16/1/10

Un cuento chino

Italo Calvino

El 6 de junio de 1984 la Universidad de Harvard invitó a Italo Calvino a impartir un ciclo de seis conferencias. Llegó a escribir cinco, pero murió el 19 de septiembre de 1985, una semana antes del viaje previsto para dictarlas. Su mujer, Esther, encontró el manuscrito de las conferencias titulado Seis propuestas para el milenio en su escritorio, en perfecto orden, cada conferencia dentro de un sobre transparente y todas en una carpeta rígida, lista para la travesía. En esas propuestas Calvino abordaba valores o cualidades de la literatura que le eran particularmente queridos con vistas a situarlos en la perspectiva del nuevo milenio. Levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad son las propuestas que han llegado hasta nosotros.

Calvino cierra el capítulo dedicado a la rapidez con un cuento que dice mucho acerca de la escritura y no digamos sobre la escritura de guiones. Son apenas unas líneas y valen por toda una poética. Por algo es un cuento chino:

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. "Necesito otros cinco años", dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.


Sobra decir que éste no es el cangrejo que dibujó Chuang Tzu. Lo pintó Ch'en Shun, un pintor chino del siglo XV, con una técnica de dibujo a tinta que, por lo visto, se llama Sumi-e. De Chuang Tzu sabemos que era un filósofo del siglo IV a. de C., discípulo de Lao-Tse.

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