Kona Theater, en Captain Cook, Hawai
Cine abandonado en Italia
Lynn Theater en González, Texas
Sunset Drive-in, Amarillo, Texas
(fotografía de Stephen Shore)
En el último viaje a Madrid encontré American West Movie Theaters, un libro con fotografías de cines en pueblos perdidos de Arizona, Nevada, Nuevo Méjico o California.
Cines que fotografió Bernard Plossu en sus viajes por el oeste americano desde 1966: Las salas de cine se convirtieron para mí en una especie de búsqueda antropológica: ¡El decorado real de la nostalgia de una época moderna donde el cine era el rey!
El libro tiene un defecto imperdonable de edición: las fotografías no tienen pie y no sabemos dónde se hicieron ni en qué año. Aun así resultan conmovedoras: guardan la memoria de un tiempo perdido, de un cine -como arte popular- perdido para siempre.
Arriba, Drive-in en Detroit, 1955
(fotografía de Robert Frank).
Abajo, Drive-in en West Virginia, 1956
(fotografía de O. Winston Link)
Drive-in abandonado en Coober Pedy, Arizona, 1988
(fotografía de Wim Wenders)
La fotografía de un cine abandonado es la huella de un lugar que cobijó tantos sueños que sólo puede verse como una imagen sagrada. Giorgio Agamben escribió que el hombre es el animal que va al cine. Da que pensar al contemplar las imágenes de tantos cines abandonados.
A estos cines ya sólo le da cobijo, a salvo del tiempo y su devastación, nuestra memoria y algunos poemas:
Tú y yo entramos
al cine
del pueblo, lleno de niños
y aroma de manzanas.
Son las antiguas cintas,
los
sueños ya gastados.
La pantalla ya tiene
color de piedra o lluvias.
escribe Pablo Neruda en su Oda a un cine de pueblo.
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
escribe Antonio Martínez Sarrión en El cine de los sábados.
Ana en el cine de El espíritu de la colmena
Y también algunas películas -El espíritu de la colmena, Cinema Paradiso- que, como los poemas, representan el último refugio para una experiencia primordial: la mirada ardiente. Como The Last Picture Show -aquí La última película ("La última función", en realidad)- de Peter Bogdanovich que se estrenó hace cuarenta años. Una película para la melancolía.
Jeff Bridges y Timothy Bottoms ven Río Rojo de Hawks,
Con cada entrada me sorprendes.
ResponderEliminarUn beso
El otro día, paseando, vi el antiguo cine Abella...no hace tanto que cerró, La lista de Schindler la ví allí y claro ahora me doy cuenta de que si hace tanto...Antes, en el Abella se acababa la ciudad, ahora no. Siempre parecía estar cayéndose a pedazos. Tenía bar. Cortaba las sesiones para fumar si la película duraba más de dos horas y los camareros, y la taquillera y el acomodador...todos eran viejos y tenian uniformes viejos y gastados...El propietario se pasó a los "multicines" e inaguró uno de tres salas mucho más cerca del centro, y todo, aún siendo casi nuevo, estaba contagiado del agotamiento del Abella. Al final, cerraron a la vez.
ResponderEliminarUn beso, Daniel
Preciosa entrada. Qué buena es The Last Picture Show, ¿no?
ResponderEliminareste motivo de melancolía de "La última función lo desarrolla Manuel Sendón en una serie amplia de fotografías (entón chegaríamos á saudade). también hay un corto de Carles Asensi, "Cinema Mundial (1957-2007)". probablemente sean imágenes a confrontar con las vibraciones de Copia certificada de Kiarostami o Film socialisme de Godard...
ResponderEliminarSi estuviera en mi pueblo saldría corriendo a ver si el viejo “Cinema”, pues así ponía en negro encima de la puerta de entrada, sigue en pie. Yo no llegue a ver películas en ese viejo cine, pero si íbamos de niños a fumar (bueno, a fumar) y a sentarnos en sus butacas polvorientas. Bueno, y cuando venían niñas a asustarlas desde detrás de unos cortinajes espesos polvorientos y sin color.
ResponderEliminarConstruyeron casas alrededor y la verdad es que no se si sigue en pie…
Muchas gracias Daniel, un abrazo.
Aquí en Bilbao ya no puedes ir a un cine-cine salvo al Capitol, que desgraciadamente tiene ya sus días contados. Los otros tres: uno en un centro comercial (me niego a ir), los Golem recién inaugurados en el recién inaugurado centro cultural La Alhondiga (qué bien me sintió el frescor de la noche al salir a las 01:00 tras disfrutar enormemente de Biutiful); y al menos quedan los pequeños Multicines, mi cálida guarida para los lunes a las 22:30.
ResponderEliminarGracias por tus lecciones y por ser tan prolífico.
Un abrazo
Viendo estos cines que nos traes, casi me gustan más que la mayoría de los que aún están en uso.
ResponderEliminarPreciosa entrada. Sobrecogedora la foto de Wim Wenders.
Un abrazo.
El cine de mi pueblo se ha transformado en un bar de diseño. No quiero entrar en este bar. Quiero recodar las primeras citas con el camarero del bar del pueblo. Citas silenciosas, citas con asientos en distintas filas. Citas de sentir su aliento en mi cuello juvenil.
ResponderEliminarUn abrazo