Fotografía de Ansel Adams
Y me gusta que el río haya servido como metáfora de la vida y de los relatos. Y las ciudades con río, o con ríos: Nueva York, Roma, París, Florencia, Lisboa... Y las escenas de río, en The Naked Spur (1953) -aquí Colorado Jim- de Antonhy Mann o en Wagon Master (1950) de John Ford.
Wagon Master de John Ford
Me gustan las películas de ríos, sublimes como L'Atalante (1934) de Jean Vigo, oníricas como La noche del cazador (1955) de Charles Laughton; excesivas y lisérgicas como Apocalypse Now (1979) de Coppola; leves y serenas como Steamboat Round the Bend (1935) de John Ford, con fotografía de uno de sus operadores preferidos, George Schneiderman; casi íntimas como Une partie de campagne (1936) de Jean Renoir, que conjuga con encanto los efectos de realidad (de lo documental) en clave de teatro de los afectos (de la ficción);
Une partie de campagne de Jean Renoir
o épicas como The Big Sky (1952) de Howard Hawks, que aquí se tituló Río de sangre, una aventura en un barco río arriba por el Missouri, filmada en exteriores con ingredientes de un convincente verismo y en un hermoso blanco y negro por Russell Harlan, que me hubiera encantado ver de niño.
The Big Sky de Howard Hawks
Y me gustan las películas que llevan la palabra río en el título original, el river, la mayoría. Dos de las mejores se titulan así, The river, sin más. El río.
The River de Pare Lorentz
Como The river (1938), una película sobre las inundaciones del Mississippi en 1937, un poema cinematográfico que me recuerda las inundaciones del río Miño -mi río- a su paso por el Arrabal en Tui, donde desembocaba el río Tripes, un espectáculo -riadas o cheas le decían- que, durante los años de mi infancia, podía arrebatarme horas la mirada, abismada en tanta agua, con los vecinos del Arrabal en barcas de hechuras afiladas, navegando por las callejas y entrando en sus casa por la ventanas de la primera planta, cuando la había, en aquel paisaje de diluvio, una escena primordial de la memoria a la que también me remite la majestuosa puesta en escena con visos mitológicos de la inundación en Eleni (2004) de Theo Angelopoulos;
Eleni de Theo Angelopoulos
The River de Pare Lorentz
en fin, The River, un "clásico" del cine documental, obra de Pare Lorentz, un escritor y cineasta del grupo Frontier Film formado en Nueva York a mediados del los 30 en el que también se habían integrado Paul Strand, Leo Hurwitz, Herbert Kline o Ralph Steiner, dedicados a la producción de documentales con la idea de hacer películas como herramienta de lucha política -eran comunistas o próximos, o sea, compañeros de viaje-, pero que dejaron muestras del mejor cine -sin adjetivos- de su tiempo.
El río de Jean Renoir
Como The River (1951) -El río-, una obra maestra -maravillosa, bellísima, imprescindible- de Jean Renoir, donde la ficción y el documental afluyen a la corriente del río (Ganges), como la vida y la muerte, una corriente ante la que cualquier relato, cualquier representación, deviene prueba palpable de la fragilidad de las formas -abocadas a una derrota presentida- en el aquel de aprehender el delicado misterio de la existencia, como el relato destilado por la película que comienza con estas palabras: Esta es la historia de mi primer amor, en ella se cuenta lo que es crecer a orillas de un río salvaje, aunque el primer amor debe ser igual en todas partes. Ya estoy escuchando al amigo Diomedes Díaz: "A qué estás esperando para escribir sobre El río, y no me vengas con evasivas -¿Sobre cuál de los ríos?-, que te conozco".
Río Rojo de Howard Hawks
Y, claro, me gustan mucho Río Rojo (1948) y Río Bravo (1959), ambas de Howard Hawks, que también rodó Río Lobo (1970), y se merece el título de cineasta de los ríos; Río Grande (1950) de John Ford, House of the River de Fritz Lang, Bend of the River (1952) -aquí, Horizontes lejanos- de Anthony Mann. No quiero olvidarme de Río sin retorno (1954) de Otto Preminger, de Wild River (1960) de Elia Kazan, Río Conchos (1964) de Gordon Douglas, Río abajo (1984) de Borau y The River (1997) de Tsai Ming-Liang. De este siglo me quedo con Mystic River (2003) de Clint Eastwood -aquí enterramos nuestros pecados y lavamos nuestras conciencias-, y Frozen River (2008) de Courtney Hunt.
Bend of the River de Anthony Mann
Algunas películas las habré olvidado sin querer, pero de éstas quise acordarme: prueban que a los ríos les sienta bien el cine. Y al cine le sienta bien el river, el río y los ríos.
Qué gran repaso a los ríos de cine...
ResponderEliminarLe tengo un especial cariño al documental de Pare Lorentz por la extraordinaria banda sonora de Virgil Thomson (en mi blog hablé de este injustamente poco conocido músico en un par de ocasiones), pese a su escasa duración es de una riqueza, belleza y complejidad desbordante... como las mismas aguas del río. Merece al pena conseguirla. Además, su edición en Naxos es muy barata y la orquesta fue dirigida por un español (encontrarla ya es harina de otro costal, claro).