Una idea nueva es como un niño recién nacido, no se lo puede exponer de inmediato a la luz del sol. (Jonas Mekas. Ningún lugar adonde ir, p 124)
Uno de los primeros libros de cine que me cautivaron se titulaba Diario de cine y se subtitulaba El nacimiento del nuevo cine americano. Lo editaba Fundamentos en 1975, traducido por Victoria Fernández-Muro. Se trataba de una gavilla de notas de Jonas Mekas escritas entre 1959 y 1970 para el Village Voice donde conviven textos sobre el cine underground y sobre las películas que más le gustaban: el cine de Ophüls, Dreyer, Rossellini, Kurosawa, Vigo, Ozu, Bresson... A esas alturas yo no sabía quién era Jonas Mekas, era la primera vez que leía textos sobre el underground y no había visto casi nada de los cineastas que tanto le gustaban. En realidad había comprado el libro por el título, yo también había llevado un diario de cine en mi adolescencia, apenas unos años antes, donde anotaba impresiones sobre las películas que iba viendo y que, valga la oportuna redundancia, me impresionaban -y se impresionaban en mi "negativo" emocional que se acabaría convirtiendo en mi "escuela de los domingos"-, pongamos por caso, El nadador (1969) de Frank Perry, Las dos inglesas y el amor (1971) de François Truffaut o la última película que vi con mi padre y que tanto me turbó -la ropa interior verde sobre la piel blanca de Shirley Maclaine-, Irma la dulce (1963) de Billy Wilder. Hace unos años intenté recuperar ese cuaderno, me hubiera gustado releer aquellos textos fundacionales de mi cinefilia entre mis doce y quince años. Cuando mi hermana rehabilitó -aunque mejor sería decir reconstruyó- la casa donde nací, encontró una docena de cuadernos escolares de mis tiempos de bachillerato, pero no mi "diario de cine", ni las revistas donde publiqué mis primeros textos. Tampoco conservo el Diario de cine de Jonas Mekas, lo habré prestado o lo habré perdido en algún traslado, quién sabe. Así que me llevé una alegría cuando la semana pasada encontré en una librería Ningún lugar adonde ir, los diarios de Jonas Mekas, editados en Buenos Aires por Caja Negra en 2008, en los que documenta la odisea que lo lleva desde Semeniskiai, su pueblo natal en Lituania, en julio de 1944, con 22 años, hasta Nueva York en octubre de 1949, las primeras filmaciones y su adhesión a la comunidad del cine de vanguardia. Las últimas entradas del diario de Mekas, mucho más esporádicas, datan de 1955, el año en que nací. En realidad, había cambiado la herramienta de expresión: ya no escribía sus diarios, los filmaba. El 20 de agosto de 1955, la última entrada fechada de su diario, escribe:
Sé muy bien que todo el dinero que consigamos vamos a tener que invertirlo en nuestras películas, en Film Culture, lo que sea. Caminar con el estómago vacío. Ésa es nuestra naturaleza. O nuestro destino. No somos hombres de negocios, somos poetas.
Habla en plural porque incluye a su hermano menor Adolfas que comparte sus pasiones -la literatura, el cine, la pintura, la música- su destierro y su odisea. Porque de una odisea se trata el viaje que incluye un campo nazi de prisioneros, una fábrica nazi donde son obligados a trabajar como esclavos hasta que llega el final de la 2ª guerra mundial, campos de refugiados o de desplazados, y centros de acogida. Llevando de un lado a otro sus más preciadas posesiones, los libros, de las que el diario de Jonas Mekas recoge momentos elocuentes:
27 de julio, 1945
El campo [de refugiados] parecía tan lóbrego, tan deprimente, que decidía que debíamos salir de allí. El día es caluroso y abrasador. Estamos muertos de cansancio, hambrientos, con sueño. Cada dos minutos tenemos que detenernos para descansar. Las valijas y los atados se nos caen de las manos, las piernas se doblan. Dejamos unos libros pesados a la vera del camino, incluyendo las obras reunidas de Goethe. No sé cómo hicimos para llegar a la estación. Un tren estaba a punto de partir hacia Würzburg. Nos subimos a él.
