4/6/09
La soledad
Desde hace quince días le recomiendo a quien me pregunta por una película de la cartelera con la que pasar un buen rato Vacaciones de ferragosto. Añado que es una película encantadora. Y advierto que la película (sólo) debe verse en versión original. Obviamente, con este último requerimiento las opciones se reducen de forma dramática -tampoco sería exagerado emplear el adjetivo "trágica"-, nosotros la vimos en Madrid. Esta tarde estuve hablando con Pepe Coira de ella -la vio en Barcelona-, me contó cuánto le gustó y que pasó un rato estupendo. Entonces he caído en la cuenta de que no había comentado aún la película en esta escuela. Escribí sobre ella hace poco pero no aquí. Seré prudente por si alguien se anima a verla y no desvelaré nada que perjudique el disfrute de esta película deliciosa.
Pero antes, unas palabritas a propósito del doblaje. Ya sé que es una batalla perdida la de las películas en versión original, en realidad ni batalla hay. Tampoco merece la pena debatir con una corriente "académica" de los profesionales del doblaje gallego empeñada, no sólo en ganarse la vida -nada que objetar- sino en el aquel de ennoblecer y aun reivindicar la "traducción" -así denominan el quebranto- de las películas, sin olvidarse de "revisar" la historia y limpiar el origen fascista y/o franquista del doblaje de la películas. Una actividad que, dígase lo que se diga, a quien primero beneficia es a la industria americana que nunca pasaría por un quod pro quo. No, no pretendo debatir, tan sólo mencionar un artículo de Eduardo Noriega Por qué prefiero el cine sin doblar publicado en el Babelia hace unas semanas y que olvidé traer por aquí. Si preferís os lo resumo, es muy fácil. Eduardo Noriega defiende la posibilidad de que los espectadores puedan ver la película que elijan en versión original, simplemente pide que se le dé una oportunidad a quienes prefieran el cine sin doblar. En Galicia sólo hay una sala comercial que proyecte en versión original y no todas las semanas. O la había, por lo menos hasta que vimos Un cuento de Navidad de Arnaud Desplechin, como conté aquí, porque acabo de consultar la cartelera gallega en El País y compruebo que Vacaciones de ferragosto se proyecta en dos salas, una en A Coruña y otra en Vigo, en ambas doblada. Le honra a Eduardo Noriega el artículo, sobre todo si tenemos en cuenta que no es frecuente -vaya eufemismo, la verdad es que no recuerdo la última vez- que los de su gremio levanten la voz en defensa de la versión original. Bien, damos por terminado el inserto, y volvemos a Vacaciones de ferragosto.
Se trata de una pequeña y luminosa película italiana escrita, interpretada y dirigida por Gianni Di Gregorio. Pequeña por presupuesto y por duración -apenas 75 minutos-. Y luminosa porque ilumina una realidad que preferimos no ver o ante la que cerramos los ojos; pero también por la mirada con que contempla esa realidad. Lo de escrita, interpretada y dirigida no exigiría demasiados comentarios si no fuera porque estamos ante la opera prima de un cincuentón, opera prima como director y como actor. Gianni Di Gregorio es un tipo que lleva treinta años en el cine italiano, un montón de películas a cuestas como ayudante de dirección y no tantas como guionista. Fue el ayudante de dirección de Matteo Garrone y uno de los guionistas de Gomorra. Es precisamente Matteo Garrone quien produce Vacaciones de ferragosto, una película de 2008 que se estrenó aquí el 22 de mayo pasado.
La película empieza y a los quince minutos uno reconoce una fragancia inconfundible o más bien recibe la impresión de la memoria de una fragancia asociada a la felicidad, porque Vacaciones de ferragosto recupera las hechuras y las sensaciones de lo mejor de la comedia alla italiana, la de los viejos maestros como Monicelli, y establece correspondencias metodológicas con una cierta poética neorrealista. Examinemos algunas de esas correspondencias.
