31/1/13

No cambies ni una palabra, Sam


Este Sam no es el de Casablanca, claro. Es el guionista Samson Raphelson.


Lubitsch le llamaba Sam; a veces también le llamaba Rafe, como todos los de confianza, pero casi siempre le llamaba Sam. Sam le llamaba Ernst.

Ernst Lubitsch y Samson Raphaelson

Sam Raphaelson escribió nueve películas para y con Lubitsch. Le habría bastado escribir El bazar de las sorpresas para ganarse un lugar de privilegio en la eternidad del cine y nuestra más rendida admiración. Por algo le dedicamos en esta escuela una entrada que se titulaba así: El guionista. Sin más. Sobran las palabras.


Ayer encontré este librito suyo. (Felicidades a los de Intermedio por la idea. Un verdadero regalo.) Es la historia de un elogio fúnebre que Samson Raphaelson le dedicó al único cineasta que admiraba, al autor de las únicas películas que le habían cautivado. No llega a las cincuenta páginas. Maravillosamente escrito. Emocionante. (Se lo voy a poner en las manos a Ángeles esta noche.) El texto original se publicó el 11 de mayo de 1981 en The New Yorker con el título de Freundschaf  -amistad, en alemán-, tal como figura en un fotografía que Lubitsch le dedicó al guionista.


Amistad, el último toque Lubitsch -no está nada mal traído el título de esta edición (basta leer el librito para comprobarlo)-, en realidad, no es la historia del elogio fúnebre, sino el pre-texto para una escena digna de Lubitsch, con Lubitsch de protagonista. Y como se trata de una publicación reciente no diré más (y aun os aconsejo que no leáis los textos de las solapas y la contraportada, hacedme caso). Apenas una cita: Él escribió algunas de mis mejores réplicas y yo escribía algunos de los típicos "toques Lubitsch".

Lubitsch con Miriam Hopkins 
en el rodaje de Trouble in the Paradise (1932), 
aquí Un labrón en la alcoba
una de las películas que escribió con Samson Raphaelson. 

Como addenda al texto de Raphaelson, un Glosario innecesario de Pablo García Canga (al que le debemos también una traducción impecable): innecesario quizá, pero muy jugoso.

Cartel de Heaven Can Wait
diseñado por Anselmo Ballester

Lo siento por aquellos que nunca han visto una película de Ernst Lubitsch, escribía no hace mucho Bogdanovich. Siento lo mismo cada vez que tengo que impartir unas clases de guión a jóvenes recién salidos de la Universidad -más aun cuando les gusta (de verdad) el cine- y, en el mejor de los casos, Lubitsch les suena de oídas (ganas me dan de echarlos del aula y que vuelvan cuando hayan visto por lo menos media docena de sus maravillosas películas, de rodillas). Y uno les habla de Lubitsch, pero... En fin. Nosotros vamos a ver una vez más Heaven Can Wait (1943), que aquí se tituló en su momento El diablo dijo no, la última obra maestra que escribieron Ernst Lubitsch y Samson Raphaelson, una de las películas que amojonaron aquella hermosa amistad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario