12/3/09

Retrato de artista



Gisèle Freund, autorretrato

Esta es la historia de una joven alemana que llega a París en 1933 huyendo de los nazis con una cámara y con un carrete de fotos, que mostraban sin género de dudas cómo se las gastaba Hitler y lo que se gestaba en Alemania. En París, encontró a una librera que se convirtió en su hada madrina, le abrió las puertas de algunos de los artistas más relevantes del siglo XX y la animó a retratarlos. Y la joven se convirtió en la fotógrafa que nos legó algunas de las imágenes en las que reconocemos a escritores y pintores, rostros que se han impreso miles de veces en innumerables medios y que ahora navegan incesantes en la red. Se llamaba Gisèle Freund y puede leerse esta historia, deplegada a lo largo de doscientas páginas, en sus memorias, El mundo y mi cámara.

Recién instalada en París, Gisèle se matricula en la Sorbona para continuar sus estudios de Sociología y comienza a trabajar en su tesis sobre la historia de la fotografía en el siglo XIX. En la Biblioteca Nacional, se encontrará a menudo a Walter Benjamin, juegan al ajedrez y acaban haciéndose amigos. Podemos imaginar que conversarían sobre la tesis de Gisèle, un tema tan querido para Benjamin que había publicado en 1931 su Pequeña historia de la fotografía. De hecho, tanto en su tesis como en su libro más conocido La fotografía como documento social, publicado en 1974, que debimos leer todos en su momento, Gisèle Freund sigue las ideas que desarrolla Benjamin en el texto que se conocerá como Libro de los pasajes: la fotografía como representación de un periodo en el que cuajan nuevas relaciones y usos de la imagen.

Una mañana todavía fría de marzo [de 1935] bajaba por la calle del Odeón mirando los escaparates. Un gato dormía en un sillón Luis XV expuesto en un anticuario. Al lado, una lechería, el propietario, con una camisa blanca, ordenaba unas cajas de queso. Un poco más lejos me fijé en una librería completamente pintada de gris. Encima de la puerta, unas grandes letras decías: LA MAISON DES AMIS DES LIVRES. SOCIÉTÉ DE LECTURE. LIBRAIRIE. A. MONNIER.


Adrienne Monnier en su librería

Gisèle entró en la librería y encontró a su hada madrina, la escritora, librera y editora Adrienne Monnier. Esa mujer estaba a punto de cumplir cuarenta y tres años, editaba de su bolsillo la revista Le navire d’argent, donde publicaba a André Gide, Paul Valéry, Alfonso Reyes, Apollinaire, Louis Aragon, y donde Antoine Saint-Exupéry vio impreso su primera obra, El aviador; obra suya fue la edición francesa del Ulises de Joyce, traducido por su amigo Valéry Larbaud; y puede asegurarse que sin ella tampoco hubiera existido, muy cerca, como quien dice al otro lado de la calle, la librería Shakespeare and Co. También un día Sylvia Beach había entrado en La Maison des Amis des Livres y había encontrado, si no un hada madrina, sí a la compañera del alma. Los escritores no sólo frecuentaban la librería de Adrienne Monnier, también acudían a su mesa –era una consumada gastrónoma-, y Gisèle encontró siempre una silla para ella.


Sylvia Beach y Adrianne Monnier
en la librería Shakespeare and Co


No existe rostro más fascinante, a mi entender, que el de un creador. Siempre me apetecía fotografiar a escritores y artistas.


Gracias a Adrienne, Giséle Freund recibió el primer encargo importante de su incipiente carrera de fotógrafa: un retrato de André Malraux que había ganado el Goncourt el año anterior por La condición humana. Gisèle Freund iba a revelar el rostro de una leyenda y su fotografía nos legaría la imagen de un Malraux con la aureola romática que los tiempos requerían, una fotografía que Gisèle tomó en la terraza de su apartamento.


André Malraux

Pero quizá las fotografías decisivas, cómo no gracias a Adrienne Monnier, se las haría a James Joyce. El escritor irlandés era más que una leyenda, era ya historia viva de la literatura. Su hada madrina le presentó al autor del Ulises en una cena en 1936, el año en que, además, le había editado su tesis sobre la historia del la fotografía en el XIX. ¡Compartía editora con Joyce, nada menos!


Joyce y Adrienne Monnier
en la rue de l'Odeon, en París


En 1938 empezará a usar negativos de color –Ya no se trataba de ver las luces y las sombras, sino las tonalidades- y le hará algunas de las fotos más conocidas con motivo de la publicación de Finnegans Wake a James Joyce.









Joyce, Syvia Beach y Adrienne Monnier
en la Shakespeare and Co.


Esas fotos le abrirían las puertas de los escritores ingleses y en 1965 publicará en Nueva York James Joyce in Paris. His Final Years.


Virginia Woolf, 1939

Debía tener su encanto Gisèle Freund para manejarse con tipos casi siempre reacios a dejarse retratar y, desde luego, casi siempre decepcionados con su propio rostro; y sobre todo para lograr, cuando era necesario, que se olvidaran de que estaba allí con su cámara, su tercer ojo, que, como los otros dos, nunca abandonaba.


Henri Matisse, 1948

En sus memorias cuenta sesiones irritantes, relajadas, gozosas, tensas o incómodas. Valéry, Gide, Spender, Beckett, Borges, Cortázar, Picasso, George Bernard Shaw, Sastre, Beauvoir, Yourcenar o T. S. Eliot quedaron fijados en sus negativos.

Existen muy pocas fotos de Michaux. Creo que tan sólo Brassaï y yo tuvimos la suerte de fotografiarlo.
-¿Por qué siempre se niega a posar? –le pregunté.
-Los que quieran verme sólo tienen que leerme; mi verdadero rostro está en mis libros.
Su respuesta revelaba su voluntad de dar al público una imagen de sí mismo que fuera una creación del poeta, y no el aspecto físico fruto de los azares de la herencia o de la edad. Probablemente tuviera razón. Con todo, al concluir un libro arrebatador, el lector se pregunta por el rostro del escritor, por la mirada que ha desbrozado regiones inexploradas. El lector desea conocer la forma corporal de ese talento, su forma de ser un hombre entre los hombres.


Adrienne Monnier

Adrienne Monnier se suicidó en 1955. Y uno no puede dejar de pensar en las razones por las cuales la fotógrafa que tanto le debía no le dedica ni una línea a la muerte de su hada madrina.

Gisèle Freund formó parte de la agencia Mágnum y recorríó el mundo haciendo reportajes, desde Tierra de Fuego a Perú, México o Nueva York. Pero lo más relevante del mundo y su cámara, como cazadora de instantes, tiene que ver con una cierta forma del retrato de artista.

Gisèle Freund, autorretrato

(Las fotografías son, claro está, de Gisèle Freund)

1 comentario:

  1. Hi Daniel, Thanks for visitng my blog. This collection is just unbelievable. I have a portrait of James Joyce in my blog, accompanied by my reading the last line from Ulysses. I also have a winter collage with a profile of Virginia Woolf at the top, left of center. This is such a pleasure, I can't tell you. Gracias, Margaret

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