20/6/10

Aconteceu

A mediodía, mientras Ángeles estaba en la playa y yo leía aquí y allá -un artículo de Manuel Rivas sobre Saramago en El País o un capítulo de Las guerras del cine. Cómo Hollywood y los medios conspiran para limitar las películas que podemos ver de Jonathan Rosenbaum (editado por Uqbar y el Festival Internacional de Cine de Valdivia en Chile), el último libro que compré en la Michelena-, pero sobre todo me abrazaba al dolce far niente con avaricia, aunque me tentara acercarme al ordenador y acabar la entrada sobre Sed de mal de Welles que tengo en el horno, en ésas estaba cuando nuestro hijo llamó para decirnos que Adelita, su chica, nos echaba de menos y tenía ganas de vernos. Quedamos a medio camino, en Compostela, donde, como dice aquel verso memorable de Ferrín (en Con pólvora e magnolias), estamos xa para sempre derrotados. Adelita me habla de Marilyn, acababan de leer la entrada anterior, la verdad es que más de una vez, mientras escribía sobre Marilyn me acordaba de ella, tan parecidas en algunas cosas. Hablamos de Saramago. Hablamos de muchas cosas. Después de comer, mientras caminábamos hasta Casa Felisa, nuestro hijo, cuando le pregunto si hace mucho que vio Sed de mal, nos cuenta que es una de sus películas favoritas. Así que, ya en el jardín umbrío de Casa Felisa con un güisqui por medio, piensa uno qué hizo bien o qué hizo mal si ha dejado en herencia tantas cosas inútiles. Entonces me viene a la cabeza lo que me dijo ayer mismo el maestro. Ya ya, es ayer, pero a estas edades ayer puede ser un país remoto. Lo había llamado más que nada por Saramago, porque fue gracias a él que leí el que considero su mejor libro, El año de la muerte de Ricardo Reis, por Lisboa, por la lluvia, por el fantasma de Pessoa; aunque el maestro me había llamado la atención sobre Memorial del convento. Hablamos un rato, nos reímos y, cuando ya nos despedíamos, empezó a ensoñar, quiero decir a hacerme ver algo que se le ha quedado prendido de la memoria en alguno de los pasmos a los que somos tan aficionados: ¿No sería maravilloso asomarme a la ventana en estos confines y contemplar el tránsito majestuoso de un narval?


En realidad, no nos acordábamos del término narval, sólo que se trataba de una palabra muy hermosa. Sin duda es una palabra muy hermosa. Narval. Sólo recordaba el cuerno inútil de la ballena. Monodon monoceros, su nombre científico. Quizá una de las ballenas más difíciles de observar. Un misterio. El narval. Aún escucho las palabras del maestro: el unicornio existe y vive en el mar. ¿Puede haber algo más inútil? ¿Habrá algo más esencial? Somos, como decía Nabokov al comienzo de Habla memoria, un instante fugitivo entre dos eternidades. Somos prescindibles. Cuando en las clases de filosofía de sexto de bachillerato aprendí la palabra contingente fue como si se abrieran las aguas del Mar Rojo. Estamos y un momento después ya no estamos, decía Saramago. Pero a nuestra condición contingente le cae como un guante una herencia de imágenes inútiles. Como el narval. Como una película. Como una canción. Entonces recordé aquel día en que regresábamos de Ourense y escuchamos en el coche el disco de Cristina Branco, Corpo iluminado, y el mundo mismo se recogió en tan poquita cosa cuando empezó a sonar algo tan inútil y maravilloso como Aconteceu, un tema del brasileño Pericles Cavalcanti:

Aconteceu quando a gente não esperava/Aconteceu sem um sino pra tocar/Aconteceu diferente das histórias/Que os romances e a memória/Têm costume de contar/Aconteceu sem que o chão tivesse estrelas/Aconteceu sem um raio de luar/O nosso amor foi chegando de mansinho/ Se espalhou de vagarinho/Foi ficando até ficar/Aconteceu sem que o mundo agradecesse/Sem que rosas florescessem/Sem um canto de louvor/Aconteceu sem que houvesse nenhum drama/ Só o tempo fez a cama/Como em todo grande amor.




Quizá todo lo que nos es cardinal se reduce a eso. Aconteceu.

7 comentarios:

  1. Sí, pero todo lo bueno y lo malo que acontecesu, de algún modo, sigue ocurriendo.

    Sembrado estás,
    Daniel.
    Un abrazo.

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  2. Gracias por la canción, que no la conocía :-)
    Me ha hecho mucha gracia lo de plantearse eso de dejar en herencia tantas cosas inútiles. Me recordó algo que leí de Luis Carandell, donde él decía que era un entusiasta de la conversación y los saberes inútiles...

    Un abrazo, Daniel

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  3. “Estamos y un momento después ya no estamos, decía Saramago”.
    Por eso, he cerrado los ojos y he hecho el viaje con vosotros hasta Compostela, con esa hermosa canción que no conocía. Luego el güisqui no he podido probarlo (problemas de la inmaterialidad), pero si he escuchado vuestras conversaciones y ya me he ido dejando llevar…
    Ahora le pincho otra vez al play y escribo:
    “Estamos y un momento después ya no estamos, decía Saramago”.
    Por eso, he cerrado los ojos y he hecho el viaje con vosotros hasta Compostela, con esa hermosa canción que no conocía. Luego el güisqui no he podido probarlo (problemas de la inmaterialidad), pero si he escuchado vuestras conversaciones y ya me he ido dejando llevar…
    Ahora le pincho otra vez al play…
    Gracias, Daniel.
    Un abrazo.

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  4. Hay que ver qué buenos ratejos pasais.
    Genial todo

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  5. El comentario no puede estar vacío.
    Vaia. Eu, despois de ler isto quería calar, e quería que soubeses que calaba. Quería mandar un comentario en branco, vaia.
    Aínda estou a tempo. É un dilema bonito. Tan bonito como inútil.
    Si calo, non sabes que me quedei caladiño, como vendo un nerval. Se sigo, non calo, pero sabes que calei. Vou facer unha cousa: vouno ler de novo, así serán verdade as dúas cousas.
    En realidade xa foron verdade as dúas cousas.
    Varias veces.

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  6. Los acontecimientos marcan nuestros ritmos.¡Que hermosa palabra "Aconteceu" ,lo dice todo!
    SALUDOS

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