6/3/10
Género del bueno
Hacía meses que no veía una película tan intensa en el cine. Un profeta (2009) de Jacques Audiard son 155 minutos de muy buen cine. De buen cine de género. Polar francés. Digno de un Jean-Pierre Melville. Un profeta es de esas películas en las que la ficción irrumpe vigorosa, dominadora de los registros, con la energía necesaria en el trazo de los personajes, en la creación de la atmósfera carcelaria que los envuelve y en el dibujo de las redes que los atrapan irremediablemente en una trama de dolorosa iniciación de un protagonista ingenuo en un universo criminal preciso. La concentración espacial -entre los muros de la prisión, casi siempre- y el itinerario emocional de Malik El Djebena a lo largo de los cinco años que cumple de condena dotan de fuerza metafórica a la película sobre un joven de diecinueve años que se convierte en un mafioso con cierto poder en la telaraña de relaciones de fidelidad, sumisión y poder que se tejen en la cárcel; un desarrollo dramático que nos permite asistir a la formación de un gánster surgido de la inmigración magrebí y al desplazamiento del poder desde los viejos clanes corsos hacia los nuevos colectivos étnicos de Francia.
El polar, como el cine negro o el cine criminal, da cuenta de la deriva de la sociedad contemporánea, y Un profeta muestra cómo los desheredados se buscan la vida para sobrevivir si el estado no aporta más respuesta estructural que la represión y la cárcel. En ese sentido, cabe leer Un profeta como una revisión de la historia de Vito Corleone en El Padrino II, en buena medida también porque la trama de aprendizaje emerge en el seno de una relación paterno-filial. Pero lo que en el filme de Coppola cobraba visos de tragedia, en el de Audiard cobra las trazas de una crónica de urgencia a través de un cierto hiperrealismo, diríamos que sólo comparable a Leonera de Pablo Trapero. Y ambas visiones se traducen, sobra decirlo, en puestas en escenas de diferente naturaleza. Pero el destino que atrapa al inmigrante desposeído es el mismo, allí y aquí. Porque las fronteras nunca son horizontales, sino verticales. Están los de arriba y los de abajo. Los poseedores y los desposeídos. Y el género criminal siempre estará ahí para documentarlo, aunque sea con (la mirada de) la ficción. Ficción con mayúsculas. Como Un profeta.
Hace apenas una hora que salí del cine y me gustaría volver a verla. Y quizá lo haga, para darle unas cuantas vueltas a un filme que lo merece. Aunque bien pensado quizá espere al dvd para verlo en versión original. Desde luego tiene mucho que ver, porque una de las ironías de la película de Jacques Audiard podría cifrarse en lo muy útiles que le resultan al protagonista los aprendizajes de la cárcel a la hora de buscarse la vida cuando sale de permiso, hasta que consigue la libertad condicional. Y hasta qué punto la cárcel apenas si es un reverso tenebroso del mundo más allá de los muros de la prisión, hasta qué punto llegan a convertirse en universos paralelos, hasta qué punto las máscaras resultan intercambiables. Aun fuera de la prisión, lo carcelario se convierte en una matriz visual que aherroja al protagonista bajo la forma (cinematográfica) de lo inexorable. Por eso, si Un profeta resulta tan intensa es porque permite -y aun exige- una reflexión que deriva de una inteligente puesta en escena de lo real. Y esa apertura la convierte en una película valiosa, que explora un microcosmos asfixiante con un sentido -diríase que con un compás- profundamente moral, conjugado con una lógica implacable y la observación precisa de los detalles, o sea, una película que, como una construcción bien armada, cuaja a partir de un guión -de Audiard y Thomas Bidegain- urdido con maestría y puesto en pantalla con el nervio que requiere. Cine de género, sí, género del bueno.
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ResponderEliminarAún no he podido ver la película " Un profeta" ,espero poder hacerlo.
También yo me uno a la campaña internacional por la libertad de Jafar Panahi.
Un saludo
Peliculon.
ResponderEliminarY ese ultimo plano, que me recordo a otro de El Padrino I, aquel en el que Michael y Kay van andando mientras les sigue un coche oscuro.