16/3/10

Un cine llamado Godard

Delante, Jean Paul Belmondo y Jean Seberg;
detrás, Raoul Coutard, director de fotografía,
y Jean-Luc Godard en el rodaje de
À bout de souffle

Un 16 de marzo de hace cincuenta años se estrenó en París À Bout de souffle. El primer largometraje de Jean-Luc Godard. Desde esa película, el montaje, la dirección y la concepción del cine cambió. Porque se convirtió en algo más que una película, quizá un manifiesto, quizá una bandera. Probablemente no exista ningún cineasta que en los últimos cincuenta años haya concitado adhesiones más apasionadas y rechazos más indignados. Quizá no exista un cineasta más trabajador, más cinéfilo y más polémico. O más esencial, más influyente y más citado. Quizá tampoco exista un cineasta menos conocido. Sobre todo si tenemos en cuenta que no ha parado de hacer películas desde hace cincuenta años. Que yo recuerde la última película que se estrenó en España, digamos que normalmente, fue Je vous salue, Marie, en 1985, y aun con cierta repercusión aunque por motivos que no tenían que ver con el cine sino con las manifestaciones que se promovieron contra su exhibición por integristas católicos, "argumentando" que se trataba de un filme blasfemo; obviamente, no habían visto la película.



A estas alturas Godard es para la gran mayoría de los espectadores un desconocido, para una minoría el símbolo del cine más aburrido que pueda concebirse, para aquellos críticos que tienen a gala ver sólo cine americano es sinónimo de soporífero y arrogante a partes iguales, o sea, detestable. Y a una minoría aun más reducida de cinéfilos, digamos que nos encanta. Y qué significa que nos encanta: pues que a veces nos deslumbra, a veces nos irrita, a veces nos incomoda, a veces nos impacienta, a veces nos embelesa, a veces nos desconcierta, a veces nos confunde, a veces nos cautiva. Pero nunca nos aburre. Pero quizá no hace falta decirlo, basta con señalar que Godard es Godard, sí, es una tautología, pero no se me ocurre nada mejor para indicar que Godard es otra cosa que un cineasta, es un cine. De la misma forma que se habla de cine mudo o de cine sonoro o de cine americano o de cine español, podemos hablar de un cine Godard. Podríamos decir también que sus películas son su biografía y que vive donde trabaja y el trabajo es su vida, que hacer cine para Godard es vivir; que hacía cine ya cuando no hacía películas sino que escribía, las críticas de Godard son ya una forma de filmar porque son una forma de mirar; pero además es el gran enciclopedista -como los del XVIII- del cine, basta ver sus Histoire(s) du cinéma, una obra maestra del ensayo fílmico -que definió como una forma que piensa-, pero que en realidad es la obra de un poeta.


Y es que contemplar el cine de Godard -resulta casi impropio hablar de películas cuando se trata de una obra como la suya- supone abrirse a la experiencia de la mirada que cuaja en formas que se cuestionan a sí mismas en el curso del tiempo, que entran en colisión, que toman direcciones inesperadas. En el cine de Godard cabe el diario, la carta, el poema, el relato, el titular, la cita, la pintura, la música... Cabe el mundo y cabemos todos. Basta que no busquemos lo que ya conocemos o lo que ya hemos experimentado o lo que ya sabemos que es el cine. Porque Godard se ha echado el cine, todo el cine, sobre sus hombros para que sigamos descubriendo el cine como si fuéramos los Lumiére y no supiéramos lo que vamos a inventar, como si no supiéramos lo que es el cine. Porque en cada tramo de su cine Godard ha tratado de verlo como si fuera la primera vez. Por eso pareciera que cada tramo de su cine fuera obra de un heterónimo. ¿Y cuál de ellos es Godard? Quizá ninguno, quizá Godard nos esté esperando ya en la próxima encrucijada del camino del cine.


En Belleza fatal, uno de los capítulos de sus Histoire(s), Godard confiesa que necesitamos el cine para las palabras que se nos quedan en la garganta, para acercar trozos del mundo que están alejados -es su visión del montaje, su bella preocupación-, para encontrar la iluminación en el choque de las imágenes y de los sonidos, para desenterrar la verdad. Porque una imagen/ no es poderosa/ porque es brutal o fantástica/ sino porque la asociación/ de las ideas es lejana/ lejana y justa. Es el cine según Godard. Quizá en ningún otro cineasta encontramos tan nítidas huellas de la experiencia del cine como salvación, del cine como hogar, del cine como alfabeto de la existencia. En una entrevista realizada en octubre de 1973 poco después del estreno de El espíritu de la colmena, Víctor Erice confesó qué importante resultó para él ver la obra entera de Godard (hasta ese momento, claro) antes del rodaje de la película: Creo que la experiencia de Godard ha sido capital dentro del desarrollo del cine contemporáneo y constituye una referencia inevitable. En su obra hay contenida una interrogación total, llena de desgarramientos, sobre el sentido del lenguaje cinematográfico.

Fotograma de À bout de souffle

En realidad, iba a escribir sobre À bout de souffle pero ya lo hice cuando hablé de la chica de la película, de la chica de los periódicos, de Jean Seberg.



Y luego pensé que quizá no hacía falta hablar de su primer largometraje, valdría cualquier otra película suya. En ningún cineasta, como en Godard, cobra visos su obra como si de un work in progress se tratara. Y, es verdad, me gustaron mucho Le mépris (1963), Sauve qui peut (la vie) (1980) y Elogio del amor (2001) . Pero el cine de Godard al que vuelvo una y otra vez es al cine de los años de Anna Karina: Une femme est une femme (1961), Vivre sa vie (1962), Bande à part (1964), Alphaville (1965), Pierrot le fou (1965), Made in USA (1966).

Anna Karina en Le petit soldat

Hace cincuenta años rodó su primera película con Anna Karina, Le petit soldat. Y se enamoraron. En la película salta a la vista esa historia de amor. Para Anna Karina fue un amor para siempre. A Godard uno le perdona cualquier cosa por habernos entregado para siempre las películas con Anna Karina. Así que esta entrada debe entenderse, lo siento Jean-Luc, como un prólogo a las venideras que se merece Anna Karina en un cine llamado Godard.

Godard encuadra a Anna Karina
en
Bande à part

2 comentarios:

  1. Daniel: primera vez que aparezco por aquí y encima no es para comentar esta última entrada sino para saludarte.
    Desde que creé mi blog hace un par de meses http://eljuegodelataba.blogspot.com, y que te invito a visitar, te tengo enlazado, casi cazado a lazo.
    Me gusta mucho tu mirada sobre el cine, cómo nos haces aprender cosas de las películas que quienes amamos el cine sólo como espectadores muchas veces desconocemos.
    Y es de agradecer ese caudal de conocimientos y pequeñas historias que se esconden detrás de la butaca y la pantalla.

    Un saludo.
    Elías

    ResponderEliminar
  2. Mi relacion con Godard es muy contradictoria. Algunas de sus peliculas me fascinan, otras me resultan demasiado irregulares pero lo que no se le peude negar es que asomarse a su cine es siempre una fuente inagotable de rebeldia, de frescura y de sorpresa.

    ResponderEliminar