6/5/09

Lisboa (y nada más)



De Lisboa nos gusta Lisboa.
Todas las Lisboas que se muestran y se ocultan en las siete colinas. Y la que se desparrama junto al Tejo.
La Lisboa que Ulises bautizó como Olissipo, según cuenta Camôes en Os Lusíadas.
La Lisboa que callejea Tanner (y Bruno Ganz) en La ciudad blanca.
La Lisboa de Truffaut apenas entrevista en La piel suave.
La Lisboa de Wenders en Lisboa story.
La Lisboa a la que llegó conduciendo su viejo Cadillac Aki Kaurismäki para convertirse en un "director portugués".
La Lisboa que transita como un fantasma entre fantasmas Ricardo Reis en la novela de Saramago.
La Lisboa de Pessoa.




La Lisboa que sueñan con alcanzar los fugitivos que aguardan en Casablanca el pasaporte a la libertad cifrado en el avión de Lisboa, al que suben al final de la película Ilsa Lundt y Victor Lazslo.
La Lisboa de Antonio Muñoz Molina en El invierno en Lisboa.
La Lisboa de Tabucci.
La Lisboa de Lobo Antunes.
La Lisboa que cantan las y los fadistas.
La Lisboa de los taxis preto e verdes.
La Lisboa de Pedro Costa.
La Lisboa de las fotografías de Agnès Varda.


Agnès Varda.
Sofía Loren em Portugal
, 1953




Agnès Varda. As varinas.
Lisboa, 1956



La Lisboa vista desde el otro lado del Tejo.
La Lisboa del Bairro Alto, de la Mouraría, de Alfama, del Chiado, de la Baixa, del Rossío, de Oriente, de los Cais.
La Lisboa de las carrinhas.
De los tranvías.
De los azulejos.
De los árboles retorcidos.




De las calles maltrechas.
De los cines abandonados.






De las livrarias de viejo que aquí llaman alfarrabistas (que compra o vende alfarrábios, libros antiguos o viejos).








Livraria Alfarrabista Avelar Machado
de Lisboa





De la Cinemateca.




De las tabacarias.










La Lisboa que se cae de vieja.
La Lisboa del 25 de abril.
Nos gusta bajar paseando la Avenida da Liberdade.
Callejear.




Descansar en el claustro de los Jerónimos.
El museo de la Marina.
El museo de Arte Antiguo en la Rúa das Janelas Verdes.
Sentarse con una cerveja en la mano en la terraza del Centro Cultural de Belem sobre el Tejo, o en una terraza bajo el Castelo de Sâo Jorge o junto al embarcadero de los barcos que cruzan el río.




De Lisboa nos gusta Lisboa (y nada más).

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