Ponerme a ver con Ángeles los grabados de la lluvia de Utagawa Hiroshige y empezar a llover a mares fue todo uno. Bueno, mejor sería decir que ha vuelto a llover como todo marzo.
Los vecinos dicen que llueve como llovía en los inviernos de antes.
Cuándo antes, ahí ya hay matices en la memoria de cada cual. Hay quien no recuerda los campos tan anegados que ni entrar se puede, y plantar ni por asomo. (Y los ríos van tan colmados que se derraman.)
Recuerdo inviernos así de niño. Será porque, como escribía Borges, la lluvia es una cosa / que sin duda sucede en el pasado.
Pero, desde luego, no cae una lluvia minuciosa, como en el poema, sino a cántaros. Una lluvia a la Kurosawa, digamos.
Fotogramas de Los siete samuráis.
Y de Vivir.
Más de una vez estas semanas llovía en la pantalla -en In the Mood for Love, pongamos por caso- y llovía también fuera, como si la lluvia del cine hubiera llamado por la del tiempo para cerrar el círculo de un efecto de lluvia comme il faut.
Fotograma de In the Mood for Love de Wong Kar-wai
Recuerdo que de niño me gustaba mucho cuando llovía en la película del Teatro Principal y, al tiempo, sentía la lluvia en el tejado del cine.
Fotograma de El enemigo público de William A. Wellman
O cuando había llovido en el cine y al salir llovía en el mundo, y no digamos si en el mundo ya era de noche y uno había entrado en el cine de día.
Fotograma de Psicosis de Hitchcock
Italo Calvino cuenta muy bien -en su Autobiografía de un espectador- la experiencia de esa frontera entre el universo del cine y de lo cotidiano: la oscuridad amortiguaba en parte la discontinuidad entre los dos mundos y en parte la acentuaba, porque señalaba el paso de aquellas dos horas que no había vivido, tragado por una suspensión del tiempo, o en la duración de una vida imaginaria, o en el salto hacia atrás de los siglos.
Fotograma de Vinieron las lluvias de Clarence Brown
Pero a Calvino la lluvia en la película le recordaba el mundo de fuera y se preguntaba si había empezado a llover también allí, y se angustiaba. En cambio, uno siempre vivió la correspondencia de la lluvia entre la pantalla y la vida como un efecto del cine, como si el cine lloviera sobre el mundo.
Fotograma de Un ascensor para el cadalso de Louis Malle
( Había otra lluvia -y tantas veces llovía así- en las rayas de la película trasteada de cine en cine -y pase tras pase- hasta resultar una obra casi experimental, como la película recuperada de Fleury -maltratada por Guerín- en Tren de sombras.)
Con el tiempo, la salida del cine bajo la lluvia, como dijo alguna vez André Téchiné, deviene un momento melancólico.
Fotograma de Los puentes de Madison de Clint Eastwood
Pura melancolía ya, la lluvia en el cine.
Fotograma de Ukikusa de Ozu
Llamando por la lluvia en el mundo.
Fotograma de Un día de campo de Renoir
En los trazos de lluvia de los grabados de Hiroshige ya se presiente -ya se escucha- la lluvia del cine por venir.
Van Gogh descubrió aquellos grabados en las exposiciones universales de París. Le gustaba mucho la lluvia de Hirosighe.
Y pintó al oleo una copia de Un aguacero repentino sobre el puente cerca de Atake. Cómo resistirse a la caligrafía del tiempo. A la belleza de los trazos de lluvia.
hace un par de dias vi enemigo publico y justo tome una cap de esa escena !!!
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