19 de agosto, 1945
Al llegar a Wiesbaden nos detuvieron a la entrada del campo [de desplazados]. Se nos acercó un policía militar, nos revisó y pidió ayuda.
-Busquen bien -dijo-. Vean qué hay en las valijas y en los bolsos.
Abren un bolso: libros. Abren otro: libros... Abren las valijas: más libros.
Sacuden la cabeza. No entienden.
-¿Dónde están sus cosas? -pregunta uno.
-No tenemos cosas -decimos.
Señalamos los libros, les decimos que ésas son nuestras cosas.
Nos miran como se mira a los locos y vuelven a sacudir la cabeza.
-Está bien, que pasen -dice el policía militar.
21 de agosto, 1945
¡Por fin!
Por fin tenemos una habitación para nosotros, sólo para los dos. Y una cama, una mesa, dos sillas. Una verdadera habitación que conseguimos juntos en el altillo del edificio "N". Ahora (...) estamos sentados por primera vez desde que dejamos Lituania alrededor de una mesa cubierta de libros y papeles sabiendo que nadie nos mira raro al leer, nadie nos grita ni chilla. Los monstruos de El Bosco han desaparecido.
Una odisea, sólo que los hermanos Mekas no vuelven a casa. O Jonas aún no -regresará a Lituania y documentará ese retorno con un diario filmado, Reminiscences of a Journey to Lithuania (1972), pero volverá a Nueva York. Llegan adonde no pensaban ir. En principio, aunque no tenían ningún lugar adonde ir, su destino era Chicago pero...
29 de octubre, 1949
Ayer, cerca de las 10 PM, el "General Howze" entró en el río Hudson. Nos quedamos en la cubierta mirando. (...) No es posible describir la sensación ni la imagen a alguien que no lo haya atravesado. Toda la época de la guerra, las penurias de los refugiados en la posguerra, la desesperación y la desesperanza, y después, de pronto, enfrentar un sueño.
Hay que ver Nueva York de noche, así, desde el Hudson para percibir su increíble belleza. (...) Sí, esto es América, y esto es el siglo veinte. (...) Las luces de la ciudad fundiéndose en un cielo que parecía hecho por el hombre.
En el norte había una nube gigante, después tronó, y un rayo atravesó la nube iluminándola un instante. Cayó después en la ciudad, incorporándose al sistema de alumbrado de Nueva York. Esta manifestación colosal de la naturaleza se convirtió en otro letrero de neón. (...) El centro del mundo. ¡Sería una locura ir a Chicago si estamos en Nueva York! Fue una decisión rápida y definitiva.
Cuando lleva algunos años filmando con la Bolex 16 en las calles, bautizos y bodas de la comunidad lituana, para un proyecto que ya titula significativamente Lost, Lost, Lost -anota el 4 de junio de 1950: Aquí estamos en medio de Brooklyn, dos almas fuera de lugar-, cuando haya conocido a Robert Flaherty que le cuenta que no encuentra dinero para financiar sus proyectos, haya frecuentado el MoMa donde se enamora de la películas de Germaine Dulac y del cine de vanguardia, tras haber leído con devoción los textos de Pudovkin y Einsestein, y asistido a un taller con Hans Richter, después de haber trabajado en una fábrica de plásticos, en otra de calderería y en el estudio de fotografía de la calle 23 Graphic Studio, tras haber pateado las calles y contemplar cautivado la ciudad bajo la lluvia -No hay nada más hermoso que Nueva York cuando llueve, anota en 1951-, después de haber aliviado tantas veces la soledad con las pinturas de Van Gogh y Cézanne, y con los poemas de Rilke y el Walden de Thoreau -Walden será el título con que se conocerá unos de sus filmes más significativos que estrenará en 1969 con imágenes filmadas entre 1964 y 1969, y editadas entre 1968 y 1970-, en 1955 teme haber perdido la memoria del perfume de la hierba recién cortada, la certeza de los colores de los prados en flor y las tonalidades cambiantes de la luz en el curso de las estaciones en su pueblo natal, en Semeniskiai, once años después y once mil kilómetros más tarde.
