22/12/09

Las pequeñas obras maestras


Hoy quisimos darnos un regalo. Yo había terminado un trabajo y Ángeles empezaba las vacaciones. Los dos estábamos cansados. Llovía. Y nos regalamos una sesión continua. 'Funciones corridas' las llaman en Méjico, por lo visto, según cuenta Juan Villoro en uno de sus libros de ensayos literarios (Ángeles me apunta que esto de las 'funciones corridas' ya lo conté una vez, pero, bueno, por si acaso alguien no lo leyó la vez anterior aquí queda dicho una vez más). Dos películas 'menores' de John Ford: The sun shines bright (1953) y Wagon Master (1950), las menciono en el orden en que las vimos. Ambas películas son dos obras maestras, dos pruebas incontestables del más grande de los cineastas, dos joyas del arte cinematográfico. De cualquiera de ellas uno podría decir cualquier día que es la mejor película de Ford, si no fuera porque para uno (y para Ángeles), ese lugar está reservados desde la primera vez que la vi (vimos) a El hombre tranquilo, pero hoy no es el día para ir a Innisfree. Hoy es el día de Wagon Master. Pero tampoco para explayarme. Sólo para unas notas puntuales, unos apuntes breves, a pie de pantalla, como aquel que dice.


Wagon Master es de esas películas en que cada escena condensa el arte de John Ford. Una de las primeras es ésa en que Travis Blue (Ben Johnson) y Elder Wiggs (Ward Bond) conversan recostados en una cerca que aprisca a unos caballos inquietos, mientras trabajan sendos trozos de madera con sus respectivas navajas, sobre la posibilidad de que Travis guíe a la caravana de mormones que dirige Elder, ambos reunidos en un plano medio frontal y fijo, cortado por planos de reacción de quienes aguardan el desenlace de la conversación y el plano de conjunto que abre y cierra la escena.


Basta esta escena para retratar a ambos personajes con elocuencia, sin subrayados, con gracia y la comicidad justa destilada por los arrebatos de ira de Elder, apenas contenidos por las miradas severas del viejo mormón Adam Perkins (Russell Simpson). Es decir, a Ford le basta una escena para cargar sobre las espaldas de los personajes el peso del tiempo que les dota de gravedad, de arraigo en la tierra, de verdadera humanidad.


Wagon Master es de esas películas que ponen en evidencia al más grande de los directores de cine musical de la historia (del cine). Porque no otra cosa son las más grandes películas de Ford, por pequeñas que sean, sino películas musicales. No porque tengan canciones, que la tienen, no porque tengan bailes, que los tienen, sino porque la organización de la materia fílmica parte de una concepción musical que conjuga el tiempo y el movimiento en el tratamiento del espacio y de los cuerpos, como si fueran notaciones de una partitura que cuaja y se despliega en la pantalla, o sea, como si de una pieza musical se tratara.


Basta contemplar la partida de la caravana, el cruce del río, el camino del desierto, la llegada al río tras sesenta millas sin agua, la carrera de Denver (Joanne Dru) tras habérsele declarado Travis... De la música del movimiento, del tempo que destilan las imágenes emana el alma de los personajes, el alma de la comunidad, de la caravana.


Por eso Denver tropieza y se cae, pero el travelling no se detiene, porque es el latido incesante del corazón de la mujer quien lo empuja aunque ella se quede atrás. Es el corazón de Denver el que está en movimiento, el que ya no se va a parar. Es la música del alma de Denver la que alienta en el movimiento del plano.


Cuentan que Wagon Master es la película que Ford prefería, la que más se acercó a lo que quería conseguir. Cuentan que, aunque firmen el guión Frank Nugent y Patrick Ford -el hijo del cineasta-, en realidad fue Ford quien la escribió al tiempo que la rodaba y que, según Nugent, cortaba brutalmente el guión, justamente, transmutando diálogos en movimientos anímicos -y musicales-. Basta ver los planos finales de esta película para entender que Ford nos está contando cuánto le cuesta abandonar Wagon Master, como si, habiendo concluido el viaje, anhelara que vuelva a empezar; porque sabe que es el viaje lo que cuenta, es hacer la película lo que cuenta, es rodar lo que cuenta. Por eso Wagon Master es, sobre todas las cosas, una película sobre el camino. Es decir, sobre la vida. Que es lo mismo que decir sobre el cine. Y cuando de la verdad se trata, bastan las cosas esenciales. Muy pocas cosas, la verdad. Algunos seres humanos en el aquel de ir, no importa demasiado adónde. Es la música del tiempo lo que suena.

Es una lástima que Ben Johnson rodara tan pocas películas con Ford, si es un actor tan fordiano, tan austero, tan entero, tan cercano, que necesita tan poco para decir tanto, que resulta una delicia contemplarlo, sobre el caballo y agachado en el suelo.


Basta que se acerquen Ben Johnson y Joanne Dru para que la pantalla destile sensualidad y deseo contenido.


Bastan tan pocas cosas en una película tan sencilla para conmovernos. Basta un gran plano general, las formaciones minerales, la tierra, rastrojos y una caravana tan frágil en movimiento, acercándose por la derecha del encuadre para encogernos el corazón gracias a Ford y a Bert Glennon.


Qué pocas cosas le bastan a un cineasta tan grande para componer las pequeñas obras maestras.

4 comentarios:

  1. Ja, como apunte rarito y un poco "friki", decir que de esta gran película (también la vi hace poco por primera ver, unos meses), una de las pocas que partió de una idea original de Ford, y su gran éxito y popularidad salió luego una serie de televisión auspiciada por el propio John Ford, "Wagon Train", de la que llegó a dirigir algunas escenas. Y en esta serie de televisión se inspiró Gene Roddenberry para crear su serie "Star Trek", que desde el principio describió como el "Wagon Train" del espacio, reconociendo también su gran admiración por el material original de John Ford.

    Así que, de alguna manera, John Ford está en el origen de Star Trek.

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  2. Un placer leerte. No he visto la película -como muchas de las que hablas- pero entran ganas de verlas después de leer tus entradas. Que te gusta el cine, el guión, es evidente. También que transmites ese sentimiento en tus textos. Seguramente también en tus clases. Eso: un placer.

    (PD: mi condición de hijo y nieto de gallegos no condiciona el comentario.)

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  3. Canta paixón polo cine -música emocionada da vida- delatan estas, que dis, notas puntuais, estes apuntes breves.
    E viva John Ford¡

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  4. Plenamente de acuerdo: Ford en general y "The Quiet Man" en particular conforman uno de esos rincones de placer que cada quien guarda para revisitar cualquier tarde de lluvia.

    Un placer leer tu blog.

    Un saludo.

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