17/3/11

Algo insignificante


Cine en St. Charles Street, en Nueva Orleáns, 1936. 
Fotografá de Walker Evans

Esta noche, al hilo de la entrada anterior, me acordé de una novela que tiene un cine de pueblo como escenario principal y la rutina de su gestión constituye un ingrediente esencial de la trama: Sólo un asesinato, la novela de Jim Thompson protagonizada por Joe Wilmot, el administrador del cine Barclay de Stoneville, propiedad de Elizabeth, su mujer. Como no podía pegar ojo, fui hasta la estantería correspondiente y, mira por dónde, allí estaba, donde debía estar, un ejemplar ya "fatigado" y compruebo que lo compré en Tui en enero de 1988; la novela la había editado Ediciones B en la colección Libro Amigo en octubre del año anterior. Hay una edición de 2004 en El Aleph.


Se trata de la primera novela negra de Jim Thompson -publicada en 1949-, quizá la novela en la que más trabajó y de la que más contento se sentía. En Sólo un asesinato escuchamos ya la voz de un autor inconfundible, el relato febril en primera persona de Joe Wilmot, un buscavidas que trabajó repartiendo películas por los cines al volante de la camioneta de una compañía distribuidora, se casó con la propietaria de un cine y lo convirtió en un negocio rentable; se empantana en la rutina de la exhibición de películas en el cine Barclay hasta que se complica la vida con Carol y, atrapado en un turbio triángulo, se aboca al callejón sin salida de una estafa retorcida donde brota la brutalidad en un caldo ardiente de pulsión sexual, desesperación y fatalidad.


La primera persona -de los protagonistas- de Jim Thompson toma al lector por confidente durante una noche de copas en la barra de un bar de mala muerte a las tantas de la madrugada, cuando la lengua se suelta y la luz escasa y sucia apenas espanta las sombras de la noche y propicia un crudo espanto, que se va desgranando con una mezcla desarmante de inocencia, humor y ferocidad. Y una visión de la existencia radicalmente pesimista: abre en canal el entramado social y lo que nos muestra es la atmósfera irrespirable de un pozo negro, empezando por la pareja:

Si eres como yo, a lo largo de tu vida probablemente habrás visto a un millar de parejas que te hacen preguntarte por qué y cómo alguna vez se juntaron. Y si eres como yo solía ser, probablemente se lo achacas al alcohol o a las prisas.

Jim Thompson , en sus primeros años de escritor

Tengo Sólo un asesinato entre mis novelas negras preferidas de Jim Thompson -que es como decir entre mis novelas negras favoritas sin más- aunque sé que no alcanza el ferviente delirio y la despiadada comicidad de 1.280 almas, pongamos por caso, pero me gusta mucho que la trama desgrane con detalle el aquel de llevar un cine en un pueblo a finales de los 40: los paquetes de películas, la cartelería, las sesiones y sus horarios, los distintos espacios del local -cabina de proyección, taquilla, marquesina, sala...-, los empleados, los sindicatos, las distribuidoras... Y que cada uno de esos elementos cumpla su función en el engranaje de la novela.

Cine en Junction City, Kansas, 1951-52

Al fin y al cabo, como decía Jim Thomspon, hay treinta y dos maneras de contar una historia pero una única trama: las cosas nunca son lo que parecen. Joe Wilmot no es -sólo- el ciudadano ejemplar que regenta un cine sino un asesino y el cine es -también- dispositivo y escenario criminal.

Cine en Brentwood, California, 1948

Y qué buen empresario es el asesino, cómo sabe lo que se trae entre manos, y qué cautivador escuchar cómo -nos- habla de su cine:  

Nuestra sala, la de cine me refiero, está sólo a cuatro puertas de la calle Mayor. En la esquina, en nuestra acera y con entrada por Mayor, hay un bazar. En la esquina de enfrente, en diagonal, está el Banco Agrícola. Una manzana calle abajo está el City Hotel, y al lado la terminal de autobuses y un garaje.
No me adjudico el mérito de haber escogido el emplazamiento, pero de haberlo hecho no podría haber escogido mejor. Siempre que estés cerca de un banco, un hotel, un garaje, una estación de autobuses y un bazar -sobre todo un bazar-, tu negocio marchará bien.
Uno podría creer que el cine estaría mejor en la calle Mayor, pero no es así. Es muy difícil aparcar en Mayor. 
Me quedé un minuto en el coche después de aparcar, sintiéndome bastante bien y orgulloso, como siempre que miro nuestra sala. No es tan grande como algunos cines de ciudad, pero no hay nada comparable en ninguna población como la nuestra. Y es mi hija. La levanté a partir de cero.

Cine en Claremore, Oklahoma, 1947

Ya traje aquí las novelas de Jim Thompson y de su vida ejemplar pero os ahorraré el viaje hasta allí, así que copio y pego:

Jim Thompson (1906-1977). Portero de hotel piojoso, chófer de un camión de explosivos, vagabundo, bracero, albañil, vendedor a plazos, pastelero, sereno de una constructora, enfermero, obrero en una fábrica de aviones, actor de burlesque, jugador profesional de cartas, proyeccionista de cine, experto en explosivos, constructor de oleoductos, periodista ambulante, editor de una revista, escritor. En 1936 se afilió al PC americano y fue denunciado por un guionista durante la caza de brujas e incluido en la lista negra. En 1955 escribe para Kubrick Atraco perfecto y en 1956 Senderos de gloria. Le encantaban los gatos y escribió algunas de las más negras novelas negras.

Jim Thompson

En resumidas cuentas, cuando Jim Thompson usa dramáticamente en Sólo un asesinato la administración de un cine sabe de lo que habla y aun encontramos en el proyeccionista del cine, Jim Nedry, un alter ego del escritor, un superviviente, un tipo que sabe que no tiene ningún número en la lotería del sueño americano, el único que se salva de la quema. Jim Thompson destila su experiencia vital en la materia oscura de sus novelas, habitada por monstruos construidos de dentro afuera, que se mueven por la piel del mundo bajo la que arde el infierno, y hay mil y una posibilidades de quemarse. Qué lástima que un cineasta arrebatado como Samuel Fuller nunca adaptara una novela de Jim Thompson.

Jim Thompson 

Nada define mejor su universo que unas líneas -en primera persona- de Nick Corey, el corrupto jefe de policía de 1.280 almas, uno de los personajes capitales de la literatura americana del siglo XX:

Me estremecí pensando lo maravilloso que había sido nuestro Creador al fabricar cosas tan absolutamente horrendas en el mundo que, en comparación, algo como un asesinato parecía insignificante.

2 comentarios:

  1. Bonito cine y buen libro. Me llevo la escalera. Saludos.

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  2. Muy interesante Daniel, tomo nota del libro.
    Un beso

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