Andrei Tarkovski en el rodaje de Sacrificio
Mi primer descubrimiento de Tarkovski fue como un milagro. De repente me hallaba junto a la puerta de acceso a un recinto en el que yo siempre había querido entrar, pero cuya llave jamás me había sido dada, y en la que Tarkovski se movía libre y confiadamente. Me sentí animado, estimulado: alguien había expresado aquello que yo siempre quise decir, sin saber cómo. Tarkovski es para mí el más importante. Ha creado un lenguaje nuevo, que se corresponde con la esencia del cine, porque presenta la vida como reflexión, la vida como un sueño. Son palabras de Ingmar Bergman.
Sven Nykvist, a la izda., con Tarkovski
en el rodaje de Sacrificio
La admiración era mutua. Podemos ver Sacrificio (1986), la última película de Tarkovski, como una conversación con Bergman: la rodó en la isla de Gotland al igual que Como en un espejo (1960); con Sven Nykvist, el director de fotografía de todas las películas del maestro sueco desde, precisamente, Como un espejo; con Owe Svensson, un sonidista habitual de Bergman desde Gritos y susurros (1971); con Anna Asp, al directora artística de Fanny y Alexander (1982) y antes atrezzista y decoradora en Cara a cara (1975) o Sonata de otoño (1977); con la figurinista Inger Pehrsson, que se ocupó del vestuario de Sonata de otoño, Tras el ensayo (1983) o Saraband (2003); y con Erland Josephson -Secretos de un matrimonio (1973), Fanny y Alexander, Tras el ensayo o Saraband-, el actor bergmaniano por excelencia con Max von Sydow y Gunnar Björnstrand.
Tarkovski, Susan Fleetwood, Sven Nukvist y
Erland Josephson en el rodaje de Sacrificio
Un día de noviembre de 1985, Tarkovski y Michal Leszczlylowsky, que colaboró con el maestro ruso en el montaje de Sacrificio, se encontraban en el vestíbulo del Svenka Filmistitutet de Estocolmo, la institución que participó decisivamente en la producción de la película. Veían los carteles de viejas películas que colgaban de las paredes. De pronto, Bergman salió de uno de los cines. Tarkovski y Bergman nunca se habían encontrado aunque ambos deseaban ese encuentro. Parecía como si el destino los pusiera cara a cara en una cita azarosa e inesperada pero, al tiempo, inevitable. Los maestros se vieron durante unos instantes. Los separaban quince metros. Entonces, Michal Leszczlylowsky se quedó helado: Tarkovski y Bergman se dieron la vuelta y se fueron cada uno por su lado evitando encontrarse.
Ingmar Bergman
Quizá ya se lo habían dicho todo. Cuando el cine no es documento, es sueño.Por eso Tarkovski es el más grande de todos. Se mueve con una naturalidad absoluta en el espacio de los sueños; él no explica, y además ¿qué iba a explicar? Es un visionario que ha conseguido poner en escena sus visiones en el más pesado, pero también en el más solícito, de todos los medios. Yo me he pasado la vida golpeando a la puerta de ese espacio donde él se mueve como pez en el agua. Sólo alguna vez he logrado penetrar furtivamente. La mayoría de mis esfuerzos más conscientes han terminado en penosos fracasos... escribió Ingmar Bergman en Linterna mágica, su libro de memorias.
Ahora, en el vestibulo del Svenka Filmistitutet de Estocolmo, cuelga también el cartel de Sacrificio.
Al lado del cartel de Los comulgantes de Bergman.
Dos filmes que conversan en silencio. Como sus autores.
Gracias por esta hermosa entrada, incluyendo esas fotos, impagables.
ResponderEliminarUn saludo.
Tus entradas, Daniel, (aparte otros deleites momentáneos) me presionan irremediablemente hacia una larga vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Debe ser una conversación de esas que no se acaban jamás :)
ResponderEliminarUn beso, Daniel, ya veo que me perdí muchas cosas por andar de "antroído"