15/5/09

PPP


Hoy, al leer que en Italia se promulgan leyes que criminalizan la inmigración, es decir, el hecho de ser pobre, me he acordado de Pasolini, he remirado las páginas de los libros con fotografías donde se le ve en un descampado, o jugando al futbol con unos niños en un arrabal, o ensumido en sus pensamientos al lado de una cámara durante el rodaje de Las mil y una noches,



o dirigiendo con un pañuelo atado a la cabeza.

O cadáver, cubierto por una sábana ensangrentada en la playa de Ostia.

Y he echado cuentas y llevamos casi treinta y nueve años sin Pier Paolo Pasolini.

Sin el novelista, el cineasta, el corsario de sus textos impertinentes e intempestivos, el poeta.

He recordado sus películas.

He evocado al Nanni Moretti en su vespa peregrino en Ostia, en Caro diario.

Qué necesario, Pasolini.


He leído este poema de PPP en su memoria:



El motivo de Charlot


Sobre las sábanas calientes, retorcidas

abandonado como un borracho o como
un crucifijo, blando, recién quitado


de la cruz, es la ciega inacción
de un disgusto sin la pureza

que da al pecado luz de expresión,


-la renuncia del enfermo que acaricia
el viejo mal- que aquí me tiene:
y no es de noche; ya es mañana, una brisa

cálida jadea en la habitación llena
de mí, de mi lecho blanco y fogoso;
y, fuera, deslumbra, ya alta, la serena

jornada estival. Que todo sea pecado
sensual, bajeza y éxtasis de carne
-resonando por el olvidado

barrio- es una pobre radio la que da
nueva certeza, con loca nostalgia.
Esparce alrededor con vehemencia cálidas y descarnadas

músicas de baile; y alegría

popular aflige el arrabal,
tan vivo, reciente; la abrasada vía
festejante de muchachos y perros, la colada
de harapos en la que ondea la miseria...
Ah, dichosa la vida ajena, ¡dichosa

la humilde culpa de sus deseos!

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