5/6/10

La leve forma de Ersilia

Italo Calvino

Italo Calvino enhebra en su Levedad -la primera de sus conferencias (de 1985): Seis propuestas para el próximo milenio-, entre otros zurcidos, a Lucrecio con Leopardi. Señala que De rerum natura es la primera gran obra que remite el conocimiento del mundo a lo infinitamente minúsculo, móvil, leve. Lucrecio es el primer poeta de la levedad: el vacío es tan físico como lo sólido, tan material, tan concreto. Es la poesía de lo invisible. De un poeta que no duda un instante de la materialidad del mundo. Italo Calvino concreta así la iluminación de Lucrecio:

Esta pulverización de la realidad se extiende también a los aspectos visibles, y ahí es donde descuella la calidad poética de Lucrecio: las partículas de polvo que se arremolinan en un rayo de sol dentro de un aposento a oscuras; las minúsculas conchas, todas iguales y todas diferentes, que la ola empuja indolente sobre la arena que se embebe; las telarañas que, mienras andamos, nos envuelven sin que nos demos cuenta.

Giacomo Leopardi escribe a los quince años con gran erudición una historia de la astronomía y la contemplación del cielo nocturno le inspirará bellísimos versos. Sabía de lo que hablaba. En el aquel de cavilar sin tregua sobre el peso de vivir, Leopardi destila la imposible felicidad con vislumbres de levedad: el vuelo de los pájaros, la voz de una mujer que canta en la ventana, la transparencia del aire y la luna. Sobre todo la luna, precisa Calvino: el calmo encanto de la luna.

Dolce e chiara è la notte e senza vento,
e queta sovra i letti e in mezzo agli orti
posa la luna, e di lontan rivela
serena ogni montagna...

(Dulce y clara es la noche y sin viento,
y quieta sobre los techos y entre los huertos
se posa la luna, y de lejos revela
serena cada montaña...)

Mark Rothko

Ayer mismo a estas horas el maestro nos hablaba de Rothko, de los pigmentos hechos pintura, visión mística. Y de la lentitud y la levedad que cifran la mirada. Pura plástica. Desposeída del espectáculo de la naturaleza. Como quien contempla el tapiz de grises de las nubes -o de rojos candentes en un crepúsculo- y la atmósfera pierde consistencia y los puntos cardinales declinan sostener el mundo. Y ya es otro tiempo, otro lenguaje, otro mundo. Otra forma. Un vacío habitable.


Como en Ersilia, una de Las ciudades invisibles de Italo Calvino:

En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, segun indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no pueden pasar entre medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos.
Desde la cuesta de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.

Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas.

Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma
.

La leve forma de Ersilia. La forma leve de Caro diario que evoca Blanco en su último diálogo -diálogos, por qué no, platónicos- a propósito de la película de Nanni Moretti, pero más allá o más acá del cine. De lo indecible, de lo inagotable, de lo indefinible. De lo que nos habló también ayer el maestro trayendo a colación los Maestros antiguos de Thomas Bernhard. En fin, telarañas, restos, naufragios. Lucrecio, Leopardi, Rothko. Lo invisible. La transparencia. La levedad.

3 comentarios:

  1. Nunca me cansaré de recomendar La ciudades invisibles.

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  2. El "Ensayo sobre la Ceguera" de Saramago y "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino me los regaló la misma persona. Los tuve un tiempo ahí, en espera, sin saber cual de los dos leer primero. Ganó Calvino, lo leí y a continuación leí el otro...Y bueno, luego si que tuve un problema porque no tenía ni idea de que leer después A cambio siempre se que regalar ;)

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  3. Sobre Italo Calvino (como dice mi hijo) tantas cosas, que no me acuerdo o (digo yo) que se me amontonan.

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