23/3/09

Epílogo

Fotograma de Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo


La quinta edición del Play-Doc de Tui ya es historia. La película de la cineasta mexicana Yulene Olaizola, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (2008), ha ganado el premio al mejor largometraje y quedará como la película a recordar de este año. Aún no pude verla pero tanto Ricardo Costas como Pepe Coira me hablaron de ella con admiración, así que el jurado del festival seguramente no anduvo desencaminado. Os dejo aquí una reseña y una entrevista con la directora por si os interesa, aunque sólo deberíais leerlas si ya visteis el filme. O si preferís verla, aquí tenéis un vídeo:



Pepe Coira comentaba que dentro de unos años quizá convendría pogramar un ciclo retrospectivo del festival con películas de nietos sobre abuelos, donde tendrían su lugar Voyage en sol majeur de Goeogi Lazarevski, la memorable película de hace dos años, y la ganadora de éste, un filme de Yulene Olaizola sobre su abuela.


Yulene Olaizola

La edición que acaba de cerrarse nos dejó también un debate caliente a propósito de la fricción entre el cineasta y sus personajes, y su representación en la pantalla. Sobre todo a propósito de dos películas, Japan: a story of love and hate (2008) de Sean McAllister y Lao An (2007) de Yang Lina. En ambas, el cineasta tras la cámara se convierte en un personaje, y no sólo en una mirada.

En el caso de Sean McAllister de una forma más explícita, entrando en un verdadero cuerpo a cuerpo con la pareja protagonista de su documental, que deviene psicodrama, confesión o catarsis, y en la que el cineasta entra en un combate emocional con sus personajes. En el caso de Yan Lina la intervención es más discreta pero aún más determinante si cabe, adoptando una decisión de gran trascendencia estructural -para el relato- y anímica -para el protagonista.

Ambas películas provocan sentimientos de incomodidad por más que resulte patente que los personajes acepten, y aun agradezcan, la presencia de los cineastas al otro lado de la cámara. Una incomodidad que proviene del impudor con que la cámara -el ojo del cineasta- traspasa la distancia que nos permite comprender , compadecer, compartir. Porque nos separa.

Si se rompe la distancia, nos alejamos. La distancia es la condición para que nos movamos hacia la pantalla -el travelling emocional del que hablaba Serge Daney-, o sea, para que nos acerquemos. Sin distancia no hay proximidad.

Resulta paradójico con cuánto desparpajo algunos directores desdeñan una herramienta -la distancia- cuya modulación afecta radicalmente a la relación de los espectadores con lo que acontece en la pantalla. Una reflexión que, sospecho, Yulene Olaizola vertebra en Intimidades de Shakespeare y Vícto Hugo.

Y a vueltas con la distancia, después del concierto de Mad Professor and The Robotiks, nos dieron las cinco de la mañana del domingo, con un Lagavulin delante en el Amadeus. Cosas del Play-Doc.

Un festival que cuaja fidelidades, como la de Eloy Enciso que está a punto de empezar a rodar una película que nació hace dos años en el seno del Play-Doc, de Sandra Sánchez que anda en pleno proceso de montaje de Tra-las luces, un documental que esperamos con algo más que interés, o de Adela Somoza y Daniel D. García que traen entre manos un proyecto de cine-ensayo que me gusta especialmente. Quién sabe si el año que viene, en la VI edición del Play-Doc podamos disfrutar de todas esas promesas.

Un año más, el Play-Doc acaba, el festival de Sara y Ángel y de todo un maravilloso equipo de colaboradores que me reconcilia con Tui.

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