De vuelta de una caminata por la playa del Vilar, escuchamos en la radio del coche El café del sur, el programa de Dimitri Papanikas en Radio 3 los domingos a mediodía, dedicado a las Memorias del tango. Lo descubrimos hace tiempo durante un viaje y se convirtió en uno de nuestros programas de radio favoritos, con El hexágono, también en Radio 3 los sábados de nueve a diez de la noche, dedicado a la música francesa.
Enrique Santos Discépolo
Fernán-Gómez citaba en sus memorias -El tiempo amarillo- a Enrique Santos Discépolo, uno de los grandes autores de tangos -Malevaje, Yira yira, Cambalache, Desencanto o Alma de bandoneón-: el café era la escuela de todas las cosas. De ahí, en una feliz paráfrasis, las películas, nuestra escuela de los domingos. Pues bien El café del sur es nuestra escuela de los domingos del tango.
Hilvanadas por la voz cercana de Dimitri Papanikas regresan Osvaldo Pugliese, el Negro Eceiza y Betinotti; Arrabalera y Tinta roja de Sebastián Piana y Cátulo Castillo; Tortazos de Razzono y Maroni, y Enfundá la mandolina en la voz de Gardel; Francisco Canaro, Ada Falcón o Roberto Goyeneche. Las mil y una historias que afluyen en el río caudaloso del tango que remontamos hasta nuestra infancia.
El padre de Ángeles, a mediados del siglo pasado, había sido cantante de la orquesta Los Lorenzos, de la que los viejos del SO de estos confines aún recuerdan, y cantaba muy bien el tango, y su abuelo materno -uruguayo él- entonaba tangos a media voz mientras conducía un Gordini azul cielo camino de cualquier playa. A mi padre le encantaban los tangos, se los sabía de memoria y sentía devoción por Carlos Gardel.
Lo malo era que mi padre sabía bailar muy bien el tango. Recuerdo como si fuera ayer la fiesta de Santa Mariña cuando yo tenía tres años. La orquesta empezó a tocar La cumparsita y mi padre sacó a bailar a mi madre. Cuando mi padre bailaba con mi madre me dolía quedarme fuera de su abrazo, pero cuando bailaba un tango se la llevaba muy lejos, a un país adonde yo no podía llegar. Cuando mis padres bailaban un tango, yo me quedaba solo en un país extranjero, traspasado por los celos. Los celos de un tango.
Creo que dejaron de bailar tangos por evitarme las lágrimas del abandono. Siguen bailando en mi memoria cada domingo, en El café del sur. Un tango interminable.
Mi ex marido me decía continuamente que no tenía buen oído para la música. Me lo creí. Ahora que ya es un ex, aún no soy capaz de seguir las melodías, creo que están encerradas entre rejas.
ResponderEliminarLo que no me privó fue de la vista y del corazón. Esta vista y este corazón que vibran al movimiento de los cuerpos danzando.
Es maravilloso ver una pareja "viviendo" un tango.
Un abrazo
Comparto afección e algo da aflicción...
ResponderEliminarPara escoitar os programas xa radiados pódense visitar os podcast. Sorte que aínda nos queda radio3
http://www.rtve.es/podcast/radio-3/cafe-del-sur-memorias-de-tango/
Soy muy, pero que muy, patosa y sin embargo me encanta bailar...creo sinceramente que el tango es el baile que todos los otros bailes quieren ser.
ResponderEliminarLa escena del niño celoso del tango,sintiéndose abandonado en un país extranjero es deliciosa, Daniel.
Leyendo la entrada me he acordado de un corto que me gustó mucho y lo encontré en el you tube (qué no habrá allí). Era este
Un beso
"Cuando mi padre bailaba con mi madre me dolía quedarme fuera de su abrazo..."
ResponderEliminarPreciosa, evocadora entrada, Daniel.
El tango, ahora puedo decirlo, es la música de mi vida. Tengo la asignatura pendiente de aprender a bailarlo -el tango porteño, se entiende-, pero ya le estoy poniendo remedio.
En mi disco duro hay cientos de ellos, y nunca me canso de escucharlos.
Como ese "El huracán" del corto, precioso, que ha colgado almalaire.
Abrazos tangueros.
Te leo desde Buenos Aires, Daniel.
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