Nos pasamos más de una hora recorriendo una exposición de casi trescientas fotografías seleccionadas de entre cincuenta mil negativos por Enrica Viganò, la comisaria de la retrospectiva; más de la mitad pueden verse ahora por primera vez.
Sobra decir que semejante muestra requiere más de una visita; tan abrumadora resulta la inmersión en el tiempo perdido que uno ha de obligarse a salir del MARCO y volver otro día, justo para recuperar el presente suspendido en el viaje a nuestra infancia que representa la obra de Virxilio Viéitez, porque el tiempo que ha pasado sobre esas fotografías es el mejor ayudante del fotógrafo de Soutelo de Montes. Y sólo los grandes alcanzan el privilegio de que el tiempo colabore con ellos, no sólo para ser fijado o preservado, sino para ser vivido tanto tiempo después. Tenía razón Tarkovski, el presente huye, sólo el pasado cobra consistencia con el peso del tiempo que pasa. Y Faulkner, el pasado no pasa nunca.
Bodas, bautizos y comuniones; banquetes, fiestas y romerías; retratos, fotos de carné y de grupo. La obra de un fotógrafo rural en la Galicia profunda donde ejerció el oficio de retratista en los años cincuenta, sesenta y setenta, una práctica que deviene arte a través de una mirada que conjuga el sentido intuitivo de la puesta en escena, la elegancia formal y la ausencia de artificio, justo porque pone a la vista el dispositivo, la puesta en escena.
Las fotografías de Virxilio Viéitez nunca son afectadas, nunca embellecen el modelo ni el escenario, nunca enmascaran la condición humilde de los retratados y de los lugares que habitan, nunca les pedía a quienes posaban que sonrieran. Diríase que la austeridad de los encuadres revelan una inconsciente o -por qué no subrayar la paradoja- involuntaria voluntad de estilo.
Ya he usado el adverbio justo un par de veces, porque todo es justo -ahora, adjetivo: preciso, o sea, ajustado- en las fotografías de Virxilio Viéitez, porque, parafraseando el conocido aforismo de Godard, se nos muestran, justo -adverbio otra vez-, como fotografías. Bellas fotografías. Por justas.
Y justo porque sólo son fotografías nos trabajan por dentro como una lluvia mansa y germinan con visos de cartas, novelas o películas de un tiempo cifrado -y sellado- en un instante revelador. Clavado en la memoria.
La retrospectiva de Virxilio Viéitez permanecerá abierta en el MARCO de Vigo hasta el 24 de abril, luego viajará a Madrid y podrá verse en la Fundación Telefónica.
Virxilio Viéitez (1930-2008),
en los años de su descubrimiento,
cuando llevaba quince años retirado.
Virxlio Viéitez le dedica su libro de fotografías
a Henri Cartier-Bresson en 2001
La esperaremos aquí en Madrid, entonces. Aunque nunca faltan ganas de pasarse por Vigo. Por cierto, aquí o allá, nos debemos un encuentro.
ResponderEliminarAlgunas parecen sacadas de los álbumes de casa de mi abuela...me gustan sobre todo la de los niños tan serios en su ropa de domingo.
ResponderEliminarGracias, Daniel. Un beso
Hola:
ResponderEliminarLlego a través de un enlace a esta entrada en el blog de un amigo. Muchas gracias por reseñar la exposición; como BLANCO, la esperaré en Madrid como agua de abril. Me ha dejado tonto, la idea de hacerse la foto de Primera Comunión entre las berzas...
Un saludo.
Me divierte pensar que alguien nos pueda ver así, formando parte de la escena.
ResponderEliminarLástima que no la traigan a Barcelona. Gracias por compartir esta muestra.
Un abrazo.