25/5/13

La caída


No sé si Mad Men se ve como una gran novela americana de los sesenta o una gran novela americana a secas. Desde luego puede verse como gran cine americano de este siglo. (Ahora que lo pienso habría que incluir Breaking Bad. Y de The Wire creo que ya conté cuanto tenía que decir. )


Viendo Mad Men, he recordado con frecuencia, desde luego, a Cheever. No creo que existiera la serie de Matthew Weiner sin el autor de novelas como Bullet Park o de cuentos como El nadador o El ladrón de Shady Hill. (Para más señas, Don Draper, el protagonista de la serie, tiene su domicilio las primeras temporadas en Ossining, donde vivió Cheever, y más concretamente en el nº 42 de Bullet Park Road.) Pero ya con la cuarta y quinta temporadas, y ahora con la sexta, me vino a la cabeza a menudo Juego de niños, ese cuento extraordinario de Alice Munro, incluido en Demasiada felicidad (de ésos que Ángeles me pone en las manos nada más leerlos), sobre dos mujeres que comparten un recuerdo lacerante (e inconfesable) de la infancia: 

Cuando eres pequeño te transformas en una persona distinta todos los años. Suele ser en otoño, cuando vuelves al colegio, ocupas tu sitio en un curso superior y dejas atrás el letargo y el desorden de las vacaciones de verano. Es entonces cuando aprecias el cambio con más nitidez. Después no estás seguro del mes ni del año, pero los cambios continúan siempre igual. Durante mucho tiempo te desprendes del pasado con facilidad y de una forma que parece automática y adecuada. Las escenas del pasado, más que desvanecerse, dejan de tener importancia. Y entonces se produce una brusca vuelta atrás, lo que ha acabado y bien acabado resurge de repente, requiere tu atención, incluso que hagas algo al respecto, aunque salte a la vista que no se puede hacer nada.

Las escenas de la infancia (pongamos por caso de Don Draper) siguen latiendo bajo máscaras de tiempo y capas de olvido, y mantienen vivo el miedo primordial de aquellos días. Y esperan. Esperan. Y vuelven. Como una memoria de fantasmas, a enredarse en las cuentas del presente. A recordarnos el niño terrible y desvalido que aún somos. Aunque ya nada pueda remediarse. Y así seguimos, a tumbos, que decía Scott Fitzgerald -otro que afluye en Mad Men- en la última línea de El gran Gatsby, barcas contracorriente, devueltos sin tregua hacia el pasado.


Una derrota que ya no podemos experimentar como viaje o experiencia cardinal, malos tiempos para odiseas: la vivimos como una caída.

1 comentario:

  1. Yo fui fiel a madmen , hasta como el octavo capitulo de la cuarta temporada. Reconozco que las tres primeras temporadas , fueron maravillosas , pero paso mucho tiempo entre la tercera y cuarta , por lo que llegue desconectado con la historia.

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