31/3/09
Berlín
Un inspector postal que había robado 1.717 dólares norteamericanos, 1.102 francos suizos y 114 francos franceses se compró dos casas, puso piso a su amante (con el inevitable piano incluido) y donó dinero a su iglesia para obras de caridad.
Estamos en 1923, en plena crisis inflacionaria en la Alemania de Weimar: a finales del mes de noviembre el marco había alcanzado la increíble tasa de cambio de cuatro mil doscientos billones de marcos por un dólar. Había quien iba por la calle cargado con voluminosas maletas colmadas de billetes, pero nadie movía un dedo para robárselas. Y eso en un momento en que...
Las mujeres saqueaban los puestos de los mercados y las tiendas. Los desempleados ocupaban las oficinas municipales. Multitudes plantaban cara a la policía. Gentes de las ciudades se abalanzaban por los campos en tropel, robando patatas, pollos y lo que encontrasen a mano. Los taberneros y agricultores que se atrevieron a protestar fueron tratados sin miramiento alguno y, en ocasiones, hasta les quitaron la ropa que llevaban puesta. Todas las industrias sufrieron huelgas salvajes. En otoño de aquel año, los trabajadores recibían la paga cada dos o tres días y, en ocasiones, hasta dos veces en el mismo día.
Una catástrofe económica cinco años después del final de una carnicería humana, la Primera Guerra Mundial, y cuatro años después de una revolución ahogada en sangre, pero cuyas energías utópicas alimentaron una efervescencia cultural que permeó una sociedad de masas durante una década: radio, fotografía, revistas ilustradas, fotomontaje, cine, publicidad, arquitectura, cabaret, diseño industrial, teatro, música...
Entre 1919 y 1933 Berlín se convirtió en la encrucijada de las vanguadias y en el crisol de la cultura europea:
George Grosz,
Walter Gropius y la Bauhaus,
La arquitectura de Eric Mendelssohn,
La fotografía de Moholy-Nagy,
y August Sander,
El cine de Murnau, Lang o Walter Ruttmann,
Joseph Roth, Thomas Mann, Alfred Döblin, Christopher Isherwood, Martin Heidegger, Walter Benjamin, Kandinsky, Bertold Brecht, Kurt Weill...
Pero anidó también la serpiente.
Con La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia, Eric D. Weitz nos lleva de viaje por Berlín, nos introduce en la vivienda de un obrero y de una familia burguesa, nos lleva al cabaret, nos ofrece una vívida imagen de la crisis económica y del choque ideológico, y nos sumerge en el fragor de la experimentación de las artes. Un libro que, además, acompaña el texto con ilustraciones muy bien elegidas.
Es de esos profesores que son capaces de llevarte hasta el corazón de las cosas y te hace vivir un pedazo de la historia con los cinco sentidos. De esos profesores que siempre quisimos tener y tan pocas veces disfrutamos. Si acaso alguna vez, ya podemos darnos por satisfechos.
Desde la revolución de los consejos hasta la ascensión del Nazismo. La historia de una época en la que se conjugó la esperanza y la derrota del mundo. Weimar. Berlín.
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