1/6/10

A orillas de un río


El espíritu de la colmena surgió de un encargo. A Víctor Erice le propusieron hacer una película de terror y -por razones diversas pero también por instinto- eligió el tema de Frankenstein. En un primer tratamiento, Erice revisaba el mito a partir del lugar donde lo había dejado Mary Shelley, o sea, en el Ártico, donde el monstruo había permanecido en hibernación durante años y años. Y desde ahí volvía de nuevo hacia nosotros. El estilo imaginado para la película revelaba influencias destiladas del expresionismo alemán, sobre todo de algunas obras de Fritz Lang y de Nosferatu de Murnau. Un cuarto de siglo después, cuando lo conocí durante un curso sobre "El cine como experiencia de la realidad", Erice usó como obras de referencia -que vio y comentó con nosotros- Nanook, el esquimal (1922) de Robert Flaherty, Nosferatu (1922) de Murnau, y Tabú (1931), la película que Murnau empezó a hacer en colaboración con Flaherty, pero que terminó solo y fue su última película. La obra de Murnau resulta cardinal en el cine de Erice, o mejor aún, la tensión entre Murnau y Flaherty en la mirada de Erice, un asunto que valdría la pena comentar otro día. El proyecto que ese primer tratamiento permitía imaginar presentaba problemas de producción y de financiación, pero lo más decisivo a la hora de descartar el enfoque inicial fue que Erice echaba en falta algo esencial, en ese momento de forma intuitiva, pero al poco tiempo lo comprendió de forma clara. Lo contó él mismo en octubre de 1973, pocos días después del estreno de El espíritu de la colmena:



"Desde que elegí el tema, había recortado un fotograma de la película de James Whale, El doctor Frankenstein, y lo tenía encima de mi mesa de trabajo. La imagen, una de las más conocidas, reproducía el encuentro, a orillas de un río, del monstruo con una niña. Una mañana, al contemplar una vez más ese fotograma, sentí que allí estaba contenido todo. Aquella imagen podía resumir, en el fondo, mi relación original con el mito. Antes de saber que Frankenstein era una criatura literaria ¿cuál había sido mi primera relación con él? Había sido una relación teñida de atracción y rechazo, establecida en el interior de una sala oscura, en un momento de la infancia. Es decir, el mismo tipo de relación que habrán tenido otras muchas personas. Luego, a medida que uno crece, lee libros, ve más películas, se convierte en espectador más o menos consciente, y esta experiencia también queda trascendida, completada, por la experiencia cultural. Pero quizás lo más importante en toda experiencia mítica es el momento de la revelación del fantasma, de la iniciación, y a él me remití. Entonces, en un par de días escribí una historia que luego se transformó, pero que fue la base de El espíritu de la colmena."


Ángel Fernández-Santos, al que echo de menos desde hace seis años cuando leo una crítica de cine en los periódicos -y cada vez más-, recordó en un articulo publicado en El País, una década después del estreno de El espíritu de la colmena, su colaboración con Erice en la escritura del guión de la película. Tuvieron la primera sesión de trabajo en casa del director y Ángel Fernández-Santos vio sobre la mesa el fotograma de Frankenstein con la niña y el monstruo a orillas de un río, jugando a deshojar flores: "No me libro de esta imagen -le dijo Erice-. Me asalta y he escrito alrededor de ella una especie de cuento". Era el cuento de una profesora de matemáticas en una ciudad que recibe la llamada de su hermana para comunicarle que su padre está muriendo. La mujer viaja a la aldea. Toma un tren. El tren cruza la noche. Los recuerdos sobrevienen. Uno de los recuerdos la devuelve a aquel día en que ella y su hermana, entonces dos niñas de seis y siete años, contemplan la secuencia de la niña y el monstruo a orillas del río en la película de Whale. La niña queda atrapada por el asombro de la imagen. Luego las hermanas juegan a ser la niña y el monstruo.


Y entonces, Ángel y Víctor, se contaron cuándo y dónde habían visto por primera vez Frankenstein. Porque en esa experiencia estaba contenido el enfoque definitivo de la película que iban a escribir juntos. Había que bucear "en el interior de nuestra memoria en busca del entramado y de las secretas conexiones con la vida de un mito de nuestra infancia, es decir, de la misma pulsión íntima en que, por distintos caminos, Erice y yo estábamos personalmente sumergidos. La historia y el guión que debíamos hacer (...) trataba en realidad no de Mary Shelley o de Boris Karloff, sino de nosotros mismos". Así surgió una sintonía lírica entre ambos que pautaría la escritura de El espíritu de la colmena. "El guión se pobló rápidamente de fantasmas y ecos de nuestra infancia: el acorde del pozo nació del recuerdo del suicido del padre de un niño de mi pueblo toledano; Erice evocó sus caminatas por los montes vizcaínos de Carranza, con un abuelo suyo, en busca de setas; yo reconstruí retazos dispersos en mi memoria del misterioso paso por el pajar de la casa de mis padres de un guerrillero del maquis; Erice extrajo de su niñez el jugar a Frankenstein de las niñas; yo rehíce el rústico método de enseñar anatomía de un maestro de mi pueblo, y así salió la secuencia de don José". El guión de El espíritu de la colmena empezó a fluir de un acorde lírico, de la memoria de unos niños -Víctor y Ángel- arrebatados por una mirada, contemplando fascinados en la pantalla de un cine a una niña y a un monstruo que jugaban a orillas de un río.

3 comentarios:

  1. El proceso de creación -de verdadera creación- tiene razones que la razón apenas si llega a atisbar.
    Un abrazo.

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  2. Los Ojos de Ana
    Los ojos de Ana son más grandes que los de Heidi
    -“¿Por qué el monstruo mata a la niña? ¿y por qué le matan luego a él?”
    Y los ojos de Ana me llevan a “El nido” donde “el monstruo” muere pero no mata a la niña:
    Un beso en la mejilla
    “Si te dicen algo malo de mi no lo creas”
    -“Por todo”
    -“Para siempre”
    Daniel, disfruto mucho en tu escuela.

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  3. Por desgraza non temos a A. Fernández-Santos para que nos ensine a mirar, pero ben, sempre podemos pasar por esta escola, onde escribe o seu mellor herdeiro.
    E que ven debían de estar a pasalo mentres ían moldeando a marabilla.
    De calquera xeito, canto se aprende nesta escola¡.

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