23/6/09
Un cine de muerte
Un día como hoy hace cincuenta años a las diez y diez de la mañana, en un cine de París, murió Boris Vian mientras asistía a la proyección privada de una adaptación cinematográfica de Escupiré sobre vuestra tumba. Por lo visto, se había olvidado de tomar la medicación y la película que habían perpetrado con su novela debía ser tan mala que le sobrevino un infarto fulminante. Había padecido del corazón desde niño y fue su débil corazón quien le impidió dedicarse al oficio que más amaba, el de trompetista. Era ingeniero, letrista, crítico de jazz, actor y escritor, bebió del surrealismo, odiaba a Sartre y le gustaban las fiestas interminables y la música negra.
Los que devoramos en diez años, desde 1975, cuanta novela negra nos caía en las manos sin ponernos exquisitos: Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Horace McCoy, Chester Himes, Jim Thompson, David Goodis, Willian Irish, Bill Ballinger, Dorothy B. Hugues, Donald Westlake... Y Vernon Sullivan, uno de tantos seudónimos de Boris Vian, que firmaba Escupiré sobre vuestra tumba, de 1946, un título que era toda una declaración de principios para una novela negrísima sobre un negro que parece blanco y que se venga de unos racistas que mataron a su hermano. Sexo candente, atmósfera asfixiante y violencia existencial. También leímos Todos los muertos tienen la misma piel, otra incursión en el género negro con el mismo seudónimo un año después, La espuma de los días, La hierba roja.
Aún recuerdo con cuánta fruición acudíamos a la librería Galimatías de Santiago (en la calle Santiago de Chile) que había montado un profesor de Lógica -que fumaba en pipa y gastaba pajarita- a partir de sus propios fondos, o sea, sus propios libros de novela negra, fantástica y de ciencia-ficción, y discos de jazz, que nos iba recomendadando de novela en novela, de autor en autor, de Thelonious Monk a Sonny Rollins. ¡Qué días aquellos! ¡Qué poco duró aquella librería! Además, me justificó un montón de exámenes a los que, por supuesto, no asistía, pero que me permitió librarme de un par de semanas de mili: ¡gran profesor, Villegas! ¡beato librero! ¡benefactor de soldados de reemplazo!
Boris Vian también escribió muy buenos cuentos. Mi favorito fue siempre Los perros, el deseo y la muerte, una historia dolorida, desesperada y brutal protagonizada por un taxista de la que pergeñé un guión de tv-movie hacia mediados de los ochenta. Unos años después, cuando trabájabamos en la EIS de A Coruña, me encontré con que Carlos Amil tenía un proyecto de largometraje a partir del mismo cuento. Me propuso que colaborara con él en la escritura del guión de Blanca Madison (1998), así se tituló la película. Pasamos algunas semanas en Ponte da Lima, en Portugal, en una pousada donde se habían hospedado Maribel Verdú y Verónica Forqué cuando rodaban El año de las luces con Fernando Trueba. La señora de la casa nos dió sus mismas habitaciones. Carlos Amil ocupó la de Maribel Verdú -prerrogativas de director- y yo la de Verónica Forqué. El guión sufrió (no sé si será la palabra justa) muchas vueltas hasta que pudo rodarse y la película más aún hasta poder estrenarse. Algo quedó del cuento de Vian en la película, quizá no tanto como habíamos puesto en aquel mes portugués, en el que trabajamos mucho y comimos muy bien -era lo que tenía en aquellos tiempos escribir con Carlos Amil-.
Espero que lo que haya sobrevivido de Los perros, el deseo y la muerte no le hubiera causado un infarto a Boris Vian. No iba olvidarse la medicación otra vez, digo yo.
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Esta pelicula me la contó un amigo años, años ha, mucho antes de que a Carlos Amil se le ocurriese ejecutarla o perpretarla, dicho esto con indulgencia. El titulo en si es de una chabacaneria espectacular, de la peli mejor ni hablar.
ResponderEliminarEn efecto, gran profesor de lóxica e semiótica o Villegas. E iso que non tiveches o pracer de escoitar a súa singular e hilarante interpretación do misterio da santísima trindade segundo as regras de funcionamento do triángulo semiótico definido por Pierce e a escola pragmática. Teoría que sei que lle trouxo algúns problemas cando estudante porque aquelas ideas non casaban co credo da súa universidade.
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