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15/2/15

Aquel reino de las hadas


Temos todos duas vidas: / A verdadeira, que é a que sonhamos na infância, / E que continuamos sonhando, adultos, num substrato de névoa; / A falsa, que é a que vivemos em convivência com outros, / Que é a prática, a útil, / Aquela em que acabam por nos meter num caixão. (Álvaro de Campos.)
 











El olfato es una vista extraña. Evoca paisajes sentimentales con un dibujo rápido del subconsciente. (...) De una panadería sale un olor a pan, que de tan dulzón, marea, y mi infancia se levanta desde cierto barrio lejano, y otra panadería se me aparece en aquel reino de las hadas, que es todo lo que se nos murió. Voy por una calle. Huele de repente a las frutas del mostrador inclinado de la tiendecita; y mi breve vida en el campo, no sé ya cuándo ni dónde, tiene árboles al fondo y sosiego en mi corazón, indiscutiblemente infantil. (Libro del desasosiego. Pessoa.)













Un simple bombón de chocolate me destroza a veces los nervios con el exceso de recuerdos que los estremece. ¡La infancia! Y entre mis dientes, que se clavan en la masa oscura y tierna, muerdo y saboreo mis humildes felicidades de compañero alegre de los soldaditos de plomo, de caballero congruente con el palo casual que me servía de caballo. Las lágrimas me suben a los ojos, y con el sabor del chocolate se mezcla mi felicidad pasada, mi infancia ida, y pertenezco voluptuosamente a la suavidad de mi dolor. (Libro del desasosiego. Pessoa.)












Sei muito bem que na infância de toda a gente houve um jardim, / Particular ou público, ou do vizinho. / Sei muito bem que brincarmos era o dono dele. 
Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo hubo un jardín, / particular o público, o del vecino. / Sé muy bien que nuestro jugar era su dueño. (Álvaro de Campos.)

(Fotografías de Sibylle Bergemann, Willy Ronis, Anne Fishbein, Henri Cartier-Bresson, Thomas Hoepker, Sally Mann, Bill Brandt, Marion Post Wolcott, Susan Meiselas, Nikos Economopoulos, Jean Dieuzaide, Cristina García Rodero, Bruce Davidson, Dinu Mendrea, David Seymour, William James, Eva Besnyö, Vivian Maier, Vo Anh Kiet, Stanley Kubrick, Vsevolod Tarasevich, Strauss Helfried, Wayne Miller, Raymond DepardonSebastião Salgado, Edouard BoubatAndrey Gordasevich, William Gedney, Werner Bischof, Harry Callahan, Sabine Weiss, Albert Maysles, Dion Palinckx, Virxilio ViéitezHengki Lee, Víctor Macarol, George Krause y Walter Rosenblum.)

23/5/13

Tiros y papeletas



El domingo, en Madrid, me pasé por la exposición de fotografías de Virxilio Viéitez llevado por un íntimo impulso. Ya la habíamos paseado en el MARCO de Vigo hace un par de años, y nos quedamos con ganas de volver, pero un día por otro... se fue sin verla una vez más por lo menos. Y justo el domingo era el último día que aún estaba abierta en el ESPACIO Fundación Telefónica. (Así que fui, sabiendo que iba a doler.)




En el curso de casi treinta años, algunas de las imágenes de Virxilio Viéitez se han convertido en iconos, verdaderos sagrarios de tiempo, o mejor, de un tiempo. A propósito de estas fotografías, más que de puesta en escena  habría que hablar de puesta en tiempo: cada encuadre destila el tiempo, con ceremonia, en un ritual de la mirada. No sería exagerado decir que en las fotografías de Virxilio Viéitez todo es tiempo (como decía Azorín de la prosa de Cervantes).


Esta mujer se llamaba (¿se llama?) Esperanza. Esperanza de Covas, 1960-1961 reza la cartela. Para Virxilio Viéitez, era La Rubia de Covas. Ahí, posando en medio de la carretera en invierno, con la sombra de las piernas abarloándose con las sombras de los plátanos desnudos, gustándose gustar (con esa ese de seducción en la figura), a una distancia sideral de esas mujeres que se alejan con un cerdo en brazos que nadie les quiso comprar en la feria, con un viaje en la mirada, esa mirada que ha atravesado el tiempo (medio siglo y los que vengan) hasta encontrarse con la nuestra. ¿Qué fue -o ha sido- de ella?

