5/1/13

Esperanza de contrabando


La tumba de Tolstoi en Yásnaia Poliana

No he leído nada del escritor polaco Kazimier Brandys (1916-2000). Sólo sabía que escribió algunos guiones para cine y televisión; pongamos por caso las adaptaciones de sendas novelas suyas: Sansón, con Wajda, que la llevó a la pantalla en 1961, y Jak byc kochan, que dirigió en 1963 Wojcieh Has, a quien le debemos una bella rareza como Manuscrito encontrado en Zaragoza (1965).

Kazimier Brandys
(Fotografía de Wojciech Druszcz.)

En Lo que cuenta es la ilusión, el estimulante dietario de Ignacio Vidal-Folch, encuentro esta cita de uno de Kazimier Brandys a propósito de la fe en la literatura de los escritores de antes, de los muertos, que podían amar o detestar el mundo, pero creían en la literatura:

Los muertos, al escribir sus novelas y relatos, tenían la certeza que nosotros hemos perdido. Sabían que escribir es una cosa sagrada, de un alcance esencial, que no se puede poner en duda, que sus libros colaboraban en la formación de la conciencia colectiva, y que el relato, la novela, la narración, son el mejor medio de comunicar su fe en la naturaleza humana o su incredulidad. Tenían la bendita certeza de que la literatura es una esfera superior de la existencia y siempre lo será, porque el hombre no sólo necesita historias, necesita evangelios y quiere que se los escriban. [...] Dostoievski se sentía menos válido que Víctor Hugo, pero cuando comprobó que le pagaban mucho menos que a Tolstoi, se quejó en una carta a la redacción: Sí, él era indiscutiblemente inferior a Tolstoi, pero ¿inferior hasta aquel extremo? Así que conocían los desfallecimientos y los tormentos espirituales, pero cada uno reconocía en sí mismo una roca inquebrantable, cada uno estaba convencido de la necesidad y de la importancia de la escritura.

Los hijos y la viuda de Dostoieveski 
en la tumba del escritor en San Petesburgo

Tres cosas: la primera, la literatura ya no forma la conciencia colectiva, de acuerdo, pero un paso más, ¿y si ya no existiera la conciencia colectiva?; la segunda, qué grande Dostoievski, que no discute la talla del gigante Tolstoi; y la última, qué valor -o mejor, cuánto valor- el de aquéllos que escriben aun sabiendo que libran la batalla de una literatura desvalida, que, nada ilusos, perseveran en la ilusión de la escritura. Tendrá razón Ignacio Vidal-Folch cuando apunta en el arte como en la vida lo que cuenta es la ilusión. Será.

Tumba de Chéjov en Novodevichy

La ilusión de describir las situaciones tan verazmente... que el lector ya no pueda eludirlas, tal como Chéjov entendía la función del escritor. En su hermoso libro El cuaderno de Bento, John Berger apunta que Chéjov no nos ofrece una receta, sino un cierto tipo de lente para observar las historias que piden ser contadas, porque en estos tiempos duros la esperanza... es un contrabando que se pasa de mano en mano y de historia en historia. Una plegaria por los poderes (perdidos) de la literatura.

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