19/6/10

A orillas del muelle en South Street


Ángeles, después de los comentarios que generó la foto de Marilyn Monroe en la entrada anterior a propósito del Ulises y del Bloomsday, como conoce de sobra mis debilidades, me tiró de la lengua y, como quien no quiere la cosa, apuntó que no estaría de más dejar negro sobre blanco aquí lo que pienso sobre ella, quiero decir sobre Marilyn. Me resisto, creo que lo más significativo ya lo dije en una entrada a propósito de John Huston y su Dublineses, la adaptación de ese cuento magistral de James Joyce titulado Los muertos, en síntesis: que Marilyn Monroe, no sólo es una de mis actrices favoritas, es una de las grandes actrices de la historia del cine.


Bastaría con que hubiera hecho Con faldas y a lo loco de Billy Wilder para que celebráramos el milagro de la encarnación de Sugar Kane, la chica del ukelele, una alquimia irrepetible de humor, encanto y candidez. Suelen referirse infinitas anécdotas a propósito de los rodajes de Marilyn Monroe que se reducen a tres rasgos sempiternos: los incorregibles retrasos, los irritantes olvidos de las réplicas y la irremediable inseguridad a la hora de rodar una escena. Así que os contaré una anécdota menos conocida pero que la retrata tanto como aquéllas. Durante el rodaje de Con faldas y a lo loco, Marilyn vio con el resto del equipo la proyección de las tomas correspondientes a la escena de la estación en que aparece por primera vez en la película. Al terminar, le comentó a Billy Wilder que no había aprovechado como era de esperar su aparición en la pantalla. Esa noche, el director y el guionista I. A. L. Diamond le estuvieron dando vueltas al comentario de Marilyn y reescribieron la escena. Al día siguiente, Billy Wilder volvió a rodarla, pero esta vez no sólo Jack Lemmon y Tony Curtis, contrabajo y saxo respectivamente de una orquesta de señoritas, reaccionan ante la aparición de Marilyn, el mismo tren parece experimentar una conmoción y suelta un chorro de vapor al paso de la chica del ukelele. Tal como lo disfrutamos en la película.

George Axelrod y Marilyn
en el rodaje de
Bus Stop.
El guionista recuerda a Marilyn
como la criatura más triste del mundo
:
Sólo sentías ganas de consolarla,
abrazarla como un padre y decirle:
"No pasa nada, pequeña".

En aquella entrada mencioné también esa delicia de Bus Stop, un proyecto elegido por la propia Marilyn, escrito por George Axelrod a partir de una obra de William Inge y dirigido por Joshua Logan. Añado ahora El príncipe y la corista, una película dirigida e interpretada por Laurence Olivier, pero en la que Marilyn, permitidme la expresión, se lo come con patatas, así de claro. Por no hablar de Niebla en el alma o de los pequeños papeles que bordó, como el de Ángela en La jungla de asfalto. En fin, que no tuve que esperar a reconocer que era una gran actriz en Vidas rebeldes, eso también lo dije, pero diré más, la película de John Huston escrita por Arthur Miller sigue valiendo la pena gracias a la íntima verdad que desprenden Marilyn y Clark Gable, sin ellos se vendría abajo.


A estas alturas, Ángeles, que ya me ha escuchado decir estas o parecidas cosas, aprovecha una pausa en la que me quedo mirando la foto que hace las veces de fondo de escritorio en este ordenador -Marilyn en un ático de Nueva York en 1955- y subraya que no incluí la foto de Marilyn leyendo el Ulises como un comentario irónico al Bloomsday. Claro que no, más allá de la ironía trágica que destilan -o pueden sugerir- las imágenes -cualquier imagen- de Marilyn, publiqué esa foto completamente en serio, como un doble tributo: a un libro y a una lectora. Entonces, apunta Ángeles, por qué no hablas de la Marilyn lectora. A ver, ya me diréis cómo voy a negarme. Estos días el trabajo me tuvo amarrado al duro banco pero esta madrugada la verbena de la aldea no me deja dormir, así que os contaré de las lecturas de Norma Jean. Os hablaré de Grúshenka. Y del vuelo del colibrí.