La anécdota que da pie al argumento de Vacaciones de ferragosto combina el aquel de un suceso mínimo y el aquel de un síntoma de un estado de cosas que tanto le gustaban al guionista e ideólogo del neorrealismo Cesare Zavattini. Gianni Di Gregorio, que vivía con su madre en un piso céntrico de Roma, recibe un día la visita del casero que le pide acoja a su madre durante el popular puente de mediados de agosto y así poderse tomar unos días de vacaciones fuera de la ciudad. Le dijo que no, pero imaginó cuánta gente estaría en la misma situación -buscándose la vida para librarse de los viejos y largarse de Roma durante el ferragosto (el síntoma)-, e imaginó también qué hubiera sucedido si hubiera dicho que sí (el suceso mínimo). Ahí tenéis el germen de la película de Gianni Di Gregorio. Puro Zavattini. Puro De Sica. Cuando acabó de escribir el guión, Gianni Di Gregorio cayó en la cuenta de que era tan cercano lo que contaba que quizá debería dirigir la película.
Vacaciones de ferragosto cuenta "la jornada particular" de un cincuentón que vive con su madre en el Trastévere romano cuando debe acoger a tres viejas durante el puente del 15 de agosto, cada vieja con su correspondiente cuadro médico y dietético. La secuencia de los créditos con el protagonista y su amigo, el Vikingo, mientras comentan el calor de agosto y que en las calles sólo se ven turistas, establece el programa argumental de la película: ¿qué pasa cuando no pasa nada -o poca cosa-, cuando todos se van y sólo quedan los viejos?
Los amigos del protagonista son los amigos de Gianni Di Gregorio, las cuatro viejas son viejas conocidas del cineasta -no son actrices profesionales-, y fueron los propios miembros del equipo, mientras preparaban la película y buscaban a un actor cincuentón con pinta de alcohólico que encarnara al protagonista, los que se quedaron mirando para el director y le sugirieron que él mismo daba el papel a la perfección. Obviamente el rodaje de Vacaciones de ferragosto deriva del manejo de estos mimbres y Gianni Di Gregorio encontró un método que no sólo tenía en cuenta a unos seres que eran más que representaban, sino que extrajo de ellos la esencia del filme. El cineasta preparaba las escenas con unas coordenadas que orientaran a las viejas y luego se dejaba arrastrar por la vivacidad que aportaban a las situaciones las maravillosas Valeria de Franciscis, Marina Cacciotti, María Call y Grazia Cesarini Sforza, y trataba de capturar el milagro con la cámara. Cámara en mano, claro está. Gianni Di Gregorio ha confesado que durante el rodaje lo arrollaron y cambiaron la historia en función del humor que tuvieran ese día, pero valió la pena por la espontaneidad y autenticidad con que contribuyeron a la película. ¿Cómo no establecer correspondencias con la poética neorrealista? Y de paso una perplejidad, ¿cómo es posible que algunos críticos hayan despachado los méritos de esta película con el aquel de un buen guión? En fin.
La película se despliega con encanto y levedad en la atenta auscultación del encuentro de las mujeres "condenadas" a la convivencia y las tribulaciones de Gianni para mantener la paz en el gineceo en que se ha convertido su domicilio, y contentar los caprichos que brotan a cada hora que pasa. El humor atraviesa Vacaciones de ferragosto como una corriente de vitalidad -a Pepe Coira el protagonista le trajo a la memoria la comicidad de un Jacques Tati-, un humor pautado con la ternura que germina en el curso del tiempo entre unos seres necesitados de afecto, un humor preñado de melancolía. El tono menor y contenido con que se cuenta la película, carente de toda solemnidad, de cualquier subrayado enfático y de cualquier pretensión artística, y aun su brevedad, pueden producir la impresión de que estamos ante una película divertida pero menor. Todo lo contrario: estamos ante una obra que revela un hondo conocimiento de la naturaleza humana y un dominio de la narración cinematográfica que origina imágenes elocuentes y vivas, iluminadoras, a través de una mirada lúcida y sombría, donde tampoco faltan trazos amargos, sobre el mundo en que vivimos, sin que necesite adornarse con los perifollos suplementarios de la crítica social. Vacaciones de ferragosto es una pequeña gran película que, gracias a la maestría de Gianni Di Gregorio, coloca con luminosa sutileza un espejo sobre las esquinas mudas de la soledad.
