1/10/09

Poética (labriega)

Desde hace dos años tengo cerca un librito que abro en trances de confusión y me recuerda aquello que no debo olvidar, pero también me pone tareas y me disciplina, y de paso me amojona las ideas en las calendas del extravío. O sea, me regresa a casa cuando estoy a punto de perderme en el bosque, como Pulgarcito. El librito se titula Sobre arte y literatura y su autor es Joseph Joubert.


Joubert es de esos escritores sin obra o con una obra excesiva o con una obra única (literal y metafóricamente). Depende de cómo se mire. Escribió un diario de 9.000 páginas (sí, 9.000) de pensamientos, reflexiones y aforismos. Amigo de Chauteaubriand -que prologó la primera edición de sus Pensamientos en 1838, catorce años después de su muerte-, prefería sus lecturas, sus tertulias, sus sueños, sus caminatas de diez o quince quilómetros hiciera el tiempo que hiciera, que escribir diez líneas. En palabras de Sainte-Beuve, no era de esos que construyen y fundan, sino de los que siembran. Diríase que sacrificó su obra pensando sobre la obra.


Joseph Joubert (1754-1824)

Sobre arte y literatura,
editado por Periférica, contiene algunas de esos pensamientos cristalizados durante toda una vida de lector, de gran lector (no tanto a lo ancho, sino en lo profundo), de lector devoto, y constituye una poética brevísima y esencial. Aquí os dejo algunos hilos de las reflexiones decantadas por ese escritor inmolado en el aquel de pensar sobre la obra perfecta:


Un libro ordinario no debe contener más que un tema; pero un buen libro debe contener un germen que se vaya desarrollando por sí mismo como una planta.

Hay que tratar a las lenguas como a los campos; para volverlas fecundas, cuando ya no son nuevas, hay que removerlas desde lo más profundo.

No es necesario que haya amor en un libro para que nos encante, pero sí es necesario que haya mucha ternura.

Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor.

Homero pintó la vida humana; cada aldea tiene su Néstor, su Agamenón, su Ulises; cada provincia tiene su Aquiles, su Diómedes, su Áyax; cada siglo tiene su Príamo, su Andrómaca, su Héctor.

Una obra de arte no debe de tener el aspecto de una realidad, sino de una idea.

Lo importante, en la elocuencia y en las artes, no está en lo que decimos, sino en lo que dejamos oír; no está en lo que pintamos, sino en lo que dejamos imaginar.

En el lenguaje ordinario, las palabras sirven para nombrar las cosas, pero cuando el lenguaje es realmente poético, las cosas sirven para nombrar las palabras.

El final de una obra debe hacer recordar siempre el comienzo.

Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos.

Hay mil maneras de decir lo que se piensa, y una sola de decir lo que es.

Antes de emplear una palabra hermosa, hazle un sitio.

Son buenas obras sólo aquellas que han sido durante mucho tiempo, si no trabajadas, al menos soñadas.

Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros.


En fin, un breviario de poética (labriega).

1 comentario:

  1. O formato de texto do aforismo ás veces resúltame excesivamente rotundo, non sei, creo que prefiro outras lecturas, onde a reflexión é máis indirecta,ou permanece máis oculta.
    Aínda así, atopo nesta listaxe de pensamentos algún que non está mal: ese de que as linguas son como os campos, que hai que removelas para que sexan fecundas.
    Mais non coincido en absoluto con iso de que "Hai mil maneiras de dicir un pensamento, e unha soa de dicir o que é"(cheira afundamentalismo)
    Hai algo que non me gusta deste tipo amigo de Chateaubriand (que tampouco se conta entre os meus preferidos do XIX nin moito menos, estando Prosper Merimée, Poe, Guy de Moupassant,W.W. Jacobs,etc), iso que comenta o tal Sainte-Beuve: "non era dos que constrúen e fundan, senón dos que sementan", non sei...Iso de sacrificar a obra pensando na obra.Inmolación, sacrificio, demasiado funamentalismo relixioso para o meu body.

    Por certo, señor La escuela de los domingos, sendo galego e vivindo en Aghiño, por que non remexes un pouco o campo da nosa lingua para que siga sendo fecundo e de paso amolas un pouco a Gloria Lago, e a Negreira? Os tempos son duros para o noso preciado idioma, e non creo que a Fernando Fernán Gómez lle desagradase como soa A escola dos domingos, incluso dos dominghos.

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