Empezaré por el principio, o dicho de otra forma, por la fotografía que generó los comentarios. Marilyn Monroe estaba leyendo el Ulises: si se trataba de un libro de atrezo, podría no haberlo sido. De hecho, Marilyn compró el Ulises y trató de leerlo. Marilyn sentía necesidad de cultivarse y se esforzaba por aprender, se avergonzaba de no tener estudios y se imponía la lectura de aquellos libros que escuchaba, leía o le decían que eran importantes aquellas personas a las que respetaba. Y la del Ulises no es la única foto en que aparece leyendo una obra importante. En ésta la vemos leyendo Hojas de hierba de Walt Whitman, en la cama:


Qué mejor sitio para leer. Algún día tengo que escribir sobre los libros y la cama. Cuántas fotos de Marilyn leyendo en la cama.


Cuántas fotos de Marilyn en la cama. Toda la inseguridad que le provocaba una cámara de cine, se evaporaba ante una cámara de fotos. Le aterrorizaba no gustar cuando la cámara de cine se echaba a rodar. Disfrutaba con cada disparo de una cámara de fotos. Temblaba ante una cámara de cine. A una cámara de fotos le hacía el amor. Marilyn era una tortura para los directores y un sueño para los fotógrafos.


Ante una cámara de fotos se exponía, quizá porque pensaba que la propia piel del mito era coraza bastante para proteger a la niña asustada que escondía. Por eso se desnudaba y no le importaba mostrar un costurón. Ante la cámara de fotos Marilyn no tenía secretos. Pero el tiempo hace de las suyas y revela que esa cicatriz era una herida simbólica, aún más real que la marca física en la piel del mito. Una herida que latía en el cuerpo del mito como un crisol de síntomas. Los espejos en los que se abismaba Norma Jean intentando convencerse de que esa Marilyn del otro lado (del mundo) era también ella, o si era otra que la había abandonado para irse muy lejos, o si la había olvidado, que es la más honda de las lejanías. Ah, qué sintomática la frágil memoria de Marilyn.



Cuántas fotos de Marilyn leyendo guiones, aprendiendo unos diálogos que tanto le costaba memorizar y, llegado el caso, recordar:




Existen pruebas sobradas de que Marilyn reverenciaba la inteligencia, el talento, el genio, la cultura, la erudición. Quizá sin saberlo se pasó su corta vida buscándole un cobijo al alma de Norma Jean. Buscándole también un padre al que siempre echó en falta. Por eso nunca tuvo problemas con el sexo, ya fuera en el éxtasis, en la alegría o en el tedio no era tan importante. Lo importante era la filiación, saberse de alguien que aliviara la orfandad de Norma Jean. La herida primordial que dolía en la carne, en la piel, en la mirada de Marilyn. En algún lugar necesitaba cobijar a la desvalida Norma Jean.





También estoy convencido de que esa devoción que despertó en ella, pongamos por caso Arthur Miller, jugó en su contra, acabó convirtiéndose en una debilidad y no supo manejar una situación que le generaba un sentimiento de impotencia, sobre todo a partir del momento en que comprendió que nada de lo que hiciera iba a estar a la altura de la exigencia del gran dramaturgo e intelectual americano, así lo veía ella. El gran escritor que nunca tuvo el aquel de decirle que era una gran actriz, que no necesitaba buscar desesperadamente obras maestras, que ya las había creado ella misma. Que le bastaba explorar a Norma Jean de ahora en adelante. Que no valía la pena sacrificar a Norma Jean en el altar de Marilyn Monroe. Pero nadie se lo dijo. Quizá porque sus obras maestras sólo eran comedias y no gran teatro americano como Muerte de un viajante, por ejemplo. Por eso advertimos en su mirada la inmensa soledad de Marilyn, la inconsolable orfandad de Norma Jean. Como en este retrato de Richard Avedon el 6 de mayo de 1957:


Y hasta aquel fatídico 5 de agosto de 1962 intentó educar a Norma Jean para que sostuviera el mito de Marilyn, para que el poder del mito le permitiera hacer las películas y las obras de teatro con las que demostrar que no sólo podía ser una estrella sino que -y eso era lo importante- era una actriz. Porque se tomó muy en serio el trabajo de actriz desde muy pronto. Desde 1947, cuando aún no había cumplido los 21 años y asistió a clases de interpretación en el Actors Laboratory, una derivación del Group Theater de Nueva York que desarrollaba sus actividades en un modesto local al sur de Sunset Boulevard. Las clases eran impartidas por actores experimentados de la escena neoyorquina que, desde aquellos días, representó para Marilyn un horizonte mítico hacia el que dirigirse. Por eso en 1955, cuando ya era una estrella y una imagen suya gigantesca presidía la marquesina del cine en el estreno de La tentación vive arriba en Broadway, ya se había instalado en Nueva York y asistía a clases en el Actors Studio con Lee y Paula Strasberg. Porque había mordido en el Actors Lab la manzana del arte del teatro y empezó a leer para formarse como actriz, como la actriz que quería llegar a ser. Y leyó,entre otras, una obra de Clifford Odets, Clash by Night, que había protagonizado Tallulah Bankhead en Broadway. Era una de las pocas obras que creí que podía hacer, porque había una chica que me recordaba a mí misma, recordó Marilyn. Y cinco años después interpretó ese papel -Peggy, la chica que trabaja en una fábrica de conservas- en la adaptación cineamatográfica dirigida por Fritz Lang. En el Actors Lab, Marilyn descubrió que ser actriz era algo serio y desde aquellos días quiso ganarse el respeto del mundo como actriz.

Marilyn como Peggy, la trabajadora
de la fábrica de conservas, en
Clash by Night
de Fritz Lang

En 1948 consigue un contrato con la Columbia. Harry Cohn mandó que le cambiaran el color del pelo. La prefería rubia. Luego la mandó a clases de arte dramático con una profesora que la Columbia tenía contratada para formar a las actrices noveles. Y allá fue Marilyn. A clase. La profesora era Natasha Lytess, tenía treinta y cinco años -a Marilyn le faltaban tres meses para los 22-, había nacido en Berlín, se había formado con Max Reinhardt y con la ascensión del nazismo al poder se trasladó a París, de allí a América y a Los Ángeles junto a muchos actores, escritores, músicos, arquitectos, filósofos, científicos y cineastas refugiados. Natasha Lytess consiguió algunos papeles en el cine pero, cuando conoció a Marilyn aquel 10 de marzo de 1948 ya sólo daba clases de interpretación.


Arriba, Clark Gable y Natasha Lytess
en
Camarada X (1940) de King Vidor;
abajo Hedy Lamarr entre Clark Gable
y Natasha Lytess.

Aquel encuentro fue decisivo para ambas mujeres. Para bien y para mal. Marilyn encontró a una mujer culta, que le podía enseñar muchas cosas, orientarle las lecturas y estar a su lado en los rodajes como una guía salvadora. Y Natasha, la exigente, severa y rigurosa Natasha, la mujer que enmascaraba a duras penas la amargura de su carrera frustrada y que tuvo que sobrevivir dando clases a otras actrices -tantas veces con tan poco talento-camino del éxito, estuvo a su lado rodaje tras rodaje -una presencia que irritaba a los directores porque era de ella de quien esperaba la aprobación-, hasta que Marilyn se convirtió en una estrella.




