17/4/10

La carta


A mí, Franz Werfel me sonaba de otro Franz, de los Diarios y de la correspondencia de Kafka, y de las biografías sobre el autor de La metamorfosis, era de Praga como él y fue amigo suyo. También me sonaba de la lista de maridos y amantes de Alma Mahler, que tomó el apellido del músico que fue su primer marido, que fue amante de Oskar Kokoschka, se casó con Walter Gropius, el arquitecto y fundador de la Bauhaus, y volvió a casarse con Franz Werfel, pero entremedias tuvo relaciones -parece ser que sólo platónicas- con Gustav Klimt o el dramaturgo y premio Nobel Gerhart Hauptmann. Por lo visto era una mujer a la que erotizaba el talento, nada extraño, ella misma era una artista; madre y amante de sus hombres, les resolvía la intendencia, les administraba la economía, les organizaba la vida doméstica, apoyaba su obra y les electrizaba para que diesen lo mejor de sí mismos. Veía con buenos ojos el fascismo pero se casó con dos judíos como Mahler y Werfel y, cuando el nazismo se convirtió en reinado del terror, no lo dudó y huyó con Werfel a Francia. Werfel había simpatizado con el comunismo y Alma se escandaliza en una entrada de su diario en 1928: "¡Franz ha escrito un un poema a la muerte de Lenin!". Las simpatías ideológicas de ambos provocaron encendidas disputas y pusieron el matrimonio al borde de la ruptura pero el tiempo acabó aliviando las aristas. Años después, Alma escribió: "Werfel y yo hemos cosechado fracasos. Él creyó en su juventud en la revolución mundial mediante el bolchevismo y no supo prever en lo que se iba a convertir aquello. Yo creí en la salvación del mundo mediante el fascismo de Mussolini, y tampoco supe prever en qué se iba a convertir después por obra de Hitler".

Alma Mahler

En fin, que yo sabía de Werfel a través de Kafka y de Alma Mahler, pero no había leído nada suyo. Incluso su nombre se empequeñecía al lado de las otras luminarias que Alma había contribuido a encender. Pero Werfel en los años treinta y primeros cuarenta del siglo pasado era una celebridad, el escritor en lengua alemana que vendía más libros después de Thomas Mann. Poeta y dramaturgo, fue Alma Mahler precisamente quien convenció a Werfel para que se dedicara a la novela. Una de esas novelas, Los cuarenta días de Musa Dagh (1933), que trata del genocidio armenio por el régimen turco en 1915 y que ha sido calificada como su obra maestra, lo convirtió en un héroe nacional de los armenios. Cuando Werfel y Alma Mahler ya habían huido a Francia, el régimen nazi desposeyó al escritor de la nacionalidad y prohibió sus libros. En 1940, con la ocupación y ante el avance de los nazis, el matrimonio cruza el país hacia los Pirineos. En septiembre, pasan unos días en Lourdes acogidos por las religiosas que cuidaban del santuario y allí conoce la historia de Bernadette, la hija de un molinero al que se le aparece la Virgen casi un siglo antes; a Werfel le cautiva el personaje de esa jovencita que mantuvo la realidad de sus visiones frente a la jerarquía eclesiástica y padeció la cárcel. Al fin, consiguen cruzar la frontera española y llegan a Lisboa donde embarcan hacia América. Refugiados en Estados Unidos, Werfel escribe La canción de Bernadette en Hollywood.

De izda. a dcha. Alma Mahler, Don Ameche,
Franz Werfel, Sam Wood y Caudette Colbert

La novela enseguida se convierte en un éxito editorial, que se multiplicaría con su adaptación al cine en una película del mismo título con Jennifer Jones y dirigida por Henry King que se estrena en 1943.


Dos años después, Werfel muere en Beverly Hills de un ataque al corazón a los 55 años. Creo haber visto la película alguna vez en un pase por televisión, pero no leí la novela. Hasta hace unos días para mí Franz Werfel era un escritor que había sido amigo de Kafka y marido de Alma Mahler. Y hasta hace pocos años tampoco conocía más que de nombre a esos grandes escritores centroeupoeos contemporáneos de Werfel que ahora tanto me gustan, pongamos por caso Stefan Zweig, Joseph Roth o Arthur Schnitzler.

Pero acabo de leer una novela corta -apenas 141 págs.-, o sea, una novelita, de Franz Werfel, Una letra femenina azul pálido, editada por Anagrama en bolsillo. Y me encantó. Creo que se trata de una obra maestra. Esa letra del título es la de una carta que recibe el protagonista, una carta que le remueve los adentros, una carta que cae sobre el personaje con todo el peso del tiempo y convierte su vida -que destila en esas 141 pags- en un calvero, devastado por un invisible reloj de arena que le escapa entre los dedos sin remedio y cuyo secreto mecanismo late en las líneas trazadas por una letra femenina azul pálido.

Werfel escribió la novelita en 1940 mientras huía por toda Francia con Alma en las más penosas condiciones y cruzaban a pie los Pirineos. Una novelita que representa un prodigio de economía -cuenta mucho con muy poco-, de medida -dice lo justo-, de dosificación -lo dice en el momento justo-, de eficacia -las más fugaces impresiones devienen hondas expresiones-, de sutileza -en lo dicho aletea lo callado- y de concentración, como si la carta fuera un agujero negro en el que se precipitara la vida entera del protagonista y Werfel la hubiera salvado para nosotros en las 141 pags. de Una letra femenina azul pálido. Sólo cabe añadir que esa historia, aun cifrando el crisol de aquella Europa a punto de estallar en pedazos, sigue siendo un pulido cristal a través del que contemplar el corazón humano. En cualquier tiempo y en cualquier lugar.

2 comentarios:

  1. Tomo nota de la recomendación... gracias; tiene una gran pinta.

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  2. Fíjate que creí haber enviado mi comentario, bueno pues eso, que me han entrado muchas ganas de leer el libro por varios motivos. Me he informado y veo que no está descatalogado, así que ya contaré.

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