-¿Vamos al cine o no?
-Vale, si quieres.
-Me he quitado las bragas para que me toques en la oscuridad.
-¿Crees que pasarán un noticiario?
-Claro que sí.
-Mejor que te dejes las bragas.
-Pero ¿qué te pasa?
(Ahora él, que ha estado leyendo una revista mientras hablaba con ella, la mira. Se miran.)
-Quiero ver la película.
(Él vuelve a la revista.)
-Oye, si me paseo por ahí habrá mil tíos encantados de follarme.
-Pues venga, yo me voy a casa.
-Eres realmente asqueroso, ¿no ves que intento construir una relación entre nosotros?
-No puedes construir una relación a martillazos.
-Pero ¿vamos al cine o no?
-Vale, vamos.
(Él enrosca la revista y se encamina hacia el cine. Ella se dispone a seguirlo.)
el regreso al cine de Godard después -del eclipse- de los años militantes -y maoístas- del grupo Dziga Vertov, y de los trabajos en vídeo para la televisión con Anne-Marie Mièville. Hay dos mujeres decisivas en la vida y la obra del cineasta, la actriz Anna Karina, en los sesenta, y desde hace casi cuarenta años la cineasta Anne-Marie Mièville con quien vive y trabaja desde 1976 en su casa de Rolle, cerca de Ginebra, con el taller en la planta baja y la vivienda en la planta de arriba. Fue Anne-Marie Mièville quien empujó a Godard a volver al cine.
Anne-Marie Mièville y, de espaldas, Godard en 2000
Godard llegó a referirse a Sauve qui peut como su segunda primera película. En su retorno, descubrimos una película de dolorosa belleza con una visión desesperada -aunque no exenta de humor- sobre un mundo donde, en palabras de Colin MacCabe, nadie es libre salvo los bancos, que campan a sus anchas, donde el mercado dicta su ley, y los hombres padecen y despliegan una sexualidad dañada y dañina, que convierte a las mujeres en fetiches. Una insatisfacción, en fin, que se revela como una metonimia del propio cine y del trabajo del cineasta, que somete el cuerpo de sus actrices a una puesta en escena que las transforma en fetiches de una película, pura mercancía para el consumo de los espectadores.
Jean-Luc Godard
En el cine de Godard narración y pensamiento, relato y ensayo, texto y crítica, ficción y reflexión, resultan inseparables, y Sauve qui peut... supone una nueva encrucijada, una película-gozne entre las transfiguraciones del cine de género que representan sus películas de los sesenta, donde las citas orales y escritas, los comentarios en voz over sobre la acción, lo experimental, el documento y lo confesional encontraban asiento, y las modulaciones ensayísticas de los filmes de las últimas tres décadas, que se consuman en sus Histoire(s) du cinéma,
Ángeles se impacienta.
-Pero vamos al cine o no?
Bueno, ya contareis como fue...
ResponderEliminarYo vendria al cine contigo y también me sacaria las bragas.
ResponderEliminarÉl se lo pierde si no te acompaña
Un beso
Cuando novios, mi chica y yo -como tantos- solo podíamos meternos mano en los cines, por eso siento cierta tristeza cuando veo una película tan serio y formalito.
ResponderEliminarTu clase, como siempre.
Un abrazo.
Buen post.
ResponderEliminarGodard le mete mano al cine, o mejor dicho a las películas, y hace el amor con el cine. Sin estas "salpicaduras" de Godard, entre otros, la cosa del cine sería un ente plano.
Gracias por estar ahí.
¡Salud!
No hay que rechazar nunca una oferta como esa.
ResponderEliminarLa del cine tampoco, claro.