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Por el rigor intelectual,y asombrado de que a estas alturas no hayamos aprendido nada, no me puedo resistir a traer a colación una cita de Cabrera Infante:"Las películas no se empiezan a doblar en España bajo Franco o Primo de Rivera, sino bajo la República en 1934. En esta fecha se inauguraron los primeros estudios de doblaje en español, propiedad de la poderosa Metro Goldwyn Mayer".
ResponderEliminarEn realidad, los que abordan el estudio del doblaje desde los postulados de los Translation Studies, o los que investigan los mercados audiovisuales, consideran la cuestión del doblaje como algo ya debatido y superado. Simplemente, se limitan a describir el doblaje como un fenómeno traductor más, sin entrar a emitir displicentes juicios de valor.
A propósito del rigor histórico: en realidad, el primer estudio de doblaje en España, T.R.E.C.E, empezó su actividad en Barcelona en 1932.
ResponderEliminarA propósito del rigor intelectual, y, cómo no, asombrado de que a estas alturas no hayamos aprendido nada y uno tenga que hacer estas precisiones: una cosa es cuándo empiezan a doblarse películas en español y otra muy distinta es cuándo se PROHIBE la proyección cinematográfica en otro idioma que no sea el español mediante la norma del 23 de abril de 1941, firmada por Tomás Borrás, jefe del Sindicato Nacional del Espectáculo, es decir, en la época más dura de la dictadura franquista.
A propósito de los juicios displicentes: lo displicente es considerar superado un debate por la nueva dictadura del mercado. Si hay algo que no está en peligro a estas alturas es el doblaje, lo que cada vez resulta más difícil es asistir a una proyección cinematográfica en versión original.
Una precisión más al comentario de xecouto:
ResponderEliminarEl doblaje no es ni puede ser "un fenómeno de traducción más" ni una alternativa equiparable de algún modo al subtitulado, sencillamente porque hablamos de cosas esencialmente diferentes. Resulta evidente que los subtítulos alteran el significado de los diálogos, como lo altera el doblaje o la traducción de cualquier texto, y que, en términos puramente visuales, rompen el equilibrio del encuadre y dispersan el itinerario de la mirada. Pero el doblaje es otra cosa. Más allá de sus quebrantos de la obra original, doblaje y subtitulado NO son comparables sencillamente porque no forman parte de la misma categoría. Desde que se generalizó el registro del sonido simultáneo al de la imagen, la voz de los personajes forma parte indisoluble del conjunto estético de un filme. Eliminar esas voces y sustituirlas por otras, la inmensa mayor parte de las veces sin contar con el concurso ni la opinión de los autores, supone no ya un quebranto sino una perversión de la esencia de la película, del mismo modo que si se sustituyeran unos colores por otros. Ya no estamos viendo/oyendo la obra original sino otra muy distinta. Quién sabe, quizá incluso mejor, pero en cualquier caso ES otra película.
Por otra parte, el autor de esta entrada no hace un "displicente juicio de valor"; se limita a atacar los argumentos hipócritas en defensa del doblaje de ciertos sectores interesados, y a reivindicar el derecho a elegir de los espectadores.
Lo que me mueve a escribir este post, y o que me ha movido a escribir el anterior es rebatir un comentario no veraz en el que se incluye la siguiente expresión: "el origen fascista y/o franquista del doblaje de películas. Pues bien, esto es falso. El doblaje nace exactamente con la aparición del cine sonoro, y son las grandes compañías de Hollywood las que lo impulsan para ganar los mercados europeos que habían perdido, y esto lo afirmantodos los autores que han tratado el tema: Rowe, Luyken, Borges, etc, etc.
ResponderEliminarEs decir, el doblaje en sí mismo no tiene un origen franquista, incluso, al contrario, nace en la democracia americana.
El doblaje en español nace en la República, y eso también es otro dato incuestionable. Es cierto que el franquismo lo fomenta, como también fomentaba el español. Pero de ahí no se desprende que el doblaje sea fascista, porque siguiendo este modo de pensar, se podría llegar a deducir que como el franquismo fomentaba el idioma español, esta lengua era también fascista. Estaremos de acuerdo en que no se puede hacer esa reductio ad absurdum.
Me interesa que quede claro que pienso que no se puede usar la ecuación doblaje=a fascismo. Con eso me daría por satisfecho.