12/4/10

Como la cuchara, el martillo, la rueda y las tijeras

Llevas una semana sin publicar nada. Quizá me tome una temporada sabática o cierre la escuela. ¿Estás enfermo? ¿Por qué? Quizá haya que destinar el espacio de la biblioteca a un gimnasio. Ante semejante amenaza de Ángeles vuelvo aquí, obediente. Y a hablar de libros. ¿De qué si no?


Fernando Pessoa

Después de la quiebra de una tipografía que montó con una pequeña herencia de su abuela Dionisia, en 1908 Fernando Pessoa se dedica a la traducción de correspondencia comercial en diversas empresas de importación y exportación de la Baixa de Lisboa, y así hasta que muere de cirrosis el 30 de noviembre de 1935 en un hospital del Bairro Alto. Solo, o sea, en compañía de sus heterónimos. Uno entre tantos difuntos de aquella Lisboa, él que tantos había sido. Un gigante anónimo de la literatura cuya patria era el portugués, porque él, que nunca lloraba por lo que la vida le deparase, hubo páginas de la prosa del padre Antonio Vieira (1608-1697) que le hicieron llorar, como ninguna felicidad o tristeza en este mundo.

Fernando Pessoa

El 1 de septiembre de 1932 Fernando Pessoa leyó en el diario O Século un anuncio para un puesto de conservador-bibliotecario en un museo de Cascais, a 30 km de Lisboa. Quince días después el escritor envió por carta un documento de seis páginas donde presentaba su candidatura al puesto. Podemos imaginarlo estoicamente harto de traducir cartas comerciales por un salario exiguo que apenas le permitía sobrevivir y beber a diario, quemando el hígado con aguardiente, quizá buscaba un lugar más acogedor donde ganarse la vida. Uno de los más grandes escritores del siglo XX pudo haber vivido sus últimos años entre libros, pero no consiguió convencer al jurado que adjudicaba la plaza, presidido por el alcalde de Cascais. Con esta solicitud de trabajo de bibliotecario por parte de Pessoa se abre Bibliotecas llenas de fantasmas, el libro de Jacques Bonnet.

Cabrera Infante en su biblioteca

Un libro para enfermos (de los libros) escrito por otro que tal baila, que atesora una biblioteca de varias decenas de miles de libros y que llegó a tener un baño con paredes tapizadas por ellos que le impedía usar la ducha y lo obligaba a bañarse con la ventana abierta para evitar la condensación; y tampoco faltaban anaqueles en la cocina, así que ciertos alimentos de olor especialmente penetrante estaban prohibidos. Como muchos de los cofrades de la logia de los engolfados en el vicio de los libros no dispuso de una situación inmobiliaria que le permitiese satisfacer sus pulsiones bibliófagas.

Sólo la pared de mi dormitorio en la que se encuentra la cabecera de la cama ha quedado siempre libre debido a un viejo trauma: me enteré, hace muchos años, de las circunstancias en las que murió el compositor Charles-Valentin Alkan, apodado "el Berlioz del piano"; lo encontraron muerto el 30 de marzo de 1888, aplastado por la biblioteca.


En Londres, durante los bombardeos
de la 2ª guerra mundial

Le sobran méritos al pianista admirado por Liszt para ser proclamado con todos los honores santo mártir y patrón de los enfermos de las bibliotecas monstruosas. En el libro de Bonnet pueden espigarse tipos como el bibliómano postrevolucionario Henri Boulard (1754-1825) que llegó a reunir 600.000 volúmenes (sí, 600.000) y que tuvo que comprar varios inmuebles expropiados para cobijarlos. Pues bien, aunque os parezca mentira, hojeé el libro, leí algunos de los fragmentos que os traigo aquí, y allí se quedó sobre la mesa de novedades de la librería. Para que luego Adelita diga que soy un enfermo. Vamos, hombre. Lo que pasa es que uno no puede resistirse a la perfección. Ya lo dice Umberto Eco en el libro (a dos voces o a cuatro manos) con Jean-Claude Carrière, Nadie acabará con los libros:

El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara mejor que la cuchara.

Allí se quedó también el libro de Eco y Carrière.

Librería en Estambul

¿Estaré enfermo?

¿Y esta mujer?


Quizá mañana os cuente algo de ella.

5 comentarios:

  1. Ni se te ocurra desobedecer a Ángeles.

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  2. Pobre de ti que nos dejes plantados.
    A mi me has creado adicción.

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  3. Me añado al ruego colectivo...Yo también había entrado en esa fase de hojear libros que acabo por no comprar pero veo que no es preocupante.

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  4. Me uno a la súplica. Muchas veces uno no reconoce lo importante que es para los otros.

    Ni se te ocurra. Gracias a ti estoy viendo de nuevo todas las pelis de mi juventud con más ojos y sacando un provecho que entonces no supe.

    (Sólo un comentario: Cabrera Infante no me surlivella: es un capullo)

    Un abrazo.

    Pepe.

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  5. Me sucede lo mismo que a Codorniu, antes se me olvidó ponerlo.
    Estoy viendo películas que las vi cuando era muy jovencita, es un lujo oye.

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