Natasha le descubrió a Marilyn la gran literatura rusa, que se convirtió en uno de los grandes amores de la actriz. Pushkin, Tolstoi, Dostoievski. Marilyn -la niña de los años de la Depresión- lloraba cada vez que leía ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, su cuento favorito de Tólstoi, el cuento que, mira por dónde, Joyce consideraba el mejor relato que se hubiera escrito nunca. Pero se enamoró perdidamente y para siempre de Grúshenka -con acento en la u, le enseñó Natasha- la mujer que aviva la lujuria y encandila a los Karamazov. Grúshenka fue el papel anhelado por Marilyn y más cuando se enteró de que los hermanos Epstein estaban escribiendo la adaptación de la novela de Dostoievski que acabará dirigiendo Richard Brooks. Pero Natasha le hacía ver que no estaba preparada, que aún no. Con ella hablaba Marilyn de cada libro que iba leyendo, de Proust o de Thomas Wolfe. Y cuando se le acaba el dinero y los papeles no llegaban vivió una temporada en su apartamento.

Marilyn leyendo en el apartamento
de Natasha Lytess

Pero la relación entre Natasha y Marilyn llevaba una bomba de relojería dentro. Desde el primer encuentro Natasha se enamoró de Marilyn. Durante siete años la actriz necesitó a la maestra y la maestra dependió de la necesidad de la actriz. Ni una ni otra fue capaz de liberarse de las redes de dominio y sumisión, de manipulación y encantamiento, de renuncias y desgarros. Marilyn no podía renunciar a la maestra que representaba Natasha y Natasha se conformaba con ser sólo una maestra porque era la única forma de mantenerse cerca de Marilyn. Hasta que Marilyn rompió las ataduras y por una vez en su vida fue cruel. Ella, que era egoísta y desprendida, valiente y desvalida, inteligente y cándida, divertida y tristísima, mundana y la más solitaria de las mujeres, sólo fue cruel con Natasha. Y cuando se sintió a salvo de su maestra en Nueva York, cobijada por Paula Strasberg, no quiso volver a verla, aún cuando Natasha le pidió a Marilyn, estrella poderosa entonces, usara sus influencias para que la Columbia volviera a contratarla como profesora. Quizá porque aquella niña abandonada que era Norma Jean quiso sin saberlo poner la venda antes que la herida. Y no volvió a ver a Natasha Lytess, que le sobrevivió dos años, y que le habló del Teatro del Arte de Moscú y alimentó en Marilyn la devoción por Stanilavski. Y por Michael Chéjov.

Michael Chéjov con Ingrid Bergman
y Gregory Peck en
Recuerda
de Alfred Hitchcock

En 1951 Natascha Lytess propició el encuentro de Marilyn con Michael Chéjov, sobrino del gran Anton Chéjov y compañero de Stanilavski en el Teatro del Arte de Moscú, que había trabajado con Max Reinhardt, Fiódor Chaliapin, Louis Jouvet o John Gielgud , y se había establecido en Hollywood durante la 2ª guerra mundial. Cuando Michael Chéjov conoció a Marilyn, revisaba la redacción de su manual de interpretación -To the Actor: on the Technique of Acting- que se convertirá en el libro de cabecera de Marilyn, en su biblia.


Las ideas de Michael Chéjov ya le sonaban a Marilyn por Natasha pero el estilo era completamente diferente. Aquel hombre de sesenta años se tomaba su tiempo, le proponía ejercicios sencillos aunque intensos y apelaba a su imaginación, a salirse de ella, a usar su libertad. Y, lo que es el azar, le recomendó que leyese Muerte de un viajante, al poco tiempo del primer encuentro de Marilyn con Arthur Miller. Por si no hubiera suficientes motivos para que Michael Chéjov cobrara ante la actriz la estatura de un padre, pudo hablar con él de su papel soñado, de Grúshenka, y la empujó a creer en su capacidad para interpretarlo.

