20/4/09
Una idea de la cultura
Vaya, parece que la ministra de cultura anda amolada con Juan Marsé. Pues qué pena, ¿no? A doña Ángeles González-Sinde se le presenta, nada más ser nombrada ministra, la oportunidad de agasajar a uno de los escritores que puede considerarse ya un clásico (vivo, claro), el último Premio Cervantes, y pierde la ocasión de hablar de sus novelas (las de Marsé, quiero decir), de conversar sobre cine y literatura, y todo porque el novelista se despachó con unos comentarios intempestivos a propósito del cine español que, oportuna u oportunistamente, enseguida llevaron a la portada del suplemento correspondiente que se publicó el pasado viernes. Para que cualquiera pudiera verlo y porque, qué caray, hace bonito un titular abrupto debajo de una foto de Marsé cabreado, malencarado, vamos. El titular: "El problema del cine español no es la piratería sino la falta de talento". Hay que reconocerlo: como titular no está mal. Y claro, muy a propósito, porque lo primero que le espetaron a la ministra, en su primera aparición pública, fue que tenía a los internautas sublevados por un artículo de la entonces presidenta de la Academia del Cine contra la pitarería. Un inciso, lo primero que dijo ante la prensa la ahora ministra fue que había que sentarse y hablar. ¿Por qué? Si la piratería, como su nombre indica, es un robo -o sea, un delito-, lo que habrá que hacer será perseguirlo, no hablar. Volviendo al problema del cine español, creo que, desde luego, no radica en la piratería. Lo diré más claro: no conozco a nadie que se baje películas españolas de internet por el morro. Sí, desde luego, películas de Hollywood. Lo mismo en el top-manta.
Lo del talento es otro cantar. El mismo Marsé admite que lleva mucho sin ir al cine (español) y se muestra conmiserativo acerca de la producción nacional; en realidad le sigue escociendo que Víctor Erice no haya dirigido la adaptación de su novela El embrujo de Shanghai. Recuerdo una entrevista radiofónica con Marsé a mediados de los noventa del siglo pasado, lo ilusionado que estaba: por fin un cineasta con todas las letras como Erice iba a llevar a la pantalla una de sus obras -y mira que se han hecho adaptaciones del autor de Si te dicen que caí (ésta también)-. Tantos años después, Marsé evoca la ilusión perdida con amargura:
"...Víctor Erice, un director que sólo tiene obras maestras en su haber. Escribió un guión extraordinario, pero el proyecto se frustró por culpa del productor, Andrés Vicente Gómez, que no confió en el talento de Erice -y de lo cual debería avergonzarse toda la vida. Por cierto, que uno de nuestros directores más dotados no haya podido rodar ningún largometraje desde que hizo El sur, dice algo sobre el estado de postración y ceguera del cine español."
Ésto es lo que realmente le duele a Marsé. O sea, el titular debería haber sido: "El problema del cine español no es la piratería sino que Erice no haga películas". No creo que ése sea el problema del cine español. Sino nuestra desgracia. Me refiero a todos los que suspiramos por cada película de Erice. Y admitámoslo, maestro, no somos muchos. Y cada vez somos menos. Pero aquí estamos. La verdad, tampoco el cine italiano, ni el francés, ni el inglés, están para tirar cohetes, si vamos a eso. Ni el americano, algunas de sus mejores obras este último año se le deben a dos viejos como Eastwood y Lumet. En cada país hay, en el mejor de los casos, media docena de cineastas que nos consuelan cuando vamos al cine. De los demás, pues depende.
Así que muy mal la ministra. Con Marsé, me refiero, para empezar. Debió haber comprendido lo que latía en sus palabras, ella mejor que nadie -por guionista, por cineasta- sabe -o debería saber- que la obra de Marsé se nutre de las ilusiones perdidas, de la memoria silenciada, del cine como consuelo ante tanta sordidez. Y qué mejor consuelo que un filme de Erice a los que, como Marsé, tanto nos gusta su cine. A estas alturas Marsé se puede permitir exteriorizar su amargura aunque sea un poco injusto con el cine español. Sobre todo porque él mismo admite que fue, no el cine español, sino Andrés Vicente Gómez el responsable de que otro hiciera -mejor dicho, perpetrara- la adaptación de El embrujo de Shanghai. Como un cuarto de siglo antes otro productor -entronizado y venerado-, Elías Querejeta, cercenó El sur. Como en Hollywood. Pero aquí a todo el mundo se le llena la boca con lo del cine de autor, pero los productores, en los contratos con el director, siempre se reservan el "corte final", el final cut. Y las subvenciones se las dan a los productores. Y a ningún productor le retiran la subvención por dejar de lado a Erice y preferir a un perpetrador en lugar de a un cineasta.
