duele y se envuelve en un manto de silencio, donde esas mujeres quisieran ocultarse tras un velo de distancia, desaparecer en la revuelta de uno de esos caminos de la raya o simplemente hacer mutis y salir de escena porque, nos dicen, “no deberíamos recordar aquellos tiempos”, tanto dolor, miedo y miseria amasan la memoria de un pasado lacerante. Quizá Diana Gonçalves es demasiado joven para escuchar ese silencio abrumador que reclaman esas mujeres y para renunciar a la información que nos quiere transmitir por medio de la voz en off o por rótulos sobre fondo negro; debería haber escuchado a esas mujeres con atención, confiar en la elocuencia de sus silencios y de los lugares del miedo. Confiemos en que haya aprendido de la experiencia y que Mulleres da raia le haya enseñado que, cuando ellas callan, nosotros sentimos sus razones sin necesidad de más argumentos, y sobre todo, que el documental es, antes que nada, cine. Y que cine significa mostrar, no informar.


Fotograma de Uku Ukai

Después vimos Uku Ukai (2006) de Audrius Stonys, un documental poético con imágenes de un hondo lirismo y un tratamiento sonoro ejemplar construido a base de sonidos y músicas con un latido casi hipnótico, que deviene tratado breve de nuestra fragilidad. Un viaje a través de la piel arrugada, los pasos de una vieja alrededor de su cuarto para mantener la movilidad, un rostro gastado ante el espejo, la carrera rebosante de vida de un perro captada en un travelling magnífico… nos devuelven a los cimientos de nuestra materia oxidada en el aquel de respirar y envuelta en una caduca cáscara de piel, nos movemos y respiramos, y cuánto esfuerzo para durar un día más. Y silencio, que esa voz mántrica pautando las imágenes vuelve aún más profundo, mientras acaba el otoño y empieza el frío desnudo del invierno helado. Un documental preñado de sugerencias que quizá sólo apreció una parte del público.


Fotograma de Beginning Filmmaking


Al final de la jornada, otra función doble con piezas de temas, estilos y tratamientos completamente distintos. Beginning Filmmaking (2008) de Jay Rosemblatt cuenta cómo el director trata de impartir a su hija de cuatro años los rudimentos del oficio de cineasta, pero en realidad muestra cómo la niña descubre en la videocámara la amiga “invisible” y tercamente muda a la que contarle sus secretos pensamientos; y quizá tampoco cuenta eso, sino la revelación de una actriz –eso sí, infantil- que finge ser una niña que encuentra una amiga en una videocámara. Del enhebrado de esas capas que componen las imágenes emerge una pieza mitad tierna, mitad áspera, fascinante espectáculo de un rostro, un complejo retrato de infancia. Un retrato que ganaría intensidad si el cineasta, el padre, permaneciera siempre fuera de campo, si asumiera la condición de “el otro” a pesar del cual la niña se revela. Quizá.


Bogdan Dziworski


Y Szapito (1984) del polaco Bogdan Dziworski al que el Play-Doc rinde una sección informativa con seis de sus películas, un cineasta con el que Ángel y Sara quieren hacernos un regalo especial esta edición. Se trata de una pieza exquisita, triste y hermosa despedida de unos artistas del circo que nos ofrecen su última función, en la que las imágenes, los sonidos y la música coreografían la danza del adiós, el último vals. Un tributo lírico a unos seres que ya son presencias fugitivas del camino, fantasmas en un viaje hacia ninguna parte, sin carpa que los cobije en un mundo que le ha retirado el aserrín de debajo de los pies. Un bello retrato de unos seres que pueblan el álbum de la memoria, embalsamados por la puesta en escena de Dziworski con un poso de melancolía.


Fotograma de Szapito


Y con la música de la mirada del cineasta polaco nos fuimos a remansar las emociones con unos Lagavulin, que es como quien se bebe los aromas de un viejo bosque en medio de la noche. Mientras un largo día acaba.

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