El diario es un texto fundacional en la poética de Jonas Mekas, ahí está el germen de todo lo que hará, de su escritura como poeta y cineasta, una obra transida por la intimidad y la melancolía, por el paso del tiempo y el peso del pasado, por la irremediable herida de la nostalgia. En enero de 1948 escribe: Mientras se siente nostalgia, uno no está muerto. Uno sabe que aún hay algo que ama. El cine de Mekas se alimenta de la savia nutricia de la remembranza del que deambula por las calles, de quien pasa horas ensimismado ante una ventana porque esa ventana le trae los ecos de una palabra: La palabra "langas" (ventana) -anota en 1953- creció en mí lentamente, año tras año. Recorrió un camino desde la infancia, se volvió cada vez más rica en significados y recuerdos; todos vuleven a mí cuando escribo esa palabra en una oración, en lituano. Ahora, la palabra inglesa "window" está aún muy desnuda y vacía en mi mente. En 1955 publica en Nueva York su primer libro de poemas, Idylls of Seminiskiai, ¿de qué otra forma podría titularse? Ningún lugar adonde ir, el diario de Jonas Mekas que publicará en 1991, es el asidero de la sensibilidad cuando se han roto las amarras con los lugares primordiales, el crisol del estilo impresionista que el cineasta desplegará en sus películas -verdaderos diarios filmados, primero en 16 mm y después en vídeo-, una obra abismada en la aprehensión de lo fugaz. El 7 de junio de 1950 anota en su diario: Como dijo Dostoievski, estamos vivos en lo fugaz, unos segundos, cuando las almas realmente hablan, realmente se encuentran, realmente se ven. No hay mejor síntesis del cine de Jonas Mekas. Resulta revelador que uno de sus filmes hecho como todos los suyos de una selección de momentos, de una antología de instantes fugaces -todo mi trabajo es una larga película en marcha... No soy un director de cine, porque no dirijo nada, sólo soy alguien que filma. Y simplemente sigo filmando-, de esos "sucesos mínimos" a los que alude Trapiello y que nutren su novela en marcha, se titule As i was moving ahead occasionally i saw brief glimpses of beauty (2001), más o menos "En el camino, de cuando en cuando, vislumbré destellos de belleza". El título es largo, claro, pero debe tenerse en cuenta que la película también, dura 320 minutos. Sus diarios filmados devienen registros líricos a través de los textos que inserta a modo de intertítulos y de la propia voz que impregna la mirada de melancolía cuando el peso de la memoria cae sobre la aprehensión del instante como caen las hojas en otoño, porque Jonas Mekas estará allí para filmarlas.
En Nueva York encontró una comunidad posible, la de los cineasta de vanguardia, la de la cultura underground. Los diarios filmados de Jonas Mekas se convertirán también en el registro y preservación de la historia de las películas experimentales que surgieron al amparo de iniciativas en las que Jonas Mekas contribuyó a crear y en las que participó activamente: la revista Film Culture, la New York Filmmakers Cooperative y la Anthology Film Archives.
Albert Alcoz ha resumido con enviable capacidad de síntesis la obra crucial de Jonas Mekas subrayando su fe en la humildad de las home movies, la asumida soledad inicial en Nueva York y la voluntad de liberar al cine de la industria para elevar el estatus de las películas underground, independiente y vanguardista para otorgarle la libertad romántica con la que sólo un poeta puede soñar. Los artículos de Jonas Mekas en Film Culture y en el Village Voice proclamaron la revolución del cine americano independiente y de vanguardia en 1959 con películas como Shadows de John Cassavetes y Pull My Daisy de Robert Frank, pero también supo hablar de otra manera, cálida y cercana, de las películas más hermosas de la historia del cine, porque, como anotó en su diario, son el bien y la belleza quienes necesitan de nuestros cuidados, el mal se cuida solo.
Desde la pérdida del paraíso emerge el cine de Jonas Mekas, sus diarios filmados, sus humildes películas domésticas: era su manera de recuperarlo. Podéis daros una vuelta por su web, en la que colgó durante 2007 una película cada día.
Jonas Mekas perdió el hogar pero Nueva York lo salvó de la locura, porque allí encontró una patria, el país del cine.
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