Hoy Marsé, en una rueda de prensa con la ministra, se pronunciaba sobre la necesidad de estimular el talento en la fase inicial de una película, o sea, en el guión. Ángeles González-Sinde se mostraba de acuerdo en proteger el trabajo de lo guionistas, que son la parte más vulnerable del proceso. Y uno no entiende nada. Lo de Marsé no tiene importancia. Uno de Marsé espera que escriba buenas novelas, a ser posible tan buenas como Un día volveré, pongamos por caso. Y basta. Sus opiniones las respetaremos más o menos, depende de lo que suelte por la boquita. Yo no soy de esos que piensan que todas las opiniones son respetables. Lo único respetable es el derecho a emitirlas. Las opiniones, según y como. Ahora bien, de la ministra uno espera que sepa de lo que habla. Porque le pago el sueldo con mis impuestos. Y Ángeles González-Sinde debe saber que no todas las películas dependen de un guión. Incluso Marsé debía recordar que su (nuestro) admirado Víctor Erice rodó El sol del membrillo con una idea, con un plan, con un dispositivo, pero, desde luego, no con un guión. Vale lo mismo para Guerín y En construcción, Isaki Lacuesta y La leyenda del tiempo... Por lo menos, no es el guión del que hablamos cuando hablamos del guión. Y luego eso de que el guionista es la parte más vulnerable. Vamos a ver, señora ministra, la mayoría abrumadora de guionistas de este país viven de las series de televisión, la mayoría de los directores de este país escriben los guiones de sus películas, así que ¿de qué hablamos cuando hablamos de los guionistas? ¿Va a promover doña Ángeles González-Sinde que cada película subvencionada sea escrita por un guionista que no sea el director de la misma? A mí desde luego me parecería una estupidez, por más que Los abrazos rotos pide a gritos un guionista que no está ni se le esperaba. En fin, que no me entero de lo que significa eso de vulnerable y no se me alcanza qué medidas podrá adoptar la ministra. Porque la vulnerabilidad de los guionistas se mide en términos eonómicos: cuando un proyecto de película "se cae" quien primero lo paga es el guionista: no cobrará su trabajo -desde luego no el 100%-. A veces no cobra el 100% ni cuando se hace la película. ¿Va la señora ministra a tomar medidas para remediar esta vulnerabilidad? Hay que ver qué intrincado resulta el discurso y eso que quien habla es una guionista, es decir, alguien a quien se le exige, sobre todas las cossa, claridad. Ya, ya sé que por escrito... Pero aun así. En fin.
Claro que eso no debería sorprenderme porque el domingo leí con detenimiento la entrevista de página y media con Ángeles González-Sinde, ministra de cultura, en El País por el aquel de extraer alguna conclusión entreverada a propósito de qué es lo que quiere hacer con su cartera (ministerial, quiero decir). Y leo:
"Estar en el poder es el poder hacer cosas, tener capacidad de influir, de actualizar, porque yo creo que hace falta actualizar muchas cosas en la cultura. El desarrollo de la cultura va mucho más rápido que sus leyes."
Bien, la verdad es que yo esperaba que los dos (¡dos!) periodistas (¿?) repreguntaran, por ejemplo, ¿qué es lo que va rápido en la cultura? o ¿qué quiere actualizar, ministra? Porque si algo no va rápido es la cultura: seguimos iluminando las mismas zonas de sombra que fascinaban o atemorizaban a nuestros antepasados de las cavernas, nada hay más moderno que Lascaux o Altamira. Y más adelante suelta, sin despeinarse:
"El cine es el arte popular de nuestro tiempo y es natural que cada año se incorporen más y más directores y guionistas y que quieran hacer su película..."
No, señora ministra, el cine hace ya como un cuarto de siglo como mínimo que no es el arte popular de nuestro tiempo. Es más, uno de los asuntos peliagudos sobre los que usted debería reflexionar es sobre la rutinaria e irreflexiva adjetivación del cine con el aquel de la cultura: "el cine es cultura". Pues no, doña Ángeles González-Sinde, no todo el cine es cultura, como no toda la literatura, ni toda la pintura, ni toda la música... De la misma manera que no todos los guiones de Rafael Azcona son obras maestras, o sea, por muy majo que haya sido Azcona, por muy genial que fuera -y lo fue- El verdugo y Plácido no se pueden meter en el mismo saco que Belle epoque y La lengua de las mariposas. En el mismo sentido, por qué se impresiona la escritora Almudena Grandes por haber escuchado a la ministra decir que la novela contemporánea española sea la manifestación cultural más prestigiosa dentro y fuera de España. Más bien debería alarmarse por tal inane declaración. ¿Es que la novela española contempránea es la hostia? Pues como el cine.
Respecto a la designación del director general de cine, Ignasi Guardans, la ministra apunta que confía mucho en su conocimiento internacional (¡!), que tiene una visión de futuro (¿?) de un audiovisual en el que están interconectados diferentes artes y facetas (¡ahí es nada!). No es sencillo, dice la ministra. Pues claro que no es sencillo, doña Ángeles González-Sinde. Nos lo pone muy difícil, Cuesta un mundo entenderla. Es que no sé ni de qué habla. Y uno suspira por una idea. Una idea pequeñita que llevarse a las entendederas después de página y media de entrevista.
Señora, ministra, me bastaría con que dijera que el cine, en tanto que arte, debería ocupar un lugar dentro del disco duro de la escuela española. De la misma forma que hay lecturas obligatorias, también debería haber películas obligatorias, cien o doscientas, pongamos por caso. Y que entablará conversaciones con el ministro Gabilondo para alcanzar ese objetivo. Porque no habrá espectadores de cine -en tanto que arte, en tanto que cultura- si no los formamos. Que hará lo posible por dotar a las bibliotecas de más fondos para que en cualquier biblioteca de España cualquier cinéfilo pueda acceder a cualquier obra de arte literaria o cinematográfica que desee. Y que tratará de elucidar, porque la cuestión no es nada fácil, qué criterios aplicamos a un proyecto cinematográfico para definirlo como "cultural" y que acceda a las ayudas de su ministerio. Certezas elementales y todas las dudas que usted quiera, doña Ángeles González-Sinde. Pero, al menos, una idea de la cultura.
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Ídem!
ResponderEliminarÉche o que hai!
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