Después de bañarnos en el Con de Agosto y mientras nos secábamos al sol sobre "nuestra roca", Ángeles saca un libro de la bolsa, ¿quién es éste? Cees Nooteboom, le digo, deletreándolo -vete a saber cómo se pronuncia en su idioma-, un escritor viajero, el holandés errante se podría decir, que ahora tiene casi ochenta años y escribió este libro -El desvío a Santiago- hace casi veinte. Ella se dejó en casa el suyo, Las ilusiones perdidas de Balzac que vuelve a leer, y sigue preguntando sobre el de Cees Nooteboom. El tipo viaja de un lado a otro, desviándose del camino de Santiago, visita iglesias y museos. Me suena, dice Ángeles. Lo dice por nosotros. Recuerdo que hace año y medio nos hicimos una ruta por el románico segoviano y junto a la iglesia de Duratón:
Mientras hacía la última foto allí, Ángeles comentó: Para ser ateos, mira que visitamos iglesias. Si creyéramos, le digo, quizá no veríamos tantas. Ya nos íbamos hacia el coche cuando Ángeles se volvió hacia la iglesia una última vez: Vemos iglesias porque otros creyeron. Y seguimos la ruta.
En el Con de Agosto recordé aquel viaje mientras le hablaba de Cees Nooteboom del que hasta hace un par de meses no había leído nada, hasta que compré una edición de bolsillo de El desvío a Santiago que tengo a mano y lo voy leyendo de a pocos. Entonces busqué un fragmento que había subrayado y se lo leí:
La iglesia [del monasterio de Veruela, en Soria] está vacía, las enormes columnas se alzan rectas sin basa desde el suelo pavimentado, la posición del sol lanza un extraño y estático charco de luz a través del rosetón un poco fantasmal en alguna parte a la derecha de la iglesia. Me oigo andar. Este espacio deforma no sólo el aire, sino también el sonido de mis pasos: son los pasos de alguien que anda por una iglesia. Incluso cuando de estas experiencias apartas lo que tú mismo no crees, siempre queda eso tan imponderable que es que otros sí creen en este espacio, y, sobre todo, que han creído en él.
Ángeles calla. Como si dijera "mira por dónde". Y luego me pide otro fragmento. Le leo una página sobre Las meninas que termina así:
Este enigma fue construido para mantenerme apartado de él y, por consiguiente, persuadirme a entrar. Una construcción, efectivamente. Y no puedes meterte en él. Pero aun así, si has salido del cuadro hacia fuera (...) sientes los espesos hilos de una invisible telaraña a tu alrededor que ha tejido un hombre para ti hace trescientos años.
Pero quizá sean las páginas que Cees Nooteboom le dedica a Zurbarán las que destilan el amor de toda una vida:
Zurbarán no pintaba monjes, pintaba hábitos, pintaba tejidos. Hokusai pintaba cada día un león y esperaba dibujar algún día el león perfecto. (...) Lo que Zurbarán estudiaba, cuadro tras cuadro, era la materia, la plasticidad (pliegues) de la materia, los colores primarios. Si se sumara, debe de haber pintado infinitos metros de blanco y negro, probablemente unos cuantos metros cuadrados por cuadro. Pintó todos los enigmas de luz y sombra posibles, todos los desplazamientos del ángulo de luz y su incidencia en el tejido; y si yo ahora aparto con brutalidad las representaciones que el 'artesano' Zurbarán debió entregar, de lo que en realidad hizo, entonces queda lo siguiente: un ensayo sobre la relación de luz, color y tejido como no podríamos tener otro hasta Cézanne. (...) Un estudio que tomaba una forma tan intensa que se podría hablar de mística. Y aquí aparece la paradoja, que no es la representación -aunque ésta represente una experiencia mística- la que evoca la idea de mística, sino los dos metros cuadrados de blanco o negro, por los que se desliza el ojo...
Volvemos a casa y los pasos junto al mar suenan ahora como si recorriéramos una iglesia, un tejido místico que atrapara las miradas, una construcción enigmática de hilos de tiempo.
Tras leer Hotel nómada compre éste, creo por el mes de enero pero no lo he leido todavía, qué genial los párrafos que has subrayado.
ResponderEliminarEs uno de los autores que mas me gustan de los que conozco que escriben sobre viajes.
Ainss que ahora me ha entrado prisa por leerlo y ultimamente creo que padezco de sequera lectora porque no me concentro nada de nada.
Justo ahora estaba leyendo "En las montañas de holanda", un delicioso cuento de hadas de Nooteboom... Eso de bañarse en abril tiene miga, eh!
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