31/3/10

Fado adentro


En una vieja, tanto como de 1903, historia del fado -de Pinto de Carvalho (Tinop)- leí hace años que el fado, la navaja y la guitarra constituyen la trinidad adorada por los lisboetas, que para los portugueses son extremeños, es decir, de la Extremadura lusa. El fado canta, cuenta aquella vieja historia, el negro sino de los infelices, la ironía del destino, el dolor lancinante del amor, de la ausencia, de la tristeza, de la desesperación. La melancolía es el fondo del fado como la sombra es el fondo del firmamento estrellado. Nada menos. Es explicable, fado viene de fatalidad. Y en palabras de Teófilo Braga, autor de una Historia de la poesía popular portuguesa (1872), germina entre la gente de mal vivir al tiempo que narra los sucesos vulgares de las clases más bajas de la sociedad, un canto que infunde pesar, sobre todo en la mudez o en el ruido de la noche, cuando los sonidos afloran confusos desde el fondo de los garitos o mezclados con las risas de los lupanares.

Para Tinop el fado nace en el mar, a bordo de los ritmos infinitos de las olas, en la convulsión de esa alma del mundo, en la embriaguez susurrante de esa eternidad de agua. Parece ser que el fado aparece en las calles de Lisboa sólo después de 1840. Hasta entonces el único fado que existía -o fado do marinheiro- se cantaba en las embarcaciones mientras se faenaba, como una canción de trabajo y fue ese fado do marinheiro el modelo que inspiró los primeros fados que se tocaron y cantaron en tierra. El ritmo del canto se subraya con los golpes del pie en el piso de tierra y se acuña la expresión bater o fado. Y fue en la década de los 40 del siglo XIX cuando surge en Lisboa la primera voz del fado con aura de leyenda, la Severa.


María Severa nació en la Madragoa, un barrio de la desembocadura del Tejo, donde su madre regentaba una taberna y allí empezó a bater o fado de niña. La leyenda de la Severa cuaja en la Mouraria, un barrio de mala nota ya desde 1755. Por lo visto era una chica alta, bonita, de bella figura, bien plantada y de ojos negros. Cantaba y batía o fado como un fadista. Y fumaba. En la historia del fado no falta un capítulo -y no el menos extenso- dedicado a los amores de Severa con el Conde de Vimioso, prueba de que también la nobleza lusa caía enredada en la fascinación del fado, y especialmente de la voces del fado. Señal también de que el fado pronto daría el salto de las tabernas a los salones de moda, una fase que comienza en 1868 o 1869. La Severa murió el 30 de noviembre de 1846, tenía 26 años. En el disco Lágrimas puede escucharse en la voz de Dulce Pontes el Novo fado da Severa. Otras voces amojonan la edad mítica del fado como la Custódia, la Cesária, la Luzia a Cigana, la Isabel do Morais, Ana do Porto, A Borboleta, a Albertina, a Leopoldina, a Cacilda Romero. Y cada cantante de fado tenía su fado como Severa tuvo el suyo. Y letristas como Ernesto Marecos, Antonio Viana, Carmo e Sousa o Boaventura Henriques de Carvalho. Entre los guitarristas legendarios debemos citar, por lo menos, a Joâo María dos Anjos, un zapatero de Alfama, hijo de zapateros, que empezó tocando en un café de la Ribeira Velha, llegó a ser profesor del príncipe Carlos y murió de tuberculosis.


La primera voz del fado que llegó a mí fue, cuál si no, la de Amalia Rodrigues, la gran Amalia. Cuentan que se refugiaba junto al Atlántico después de las giras de conciertos y los vecinos ponían carteles al comienzo del camino que pasaba junto a la casa de la cantante: "Hablad bajito, Amalia descansa". Después llegaron Carlos do Carmo, Dulce Pontes, Misia, Mariza o la pequeña gran Cristina Branco. Cuando tengo tiempo suficiente para escribir un guión dedicándole todo el tiempo que necesita, o sea, cuando no te encargan un guión para ayer, como sucede casi siempre -como el que escribo estos días-, acostumbro a componerlo con una banda sonora. Elijo una música para una escena, algo que se escucha en una casa y llega por la ventana abierta hasta la calle por la que pasa uno de los personajes; o una canción que se escucha en la radio mientras otro personaje trabaja en una carpintería; o aquélla que resuena en el recuerdo de quien ahora está a punto de vivir un encuentro decisivo. Es mi manera de amueblar los adentros de los personajes. En los guiones que pude trabajar así en los últimos diez años siempre aparecía algún fado. En una de esas bandas sonoras se escuchaba Chuva, que aparece en el disco Fado em mim de Mariza. Como hoy se cumple el quinto cumpleaños de youtube, y aquí echo mano de sus contenidos de cuando en vez, voy a celebrarlo enlazando aquí ese tema colgado allí; las imágenes son muy pobres, y en fin, se trata de escuchar el fado, así que siempre se puede ver para otro lado, para adentro por ejemplo.

2 comentarios:

  1. Muy interesante leerte, como siempre.
    Qué bella es la música del fado

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  2. Es una pena que no pueda ya subir música a caminando.
    Los fados se instalaron en mis "adentros",como los recuerdos:Portugal,Praia de Mira,Coimbra,Carlos do Carmo ,mi padre...
    Añoranzas.
    Un saludo

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