30/6/09

Sombras


Los dinosaurios se resisten a jubilarse. Fritz Lang se estaba quedando ciego y aun así quería seguir haciendo películas, y cuando se resignó, la vida le dio asco. Orson Welles se pasó los últimos años intentando acabar tantas películas (inacabadas), o quizá sólo lo fingía, porque si las acababa entonces para qué vivir. Ahora los herederos de los dinosaurios se han convertido en dinosaurios ellos mismos y se resisten a un mutis discreto. Ningún cineasta es canso en el aquel de pronunciar "¡acción!" una vez más, incluso con una botella de oxígeno al lado, como John Huston rodando Dublineses. Pensaba en ellos después de ver Tetro, la última película de Coppola. Sólo que este dinosaurio, que se arruinó con Corazonada a principios de los 80, que siguió haciendo películas para pagar sus deudas, que consiguió recuperarse en lo financiero con el éxito de Drácula a principios de los 90, y que puso fin provisionalmente a su obra con Legítima defensa en 1997, se hizo rico con el vino y ahora renace como cineasta independiente, errabundo o, como a él le gusta imaginarse, un cineasta libre, a la manera de los cineastas europeos de los sesenta, en 2007 con Yout Without Youth y en 2009 con Tetro, a sus setenta años, a la edad en que John Ford rodó su última película, Siete mujeres.


Francis Coppola

Francis Coppola, sobra decirlo, es uno de los seis cineastas americanos impresdindibles de los últimos treinta años del siglo XX. Fue siempre uno de nuestros cineastas favoritos. Apasionado, excesivo, sentimental, soberbio y visionario, y además nos caía muy bien. Cómo olvidar la apertura de aquella multitudinaria rueda de prensa en Cannes tras la presentación de Apocalypse now: "Esta no es una película sobre Vietnam, mi película es Vietnam". Una frase que da la medida de un cineasta convertido en leyenda. Por precisar sucintamente la grandeza de su filmografía señalaré que El Padrino II es una obra maestra de la historia del cine, que La conversación, El Padrino I, El Padrino III, Apocalypse Now y Rumble Fish son grandes películas, que Corazonada, Rebeldes, Peggy sue se casó, Cotton club y Drácula son muy buenas películas, que Llueve sobre mi corazón, Tucker y Legítima defensa son buenas películas, y ya puestos la trilogía de El Padrino en su conjunto -también la versión epica- es una de las obras cumbre del cine. Cabe recordar que muy pocos valoraron en su momento obras como Apocalypse now o Rumble Fish, por no hablar de El Padrino III o Corazonada, y conviene precisarlo porque ahora se reivindica todo Coppola desde 1997 hacia atrás, justo para denigrar el Coppola del siglo XXI.

Coppola en el rodaje de Tetro

Formalista, desmesurado y grandilocuente. Incluso lamentable. Así han despachado Tetro. Lo de lamentable puede aplicarse a una crítica falta de rigor cuando se habla, por ejemplo, de que los flasbacks se rodaron "gratuitamente" en color -en un filme en el que domina el blanco y negro-, simplemente es no entender o no querer entender la película, o pereza ante una película a la que no pueden aplicarse lo parámetros del cine clásico -¿a quién se le pueden aplicar hoy el aquel de clásico?- y ante un cineasta que, podrá ser clasificado de muchas maneras, pero desde luego no de clásico; pereza, en definitiva, para aplicar criterios que vayan más allá de las "tripas" y para abordar obras nacidas en unas coordenadas de producción movedizas y desde una propuesta estética fronteriza con el exorcismo. Estamos, por tanto ante una obra que, evidentemente, resulta irritante, excesiva, formalista, desmesurada, grandilocuente, desequilibrada y redundante, pero es también, en diversos tramos, emocionante, intensa y deslumbrante, y siempre, arriesgada, íntima y hermosa. Es decir una obra imperfecta. Y ahora cabría establecer un listado de películas de Coppola que en mayor o menor medida sean irritantes, excesivas, grandilocuntes, formalistas y desequilibradas, y casi todas las películas de Coppola lo son en grado variable. Casi todas imperfectas. Y, desde luego, Coppola siempre fue un cineasta desmesurado. Ésa fue su grandeza. Y su debilidad.


Coppola en el rodaje de Tetro

Tetro es una película sobre la familia, o más precisamente, sobre la mitología familiar del cineasta, o mejor aún, sobre los fantasmas de los que se nutren sus películas -las del siglo XX-, una indagación en los nutrientes del imaginario de Coppola. La atmósfera de Rumble Fish, el arrebato operístico de El Padrino y Corazonada, la filiación wellesiana de Citizen Kane y El cuarto mandamiento, el sustrato melodramático de la pulsión parricida (y fratricida), la experiencia del tiempo como acabamiento y la pasión por el cine como conjuro y como resistencia, el tratamiento sonoro como una trama de sensaciones casi táctiles que cristalizan un universo mental... Un filme que desnuda los personajes hasta despojarles de carne, hasta que devienen símbolos, figuras, trasuntos, sombras de un secreto, de un crimen y de una culpa. De ahí la dificultad extrema de los actores -Maribel Verdú incluida- para encontrar el registro adecuado en cada momento del filme, pero que, cuando consiguen metamorfosearse con las sombras que en realidad han de ser, Tetro resplandece, e ilumina los rincones remotos de la filmografía de Coppola, fragmentos vivos de una muñeca rota, como la de Los cuentos de Hoffmann de Michael Powell y Emeric Pressburger que se cita en la película. Tetro aparece poblada por unos personajes cautivos de la luz (del cine), habitantes de un mundo cuya única realidad convincente son las películas (de ahí los flashbacks en color, como fragmentos de las películas que pueblan su imaginario), cuya única memoria posible se cifra en el celuloide. Sombras nada más. Fantasmas de un filme sin fin. De los rincones oscuros de la obra de Coppola. Sombras.

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