Marilyn en el Actors Studio

Cuando Michael Chéjov murió en 1955, Marilyn había abandonado Hollywood por unos años, vivía en Nueva York e iba a clases en el Actor's Studio. Quería reorientar su carrera, quería decidir qué películas hacer, quería tomar el control de su vida. Y estaba enamorada de Arthur Miller. Al enterarse de la muerte de Michael Chéjov, Marilyn le pidió a Miller que leyeran juntos un fragmento de Los hermanos Karamazov, como un tributo íntimo al maestro. El gran dramaturgo americano debió sentirse tan conmovido al escuchar las palabras de Grúshenka en labios de Marilyn que le prometió escribir una adaptación de la obra de Dostoievski para que ella pudiera interpretar el papel de su vida. Quién sabe si Miller creyó vivir una epifanía en la que Norma Jean al fin se fundiera con Marilyn. Quizá fue la última persona que la escuchó -y la vio- en el papel de Grúshenka. Fue también aquel año de 1955 cuando Marilyn se aventuró en las páginas del Ulises de Joyce. Otra cosa muy distinta es si disfrutó o no con la lectura, si significó algo para ella, si le dejó algún poso; lo mismo cabría preguntarse a propósito de su paso por el Actor's Studio. No lo sé. El caso es que los libros fueron siempre importantes para Marilyn.

Marilyn en el Actors Studio

Cuenta Mankiewicz que cuando la actriz llegó al plató de Eva al desnudo para rodar su papelito traía Cartas a un joven poeta de Rilke bajo el brazo. Ante la sorpresa del director, Marilyn le contó que de vez cuando entraba en la librería Pickwick y echaba un vistazo, hojeaba algunos libros y la noche anterior había leído unas páginas del de Rilke y le había interesado. Entonces Marilyn le preguntó a Mankiewicz con un sentimiento de culpabilidad si estaba mal eso. El director le dijo que no, que estaba bien, que ésa era la mejor manera de elegir un libro. Mankiewicz notó enseguida que no estaba acostumbrada a que le dijeran que hacía algo bien. Y tenía razón, porque aquello significó mucho para Marilyn, tanto que al día siguiente le envió al director un ejemplar de Cartas a un joven poeta de regalo. La fotógrafa Eve Arnold, al hacer aquella famosa foto de Marilyn leyendo el Ulises, aprovechó el libro porque era un objeto vivo para Marilyn, porque la actriz había establecido un vínculo emocional con los libros. Por qué no imaginar que aquellas líneas que leyó mientras posaba le interesaron lo suficiente para leerlo en Nueva York.

Marilyn y Truman Capote

Quizá sólo hubo tres personas de talento, además de Michael Chéjov, que, en su momento, reconocieron el talento único de Marilyn. Uno fue Billy Wilder, aunque con el colmillo retorcido. Otra fue Constance Collier una actriz de larga experiencia que había empezado en las variedades, se convirtió en una actriz shakesperiana en Inglaterra y acabó en los escenarios neoyorquinos y en Hollywood. Truman Capote se la presentó a Marilyn para que le diera clases de arte dramático. Contance Collier sólo aceptaba a actrices profesionales, como a las dos Hepburn, Katherine y Audrey, pero una estrella como Marilyn... Poco después, en las palabras con que Constance Collier definió a Marilyn encontró Truman Capote el título para uno de sus retratos memorables: Es una adorable criatura (...) Lo que ella posee, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia deslumbrante, se perdería en un escenario. Es tan frágil y delicada que sólo puede captarlo una cámara. Es como el vuelo de un colibrí: sólo una cámara puede expresar su poesía.
Una adorable criatura es el título del retrato que Capote escribió sobre Marilyn. Una obra de arte. Sobra decir que Truman fue el tercero de la lista o el primero, según como se mire. Una adorable criatura acaba a orillas del muelle de South Street, en Nueva York, un 28 de abril de 1955. A Marilyn le gustaba estar allí porque olía a países remotos. Como quien busca en el horizonte o en un espejo la identidad perdida, quizá a Norma Jean que la llamaba desde el otro lado del mundo. Quién sabe si hubieran podido encontrarse a medio camino en el alma rusa de Grúshenka, en un país de lejanías.

10 comentarios:

  1. Marilyn fue, junto con Elvis, la primera persona a la que vi "viva", siendo consciente de que ya había fallecido -mi madre debió sudar para hacérmelo entrar en la cabeza: "sí, está ahí, pero ya no está..."-. Era verano e imagino que sería en "Informe Semanal", porque entonces no había mucho más (ni falta que hacía, viendo lo visto).

