30/7/10

El maestro del instante

En el estudio de Cartier-Bresson sólo colgaban dos fotografías. Ninguna era suya.

Una de ellas la tomó el fotógrafo húngaro Martin Munkacsi con una Leica -entre 1929 y 1930- en el lago Tanganika y se publicó en 1931 en la revista Photographies:


El sentido de la composición de las líneas de espuma, las huellas y sombras en la arena, con el ritmo de las siluetas y el movimiento que preña el encuadre, esa coreografía de brazos y piernas, la gracia de los cuerpos... A Cartier-Bresson le reveló el sentido profundo de la fotografía. Ojo y mirada. Geometría y vida. La alegría desnuda, quizá irrepetible, que cobra forma en un encuadre. Un hecho -minúsculo, si se quiere- que, en el encuentro con nuestra mirada, deviene una epifanía.

La otra foto data de 1917 y es obra del mejicano Agustín Casasola:


El tipo que está fumando de espaldas al muro era Fortino Samano, un lugarteniente de Emiliano Zapata y, en cuanto acabe el cigarro, lo van a fusilar. Aún no había cumplido los treinta años. Eran los tiempos de la Revolución Mejicana. Mirad esa figura esbelta: las manos en los bolsillos, el cigarro en la boca, el gesto tranquilo, el cuerpo relajado, la sonrisa. Pura elegancia y convicción. La libertad desnuda ante lo irremediable.

Ambas fotografías cifran la poética que cultivará Cartier Bresson, una suerte de estado de gracia que le permite, a través de un estado de disponibilidad -merodeo y espera-, encontrar la fotografía que no ha buscado, ese instante eterno que no desvela el misterio sino que lo hace más hondo, una fugaz armonía entre lo real y la pura mirada. Algo así, diría María Zambrano, como acompasar el ritmo de nuestro corazón con el corazón del mundo, que también lo tiene.

La fugacidad y la fatalidad. La vida y la muerte. El azar y el destino. La eternidad en un instante. El escalofrío.

Detrás de la estación de Saint-Lazare,
París, 1932

Fotografía de Cartier-Bresson

Desde que tuvo en las manos su primera Leica,



nunca se separó de una cámara. Para Cartier-Bresson, la Leica era el maestro del instante (decisivo).

Henri Cartier-Bresson

6 comentarios:

  1. Con las fotografias no se vuelve a la infancia, nos la traemos al presente. Sentimos la infancia, pero descolocada.

    Cuando empezamos a ver la película, los primeros diez minutos, me paso por la mente (mientras le daba el bocadillo a Teresa, le pasaba la botella de agua a Jesús, ponía el paquete de palomitas a equidistancia de las dos criaturas…) decirte que eras un flojeras. Pero, Jesús y Teresa fueron serenándose, amansándose, metiéndose embobados en la película. Tere y yo también. Hubo varios momentos en que se me formo un tenue nudo en la garganta. Tere disfrutaba más que los niños con los mil detalles tiernos de la película. Pero, bueno, a lo que iba, al final de la película se me saltaron las lágrimas (aun refrenadas). Se encendieron las luces. Tome a Jesús de la mano. Tere tomo a Teresa y hasta llegar al coche no comente nada, el nudo de mi garganta no se iba.

    “Estos son mis juguetes, busco a alguien especial que cuide de ellos”.

    Un abrazo Daniel.

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  2. Cartier-Bresson mostró en un instante la belleza ,la tragedia ,el control de la luz y de las sombras...
    Sus fotos lo dicen todo...Un maestro.
    Un saludo

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  3. Me he quedado boba(más aún) mirando la primera foto, dan unas ganas de estar dentro de ella...Un abrazo grande, Daniel.

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  4. Las fotos dan grandes sensaciones. Lo que me ha dejado embobada ha sido como has descrito cada imagen.
    Felicidades Daniel !!!

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  5. Qué contraste entre la perfecta composición de la fotografía de Munkacsi y la de Casasola, que rompe todas los canones. Aún así la foto de Casasola conserva toda la fuerza e impacta, me pregunto si es sólo por el hombre que retrata, que se las trae, o por algo más en la fotografía.

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  6. Me siento muy emocionada de hallar este blog, llegué por Simone Weil y de pronto: Cartier-Bresson, André Kertész, no podría seguir enumerando. Es una especie de frutero delicioso. Un saludo afectuoso.

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