Hace setenta años murió en Colliure Antonio Machado. Había cruzado la frontera el 27 de enero con otros miles de refugiados españoles. Seis milicianos llevaron el féretro hasta el cementerio. Su tumba se convirtió en lugar de memoria. Y está bien que así siga siendo.
Refugiados españolas en las calles de Colliure
Quizá no haya imágenes más tristes que las de las rutas de la frontera con hombres, mujeres y niños camino del exilio. Camiones, animales, maletas. Son las imágenes de una derrota anunciada. Es
Morir… ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
Uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
El viejo poeta acompañó a
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo como los hijos de la mar.
En sus últimos días, seguía escuchando las noticias de España en la radio de la patrona del hotelito de Colliure y daba en pensar que, quizás los estrategas militares consideraran que habían perdido la guerra, pero quién sabe si por laberínticas conjunciones del tiempo al final habíamos ganado. Razones de poeta.
Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa.
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