Hoy me desayuno con el obituario de Tullio Pinelli. Estaba a punto de cumplir ciento un años y era un superviviente de aquella hornada de guionistas que fueron la comadronas del neorrealismo y de la llamada edad de oro del cine italiano: Sergio Amidei, Ennio Flaiano, Cesare Zavattini o Suso Cecchi D’Amico. Y Federico Fellini, no olvidemos que contribuyó a la escritura de Roma, città aperta y Paisá de Roberto Rossellini, los dos filmes fundacionales del neorrealismo, nada menos. Murió en Roma durante la madrugada del sábado.
Fellini y Tullio Pinelli se conocieron en Roma a finales de 1946. Pero antes ya se habían visto más de una vez en la productora Lux Film que tiene sus oficinas en la Via Po , nº36. Pinelli, abogado, ha abandonado su profesión y se ha trasladado a Roma con su mujer y sus cuatro hijos para vivir del cine. El futuro director de La dolce vita acude con frecuencia a cobrar sus guiones y ha visto a un señor esbelto, de perfil afilado, aire circunspecto y amabilísimo. Un día, en un quiosco de Piazza Barberini, ese señor y Fellini se paran a leer el mismo períodico colgado. El señor era Tullio Pinelli, quien recuerda: Vi que el joven que leía el diario por la otra cara era el tal Fellini. Nos saludamos, empezamos a charlar y enseguida nos entendimos. Fue como un flechazo artístico. No tardamos en hablar el mismo lenguaje… Dimos un paseo y luego fuimos a su casa, en Via Lutezia, donde vivía con Giulietta [Masina]. Allí empezamos a pensar en una historia que era diametralmente opuesta a lo que entonces se estilaba: un humilde empleado que un día descubría que podía volar y saltaba por la ventana agitando los brazos. No era lo que se dice una historia neorrealista, y de hecho nadie la realizó”.
Cuando conoció a Fellini, Tullio Pinelli ya llevaba una década dedicándose sobre todo al teatro. Incluso llegan a coincidir, sin verse ni conocerse, escribiendo gags para el mismo cómico. Si a Fellini le cautivó Pinelli no fue por su aura de escritor dramático, sino porque rechazaban el naturalismo en la puesta en escena y compartían una fascinación creciente por lo marginal y lo fantástico.
Fellini y Pinelli ponen a punto un sistema e trabajo en común. Algunas veces, sentados frente a frente, cada uno con su máquina de escribir, trabajan en las escenas que se han repartido previamente; otras, se pasan el tiempo hablando –son las sesiones en las que brotan las mejores ideas- y luego se llevan el trabajo a casa. Fellini contaba que, como trabajaban en más de un guión a la vez, dedicaban la mañana a los guiones comprometidos con Lattuada, Germi o Rossellini, y la tarde a guiones más comerciales.
Escribirán juntos, con la colaboración de Ennio Flaiano, la primera película que dirige Fellini con Alberto Lattuada, Luces de variedades (1950) y el primer filme en solitario El jeque blanco (1952). Y La strada (1954), Almas sin conciencia (1955), Las noche de Cabiria (1957), La dolce vita (1960), Ocho y medio (1963), Giulietta de los espíritus (1965). Produce asombro desgranar semejante filmografía, ¿no? Con Giulietta vendrá una larga separación profesional y se reencontrarán cuando Fellini le pida que lea el guión de Ginger y Fred (1986) y en su última película, La voz de la luna (1990). Un reencuentro que Pinelli, ya anciano, recordaba así: Una mañana suena el timbre y era Federico. Venía a pedirme que leyera el guión de Ginger y Fred… Era como si nos hubiéramos despedido la víspera, y entre nosotros volvió a reinar un gran entendimiento. Y habían pasado veinte años… de nada.
De izda. a dcha.: Federico Fellini,
el actor Leopoldo Trieste y Tullio Pinelli
el actor Leopoldo Trieste y Tullio Pinelli
Tullio Pinelli nunca asistirá a un rodaje y con el tiempo, en realidad desde El jeque blanco, se convertirá en el artesano capaz de dar forma sobre el papel a las visiones que Fellini -siempre culo inquieto, siempre de aquí para allá, cada vez más refractario a la tarea de sentarse y escribir- exterioriza paseando a su alrededor con grandes zancadas. El cineasta aprende a valorar la importancia de un guión bien construido y unos diálogos escritos y reescritos con tiempo, y Pinelli se mostrará cada vez más abierto hacia el imaginario del director. Y lo más importante, con Fellini el guionista aprenderá a amar el cine. La labor del guionista hay que aceptarla como lo que es. Fellini era muy intransigente, pero las ventajas de colaborar con un genio compensaban de muchas cosas, de muchas renuncias y de muchas decepciones, concluye Pinelli. Y se percibe admiración y mucha tristeza. O quizá tan sólo la melancolía de un hombre que ha visto un siglo ante sus ojos.
Hace tiempo copié esta cita de Pinelli de un libro maravilloso (Les scénaristes italiens. 50 ans d'ecriture cinématographique), encontrado en un puesto callejero en París, de entrevistas con guionistas italianos, y que añadí a mi Casa de citas (de guionistas):
¿Qué es un guión? No es solamente una continuidad de escenas, sino escenas unidas de cierta forma, con un cierto ritmo… Un ritmo. Es como componer música. Aconsejo leer a Goldoni, el diálogo de Goldoni es un ritmo musical. Naturalmente, Goldoni antes de escribir se instalaba en la barbería y escuchaba los diálogos, cómo hablaba la gente. Cuando era joven, yo iba a los mercados o a las ferias de los pueblos pequeños para escuchar. Conservé muchas notas. De muchos de esos personajes, algunos ya no existen.
La estructura es ante todo una función de la duración. Las escenas deben comenzar en un momento preciso, deben ser abordadas de cierta manera y terminar en un momento dado, pero el resultado final de una película dependerá del ritmo. El guión sugiere el ritmo y el montaje. Una película es el producto de un trabajo colectivo.
[Acotación aviesa de Cesare Zavattini: El cine es ese trabajo de colaboración en el que todo el mundo trata de borrar lo que han hecho los otros.]
Tullio Pinelli escribió para otros directores como Alberto Lattuada, Dino Risi, Pietro Germi, Antonioni y Mario Monicelli. Federico Fellini trabajó con otros guionistas como Brunillo Rondi, Tonino Guerra o Bernardino Zapponi.
Pero Tullio Pinelli será siempre el guionista de Fellini.
Un guión inédito de Tullio Pinelli
Vaya gigante este señor!
ResponderEliminar100 años...hasta en eso nos saco ventaja a todos.
Saludos desde Buenos Aires.
...
ResponderEliminarLo de antes era un minuto de silencio.
ResponderEliminarPor lo demás, en esta entrada ya se le ha dado a Tulio Pinelli el homenaje que se merece un gran guionista: palabras justas.