6/8/10
Hasta luego, maestro
El 1 de agosto murió Xosé Luis de Dios. Cada vez que en esta escuela mencionaba al maestro era a él a quien invocaba. Era -y es y será- el maestro por excelencia. Quien pintó y dibujó tantos caminantes se fue caminando al lugar de donde no se regresa. A nosotros, que lo quisimos -que lo queremos- tanto, nos cuesta dejarlo irse.
Duele la pérdida. Arden las pérdidas. Hemos perdido a un maestro, a un compañero, a un amigo. También a un padre. Porque nos cobijaba, nos alentaba y nos quería. Nos prohijaba. Hemos perdido a un artista. Ahora que ya no está, podemos decirlo sin lastimar su pudor.
Xosé Luis de Dios era un artista, no porque descifrara claves secretas o enigmas de la existencia ni porque ejecutara un arte con maestría, sino porque iluminaba el misterio del ser humano en el aquel de habitar este mundo, no para desvelar ese misterio, sino para mostrarnos que es mucho más hondo de lo que podríamos imaginar. Cómo no sentirnos cada día que pasa más solos.
Estos días de silencio (aquí) me he sorprendido celebrando esta escuela sólo porque representó un pretexto feliz para hablar con el maestro casi cada semana durante estos últimos veinte meses. Esther -su Perla- le imprimía las entradas y Xosé Luis de Dios las leía en su butaca, luego me llamaba para comentarlas. Me animaba a continuar, me empujaba a profundizar y me disciplinaba contra las banalidades y las rutinas. Me obligaba a escribir bien. Me recordaba que nuestra única responsabilidad es crear algún atisbo de belleza, que basta con eso y que ningún afán resulta baldío para acercarnos a ese horizonte. Esther nos contaba que muchas veces el maestro se asomaba, cuando la veía ante el ordenador, para saber si había nuevas entradas. Que Esther y el maestro encontraran en esta escuela algo que les importara representó una de las motivaciones primordiales para continuar. Pero no imaginéis nada solemne. Nos reíamos mucho. Los amigos, en la hora de la despedida, recordamos la risa de Xosé Luis de Dios. Creo que ninguna imagen más justa que la evocada por Manuel Rivas: una risa que era como un puente. Y el maestro invitaba a cruzarlo.
Hemos cruzado muchas veces ese puente. Ese es nuestro único consuelo, aunque nada podrá remediar nuestra orfandad.
Hace año y medio escribí aquí Un paseo con el maestro. Creo que nada puedo añadir ahora. Permitidme que prolongue el silencio que hoy interrumpí. Perdonadme los días que no visite vuestros blogs. Dejadme un tiempo a solas. No sabría qué decir. No es que me falten las palabras, es que hay tantas cuajadas con la memoria de Xosé Luis de Dios que el continente de un adiós no bastaría para sostenerlas. Hasta luego, entonces.
Hasta luego, maestro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Pues eso, hasta luego, hasta siempre...
ResponderEliminarY un abrazo fuerte a Esther.
Besos.
Dani.
Mis respetos, Daniel.
ResponderEliminarY mi pesar por tu pérdida.
Yo también sé lo que supone.
Un fuerte abrazo.
Elías
Tengo un amigo muy querido que es sólo ciberamigo, no nos conocemos personalmente. Un día que él lo estaba pasando mal de verdad me dijo que este tipo de amigos a distancia no te daban un abrazo cuando te hacía falta. Si que te lo dan, dije yo. Bueno, contestó él, te lo darán pero no lo recibes, nunca llega. Yo, como sé que está equivocado y si que llegan, quiero mandarte uno enorme.
ResponderEliminarHasta luego, Daniel.
"Me recordaba que nuestra única responsabilidad es crear algún atisbo de belleza"
ResponderEliminarPues quédate, Daniel, con la suerte de que alguien te hiciera consciente de eso.
A mí pues me vino de rebote ese mismo pensamiento al descubrir esta escuela, o sea, su labor se extendió a tus lectores -me permito hablar en general. Empezar a leerte y ver que en un mundo de vidas tan cortas, historias bellas tan breves y -ya a un nivel más global- tanta descompensación de todo, de demasiada salud, de demasiado poca, de demasiado dinero, de demasiado poco, de demasiada paz o demasiados enfrentamientos, venir aquí me ha supuesto siempre una reconciliación con todo, y, sobre todo, quedarme con esa máxima de simplemente tratar de hacer algo que embellezca -en mayor o menor medida-, que no dañe.
Luego, igual que dejamos el famoso árbol -que creo que no planté bien :$- y el hijo, al menos dejar cosas bonitas :).
Besos de "esto también pasará"
Un abrazo para vos y otro para la memoria de tu amigo pintor y maestro.
ResponderEliminarPuedes estar tranquilo ante la única responsabilidad de crear belleza, pues yo la disfruto.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Daniel, parte, la mitad o todo se lo pasas a la memoria de tu amigo.
Esta tarde he visto "Las tres luces" y ahora leo tu triste comentario. Hoy la tengo muy presente, alta y vestida de negro.
ResponderEliminarUn abrazo.