7/4/13

Tinieblas


Gracias a Esther (que nos cuenta los sueños) localicé la entrada de los Diarios de Gombrowicz de la que apenas recordaba la alusión a la claridad del arte como la claridad de la noche.

Gombrowicz en 1965. (Fotografía de Bogdan Paczowski.)

Os dejo a continuación un fragmento de esa entrada de un martes de 1956, una poética de las tinieblas:

Nos contábamos nuestros sueños. Nada en el arte, ni siquiera los más inspirados misterios de la música, puede igualarse al sueño. ¡La perfección artística del sueño! ¡Cuántas lecciones nos da este maestro nocturno a nosotros los fabricantes diurnos de sueños, a los artistas! En el sueño todo está cargado de un sentido terrible e inescrutable, nada es indiferente, todo nos alcanza con más profundidad y más íntimamente que la más ardiente pasión del día; de ahí la lección de que el artista no puede limitarse al día: tiene que penetrar en la vida nocturna de la humanidad y buscar sus mitos y símbolos. Y también: el sueño destruye la realidad del día vivido, extrae de ella unas migajas, unos fragmentos extraños, y los compone absurdamente en un dibujo arbitrario; pero para nosotros este absurdo constituye justamente el sentido más profundo; preguntamos en nombre de qué ha sido destruido nuestro sentido normal, y con la vista clavada en el absurdo como en un jeroglífico, intentamos descifrar su razón, de la que se sabe que existe... De modo que el arte también puede y debería destruir la realidad, descomponerla en elementos, construir de ellos nuevos mundos absurdos; en esta arbitrariedad se esconde una ley, la transgresión del sentido tiene su sentido, la locura, al destruirnos el sentido exterior, nos introduce en nuestro sentido interior. Y el sueño pone de manifiesto toda la idiotez de aquella exigencia que le imponen al arte algunas mentes demasiado clasicistas, según la cual el arte debería ser "claro". ¿Claridad? Su claridad es la claridad de la noche, no la del día. Su claridad es exactamente igual a la de una linterna eléctrica, que extrae de la oscuridad un objeto, sumergiendo todo lo demás en unas tinieblas aún más profundas. El arte debería ser -fuera de los límites de su luz- oscuro, como el oráculo de la Sibila, de rostro velado, reticente, centelleante con múltiples sentidos y más amplio que cualquier sentido. ¿La claridad clásica? ¿La claridad de los griegos? Si esto os parece claro, es únicamente porque sois ciegos. Id en pleno mediodía a mirar detenidamente la más clásica de las Venus, y veréis la más negra de las noches.

En el pozo de tinta de esa negra noche de la Grecia mitopoética, arcaica y misteriosa, moja la pluma Nietzsche para destilar El origen de la tragedia.

Fotograma de La mujer pantera (1942), 
producida por Val Lewton y dirigida por Jacques Tourneur.

Cómo me acuerdo de las películas de Val Lewton y Jacques Tourneur. Cómo no acordarse de Faulkner. Y de Rosalía de Castro. Y de Juan de Yepes (como le llamaba el maestro). Y del maestro contándome de Hölderlin. Maestros todos en tinieblas.
    

1 comentario:

  1. Y después de disfrutar de esta entrada, me muero de ganas por leer esos Diarios...
    Un beso Daniel

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