A cierta edad uno aprende que cualquier alegría aviva los rescoldos de la tristeza y que la melancolía envuelve los raptos jubilosos. A estas alturas uno se alegra con pequeñas cosas y se entristece por cosas que a casi nadie importan.
Uno se alegra porque Antonio Lobo Antunes haya recuperado el aquel de escribir, porque ama sus historias tristes; o porque Mauricio Wiesenthal haya reunido en su Libro de réquiems los viajes por los lugares en los que vivieron o frecuentaron Dostoievski, Casanova, Zweig, Heine, Tolstoi, Balzac o Goethe, para convocar a sus fantasmas y evocar las presencias vivas de sus páginas, aunque sólo sea para leerle unos fragmentos a Ángeles junto al mar; o porque ha vuelto a ver Space cowboys de Clint Eastwood y comprueba una vez más la grandeza y la sabiduría de un cineasta a la hora trasmitir el reverso jubiloso de la melancolía; o porque ha visto una fotografía de Charo López y enseguida se ha entristecido, porque una mujer tan bella y con una voz tan hermosa no haya tenido nunca el papel que se merecía en una pantalla, aunque con Gonzalo Suárez le faltó poco.
Uno se entristece cuando Ángeles le pide que escriba sobre la imputación de Garzón por haber instruido la causa sobre los crímenes del franquismo (o sea, del fascismo), porque tendría que esforzarse mucho para contener la tentación de la ira que le asalta cuando piensa que no ha sido procesado -ni siquiera imputado-ningún fascista (empezando por Franco) por la represión y sus crímenes a lo largo de cuarenta años de dictadura. Hace una hora Ángeles me ha leído conmovida Noche y niebla. la columna de Manuel Rivas en El País. Y uno se ha llevado una alegría. Porque ya no tiene que escribir sobre la imputación de Garzón, le basta con acoger en esta escuela una pieza magistral que demuestra una vez más que la mejor literatura siempre es comprometida y que le bastan treinta líneas. Aquí está:
Noche y Niebla
MANUEL RIVAS 30/05/2009
Si la oblicua maquinaria puesta en marcha contra Garzón avanza, asistiremos al kafkiano proceso de un tribunal que encausa, en carne, a la Justicia. No sería la primera vez que en España se quema en figura a un hombre justo, pues el sambenito ya se lo han puesto, pero esta vez, de culminarse, esa maldad activa lo mancharía todo. La democracia en España sufriría su peor golpe desde el 23-F. Garzón sería nuestro Dreyfus. La secuencia de los hechos se presenta ante los ojos con la claridad de un storyboard. Una partida de leguleyos de ultraderecha presenta una querella contra el único juez que intentó investigar los indubitables crímenes contra la humanidad cometidos durante la dictadura fascista (olvidemos el eufemismo de "franquismo"), crímenes al estilo del decreto NN (Noche y Niebla) de Hitler. Los que comparan la iniciativa de Garzón con una "causa general", estableciendo un pérfido paralelismo, parecen ignorar lo que semejante expresión significó en el régimen programado de terror que siguió a la guerra: a la altura de 1944, se registran más de 400.000 represaliados. Prosigamos. Quien actúa como ponente en esta versión castiza de Un enemigo del pueblo ha mantenido públicamente posiciones que acaso en otros contextos, como la Alemania democrática, no le permitirían ejercer la más noble función. En la siguiente viñeta, el partido de la derecha jalea como un triunfo la admisión a trámite de la querella contra Garzón. Mientras tanto, en España hay oficialmente 130.000 víctimas NN. Sus familiares fallecen sin ver que en su país se cumpla el mandato de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas: reconocimiento, reparación, justicia. En la Ilíada, Aquiles arrastra y maltrata el cuerpo ya muerto de Héctor. Los dioses, reunidos en asamblea, le obligan a honrar al fallecido. Es un episodio inaugural de la ética. ¿Dónde están los dioses? Y, por favor, para la náusea, ¿dónde quedan los servicios?
Gracias Daniel, gracias Manolo Rivas e gracias á asociación pola memoria histórica
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