7/3/10

La escuela de Robin Wood


Más de una vez el amigo Diomedes Díaz me ha insistido en que escribiera sobre Howard Hawks y me reprochaba que olvidara -cómo puedo olvidarlo- a quien hizo La fiera de mi niña (1938), Sólo los ángeles tienen alas (1939), Luna nueva (1940), Bola de fuego (1941), Tener y no tener (1944), Río Rojo (1948), Río Bravo (1959), Hatari (1962) o Eldorado (1966). Y cada vez que me lo echaba en cara pensaba uno que no podría escribir de Howard Hawks sin hablar de Robin Wood, porque allá por los primeros ochenta -ya del siglo pasado, hay que ver- había leído el mejor libro, en mi opinión, que se haya escrito sobre Hawks.

Hawks y Angie Dickinson
en el rodaje de
Río Bravo

Lo escribió Robin Wood, lo publicó la editorial JC y lo leímos con devoción. Lástima que no lo tenga ahora a mano. Robin Wood lo había escrito en 1968, pero en 1981 añade un epílogo retrospectivo donde enhebra la propia trayectoria biográfica con la filmografía de Hawks y sus avatares como crítico. Cuatro años antes, Wood se había marchado de Inglaterra, se había establecido en Toronto, había hecho pública su condición homosexual y había escrito un artículo sonado: "Responsabilidades de un crítico de cine gay". Más adelante leí también las monografías que le había dedicado a Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman y a Arthur Penn.



En 1985 había contribuido a fundar la revista Cineaction y desde sus páginas exploró la obra de Edward Yang o Abbas Kiarostami. Me gustaba mucho cómo escribía, la calidez y la pasión con las que "contaminaba" sus textos, y la claridad con que exponía los argumentos a la hora de iluminar la obra de un cineasta: justo el crítico por el que suspirábamos. Fue uno de mis maestros. Y acabo de enterarme con casi tres meses de retraso de que murió de leucemia el 18 de diciembre pasado en Toronto, a los 78 años. Un mes antes le había dictado a Jonathan Rosenbaum su lista de películas favoritas, por supuesto Río Bravo encabezaba la lista.



Antes de que Robin Wood nos empujara a profundizar en los entresijos de la obra de Hawks, ya habíamos visto algunas de sus obras más importantes, por eso la lectura del libro nos enseñó a verlas mejor, pero también a mirar el cine de otra forma, porque entendimos que escribir sobre cine era como escribirnos, como confesarnos, como retratarnos. Nos enseñó que ver cine y escribir sobre cine representaba un compromiso moral. Y esas son lecciones que no se olvidan, sobre todo porque Robin Wood no pretendía aleccionar a nadie, sólo compartir una mirada sobre un cineasta que amaba. Ahora que sé que ha muerto me pregunto si el cine de Hawks sigue representando aquello que un día significó para nosotros.



Pero hace unas semanas pasaron en un canal Sólo los ángeles tienen alas y bastaron las primeras escenas para que no pudiera apartar los ojos de la pantalla. Como tantas películas de Hawks cuenta una historia de amor entre hombres. Sí, sería correcto decir que cuenta una historia de amistad masculina, pero si se trata de Hawks -o sea, Sólo los ángeles tienen alas, Tener y no tener, Río Rojo, Río Bravo o Eldorado- hay que nombrar las cosas por su nombre: se trata de una historia de amor. Porque, a ver, de qué va la maravillosa escena de la despedida entre Cary Grant y Thomas Mitchell, sino de amor.



Una historia de amor cifrada en una moneda que atraviesa la película cargándose de significado, convirtiéndose en un objeto elocuente que revela lo que el laconismo de los personajes oculta (como en Scarface, entre Paul Muni y George Raft). Por no hablar de lo mucho que cuenta el hecho de que Cary Grant siempre tenga que pedir fuego. Y, claro, también es una película de aventuras (y la historia de una segunda oportunidad, o sea, de una redención), con guerra de sexos por medio -cómo no-, donde se conjugan la complejidad con la claridad, la construcción con la transparencia y la densidad con la fluidez.



