23/12/11

Aquel nido del asombro


Cine ambulante en Taznaghte (Marruecos)

Entre las torres de viejas revistas de cine que se han ido sedimentando en Tui encuentro el número de verano de 1998 de Nickelodeon, dedicado a la cinefilia. Hojeando (y ojeando) unas páginas -bajo el título de Por qué elegimos el cine- con testimonios sobre las primeras películas que despertaron en gentes diversas la pasión por -y aun la filiación con- el cine, doy con este breve texto de Ángel Fernández-Santos:

Conocí el cine cuando tenía seis o siete años. Un bracero de mi pueblo me llevó a otro pueblo cercano, en el manillar de su bicicleta, a conocerlo. Era verano, a primeras horas de la noche. Había un corral con vigas apoyadas sobre poyetes de ladrillos encimados unos sobre otros. El peliculero fue apagando en rosca una a una las bombillas que ensombrecían el corral y, luego, a zancadas entre la gente, llegó hasta donde había instalado un enigmático pájaro metálico negro que asomaba su pico redondo por encima de las cabezas de la gente. De la boca del extraño artilugio salió un chorro de ruido y de luz que se aplastó contra la pared encalada de enfrente. Fuera, ya era la espesa noche toledana, y quizá alguien oía algún eco de algún disparo de algún último resistente al fascismo. En la pared iluminada, comenzaron a moverse formas, y, poco a poco, me convertí, atrapado por ellas, en un niño minero de un valle lleno de gente guapa y amistosa. Fui libre por primera vez en mi vida, en ese valle. De pronto, ese niño ya era viejo y caminaba sobre colinas negras de gravilla de carbón triturado y añoraba el tiempo en que su valle era verde. No sé cuánto duró aquel sueño de ojos boquiabiertos, pero fue muy poco. Cuando me devolvió a mi casa, Eusebio, el bracero, contó entre risas a mi madre que tuvo que arrancarme a la fuerza del banco donde yo fui Roddy MacDowall. La película se terminó, pero por lo visto me negué en redondo a que se terminase y me agarré a la viga con tanta fuerza, que uno de los pilarcitos de ladrillos encimados se derrumbó cuando el hombre tiraba hacia arriba de mí, para arrancarme de aquel nido del asombro.



A la luz de esta hermosa remembranza, y de tantas otras de quienes fueron arrebatados por las formas proyectadas en la pantalla, habría que corregir el título que reunía la memoria primordial de las imágenes en movimiento, de aquel sueño de ojos boquiabiertos.


Sesiones de cine en las Misiones Pedagógicas 
de la II República. 
(Fotografías del archivo de Val del Omar.)

No se trata de por qué elegimos el cine -porque no elegimos el cine (no es una opción de la voluntad)-, sino de por qué el cine nos eligió a nosotros. Quién puede saberlo. Sólo nos es dada la certeza de una gozosa cautividad de por vida en aquel nido del asombrolas primeras películas que nos pusieron los ojos encima con las manos de la noche.

3 comentarios:

  1. Para mí fue Chaplin :) Siempre lo seguirá siendo. Ah, y los westerns de Ford, claro.

    Un beso, Daniel

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  2. Sí, señor. Mary Poppins, en mi caso. Un abrazo

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  3. Me encantan las fotografías de rostros fascinados por el cine. Por las muchas que sueles traer por aquí, sospecho que a ti también. Tienen mucho mérito esos fotógrafos, capaces de mantenerse de espaldas a lo que despierta en los fotografiados tanto asombro.

    Si no recuerdo mal, la mía fue "El libro de la selva" de Disney, pero ese día estaba deseando que acabara: nos habían prometido ir a tomar un helado después.

    Un abrazo y felices fiestas.

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