Keta, la hija del fotógrafo, contó que su padre adoraba esta foto, había hecho una copia para él e incluso formaba parte del archivo familiar; así que -imaginaba- o mucho le gustaba la foto o le gustaba mucho la mujer. Estoy convencido de que le gustaban las dos. Es una gran foto. Hay sueños y despedidas, suspiros y fugas, promesas y presagios. Hay una novela. O una película. Una gran foto propicia no sólo el encuentro de las miradas, también de las memorias: sientes una punzada de nostalgia, regresas a lo perdido. Una gran foto es una máquina del tiempo, el fósil de una luz con una mirada atrapada en ella que viaja hasta nosotros, y uno, atrapado por esa mirada, viaja (con la memoria en el aquel de imaginar) hasta ese tiempo perdido.

Decía Kundera que la memoria no hacía películas, sólo fotografías. Pero no es así. La memoria archiva, es cierto, pero también historia -(de historiar) en todos los sentidos- cuanto puede. Y corta y pega, o sea, monta. E imagina, vaya si imagina. Y cree, como decía Faulkner, antes que el conocimiento recuerde. La memoria (nos) escribe novelas y monta películas. Una gran foto sólo está fija en apariencia, nos anima a pensarla, a contarla, a traspasarla. Si nos traspasa. Es un umbral. Llega y nos lleva. De viaje. Una gran foto es una road movie por el tiempo. Como La Rubia de Covas.


En la encrucijada de estas fotografías arden las pérdidas porque la mirada de Virxilio Viéitez sopla sobre las cenizas del tiempo. Un tiempo que te rompe el corazón, y el fotógrafo está allí para componerlo en disparos de melancolía.


Yo estudiaba la papeleta y, cuando apretaba el disparador, eso era el tiro seguro, así de sencillo lo veía Virxilio Viéitez, eso cuando ya le insistían mucho, apremiándolo a desvelar el misterio. A ver, tiros y papeletas, ¿qué misterio va a haber?

10/3/11

Clavado en la memoria

El viernes pasado, camino de Tui, pasamos por el MARCO de Vigo para ver la retrospectiva de Virxilio Viéitez, el fotógrafo del que ya os conté aquí hace cosa de un año. Estas fotografías suyas eran -son- algunas de mis preferidas:









Nos pasamos más de una hora recorriendo una exposición de casi trescientas fotografías seleccionadas de entre cincuenta mil negativos por Enrica Viganò, la comisaria de la retrospectiva; más de la mitad pueden verse ahora por primera vez.




Sobra decir que semejante muestra requiere más de una visita; tan abrumadora resulta la inmersión en el tiempo perdido que uno ha de obligarse a salir del MARCO y volver otro día, justo para recuperar el presente suspendido en el viaje a nuestra infancia que representa la obra de Virxilio Viéitez, porque el tiempo que ha pasado sobre esas fotografías es el mejor ayudante del fotógrafo de Soutelo de Montes. Y sólo los grandes alcanzan el privilegio de que el tiempo colabore con ellos, no sólo para ser fijado o preservado, sino para ser vivido tanto tiempo después. Tenía razón Tarkovski, el presente huye, sólo el pasado cobra consistencia con el peso del tiempo que pasa. Y Faulkner, el pasado no pasa nunca.





Bodas, bautizos y comuniones; banquetes, fiestas y romerías; retratos, fotos de carné y de grupo. La obra de un fotógrafo rural en la Galicia profunda donde ejerció el oficio de retratista en los años cincuenta, sesenta y setenta, una práctica que deviene arte a través de una mirada que conjuga el sentido intuitivo de la puesta en escena, la elegancia formal y la ausencia de artificio, justo porque pone a la vista el dispositivo, la puesta en escena.





Las fotografías de Virxilio Viéitez nunca son afectadas, nunca embellecen el modelo ni el escenario, nunca enmascaran la condición humilde de los retratados y de los lugares que habitan, nunca les pedía a quienes posaban que sonrieran. Diríase que la austeridad de los encuadres revelan una inconsciente o -por qué no subrayar la paradoja- involuntaria voluntad de estilo.





Ya he usado el adverbio justo un par de veces, porque todo es justo -ahora, adjetivo: preciso, o sea, ajustado- en las fotografías de Virxilio Viéitez, porque, parafraseando el conocido aforismo de Godard, se nos muestran,  justo -adverbio otra vez-, como fotografías. Bellas fotografías. Por justas.




Y justo porque sólo son fotografías nos trabajan por dentro como una lluvia mansa y germinan con visos de cartas, novelas o películas de un tiempo cifrado -y sellado- en un instante revelador. Clavado en la memoria.


La retrospectiva de Virxilio Viéitez permanecerá abierta en el MARCO de Vigo hasta el 24 de abril, luego viajará a Madrid y podrá verse en la Fundación Telefónica.

Virxilio Viéitez (1930-2008), 
en los años de su descubrimiento
cuando llevaba quince años retirado. 

Virxlio Viéitez le dedica su libro de fotografías 
a Henri Cartier-Bresson en 2001