Es decir, Sólo los ángeles tienen alas es la obra de un gran narrador cinematográfico pero también de un gran director de cine que convierte la acción dramática en una evidencia fílmica, como quien no quiere la cosa. Bastaba ver. Por eso colocaba la cámara a la altura de los ojos. Para que viéramos aquello que sólo podía contarse mediante una sintaxis de silencios y heridas en carne viva enmascaradas. Una máscara que a las mujeres de Hawks -Jean Arthur, Barbara Stanwyck, Lauren Bacall, Katherine Hepburn o Angie Dickinson- les llevaba lo que duraba una película arrancar. Porque eran nuestros ojos los que contaban para Hawks. Y ésa fue una de las lecciones primordiales que aprendimos en la escuela de Robin Wood.


Robin Wood en el Festival de Cine de Toronto
en 2006

Addenda del lunes 8 de marzo:

Son las 10,45 y acabo de encontrar el libro sobre Howard Hawks de Robin Wood. Ya ni lo buscaba, simplemente apareció al cambiar unos libros de sitio. Tiene anotada la fecha en que lo compré -el 4 de agosto de 1982- y la etiqueta de la librería Michelena de Pontevedra. Lo hojeo y compruebo que subrayé el pasaje en la que Robin Wood señala la importancia del trabajo del cineasta sobre, llamémosle así, la falsilla de los géneros: Hawks puede que no haya creado ningún género, pero ha firmado, probablemente, la obra maestra de cada género que ha tocado (p. 13). No comparto esa valoración salvo, quizá, en el caso de Sólo los ángeles tiene alas, pero desde luego todas esas películas de Hawks que cité al principio de esta entrada son obras mayores en su género. Y Wood tiene toda la razón cuando señala la mirada personal de Hawks sobre los géneros, una mirada que cuajaba en el trabajo del director con sus actores en el plató, y en ese sentido cabe también hablar del guión como una falsilla de la película en la que el texto, no sólo cobraba vida, sino que se evidenciaba, como si no pudiera existir bajo otra forma, como si no hubiera sido escrito, como si la película naciera ante nuestros ojos por primera vez.


Hawks y Lauren Bacall en el rodaje
de
Tener y no tener

Dejemos que sea Wood quien lo explique: El sistema de trabajo de Hawks ha sido siempre muy concreto. Empieza por el deseo de contar una historia. Sus materias primas son no sólo la historia y los personajes, sino también los actores. Se modifican los diálogos y las situaciones durante el rodaje a medida que la personalidad del actor se funde con la del personaje que representa. Así, la importancia de un film de Hawks no se debe a algo que pueda estar escrito en un papel antes de la filmación (p. 14). A diferencia de otros directores, la creación real de una película para Hawks reside en esa colaboración con los actores y la cámara que constituye la puesta en escena, un arte concreto (p. 15). Para el director de Río Bravo los actores no son nunca marionetas sino seres humanos y trabajaba con ellos en un proceso de -obligatoria y gozosa- colaboración creativa.


El segundo capítulo del libro se titula Dignidad y Responsabilidad y lo dedica a tres películas: Sólo los ángeles tienen alas, Tener y no tener, y Río Bravo. Encuentro subrayado un fragmento que da cuenta del núcleo germinal, no sólo de los tres filmes, sino de la obra entera del cineasta: Una de las cualidades más sólidas de Hawks -y, en el arte del siglo XX, una virtud bastante rara- es su capacidad para retratar convincentemente relaciones creativas con las que los personajes se ayudan unos a otros y a través de ellas evolucionan hacia una mayor madurez, confianza en sí mismos y equilibrio. Y se pregunta Wood -recordemos que publica el libro en 1968- si será eso lo que suscita la impresión en algunas personas de que son películas pasadas de moda. Y creo que para cerrar esta addenda nada mejor que un párrafo de los que le dedica a su película favorita: "Río Bravo" es la más tradicional de las películas. Detrás de ella está la totalidad de Hawks, la tradición completa del western y Hollywood mismo. Si se me pidiera escoger una película que justificara la existencia de Hollywood, creo que me decidiría por "Río Bravo". Hawks es más personal e individual cuanto más firmemente tradicional es su trabajo: cuanto más establecidas están las bases, más libre se siente de ser él mismo. Todo lo que aparece en "Río Bravo" tiene su origen en la tradición del western; sin embargo, todo en ella es esencialmente hawksiano (p.39)


Hawks con Angie Dickinson
en el rodaje de
Río Bravo

A Robin Wood, in memoriam.

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