    A mi madre le gustaba esa mujer, decía que gustaba a hombres y mujeres por igual (cosa que también decía de Audrey). A esta la conocí en "Historia de una monja". A Marilyn la "conocí", cómo no, en "Con faldas y a lo loco", en ese programa llamado "Con H de humor", pero donde más me fijé en ella fue en " The Misfits".

    Algo tenía para que aún hoy se le dedique un texto como el tuyo.

    Saludos :)

    ResponderEliminar
  2. Genial, merecida y justísima entrada en honor de la gran Marilyn.
    Ya sabemos dónde acudir para saber cosas de ella -o simplemente recrearnos en esa espléndida serie de fotografías- cuando nos entre "morriña" de ella.

    Gracias, Daniel.

    Un abrazo
    Elías

    ResponderEliminar
  3. Me has sorprendido muy gratamente.Tenía una idea bastante equivocada sobre ella, o para ser exactos no tenía ni idea sobre la verdadera personalidad de Marilyn.
    Siempre la he visto como una gran actriz, una persona triste y perdida, que nunca llegó a encontrar su lugar en el mundo. Pero desconocía su pasión por la lectura.
    Qué bien que Angeles te haya tirado de la lengua.
    ¡¡Genial!!
    Un abrazo para los dos

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Me encanta Marilyn en "Con faldas y a lo loco" y sobre todo en "El príncipe y la Corista". No se si gustaba por igual a hombres y mujeres, como apunta Majo, yo creo que eso es más de Audrey o de Grace Kelly,ese tipo de diosas-suspiro, incluso de Katharine Hepburn, que es mi actriz favorita. Marilyn, Ava Gardner o Rita Hayworth gustaban de otra manera.

    La figura de Marilyn siempre me había parecido conmovedora. Ahora, después de leer esta entrada, me conmueve más. Si quiero decir que mi comentario sobre la anécdota que yo había leído que fue con Einstein en un libro de Martin Casariego y parece que fue con Georges Bernad Shaw, según dice otro lector, no pretendía en ningún momento hacer ver que a mi Marilyn me pareciera tonta, más bien llamar la atención sobre el triste hecho de que ella se sintiera así, incapaz, acomplejada... y de la arrogancia y la crueldad que hay a veces debajo de "la piel de la cultura"

    En cualquier caso, si de alguna manera ese comentario tuvo algo que ver con que se publicara esta entrada me alegro de haberlo hecho. Muchas gracias, Daniel, muchas gracias a Angeles y un abrazo fuerte.

    PS. Que se me olvidaba decir que me encantó la selección de fotos ;-)

    ResponderEliminar
  6. He disfrutado mucho con esta deliciosa entrada y confirma lo que yo quería pensar.
    Gracias, Daniel.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Y, si hubiese sido tan mala actriz como dicen algunos, cómo se explicaría que directores de tanto prestigio quisieran dirigirla y, alguno, repitiera incluso.

    La perdimos demasiado pronto pero, ya se sabe, por eso la recordaremos siempre igual de guapa.

    Gracias por tan excelente artículo al que llego por recomendación de mi buen amigo, Elías Moro. Prometo volver por este blog.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Gracias por este tipo de entradas, es un placer leer artículos como este.

    Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  9. LA CONSIDERO UNA GRAN ARTISTA NO DEL GENERO DRAMATICO PERO SI EN SUS COMEDIAS, SIMPATICA, ATRAYENTE, ME GUSTO MUCHO EN LA PICARA PURITANA CON IVES NONTANS.-

    ResponderEliminar
  10. LA CONSIDERO UNA GRAN ARTISTA NO DEL GENERO DRAMATICO PERO SI EN SUS COMEDIAS, SIMPATICA, ATRAYENTE, ME GUSTO MUCHO EN LA PICARA PURITANA CON IVES NONTANS.-

    ResponderEliminar