31/8/09

El mapa de la isla


Era agosto en Braemar. Un agosto lluvioso aquel de 1881. Y el escritor de treinta años quiso entretener a su hijastro, un niño de doce años, durante las horas de obligado encierro en el salón del cottage de la señorita McGregor, durante el último verano que pasó en las Tierras Altas de su Escocia natal. Entonces concibió una historia que cumpliera, además, el requisito que el niño había impuesto: nada de chicas. Todo empezó con un mapa. Todo empezó como un juego, porque jugar era un asunto muy serio y la literatura el más serio de los juegos. Todo empezó por culpa de la lluvia un día de agosto en Braemar.


Ese escritor era Robert Louis Stevenson (RLS). El niño era Lloyd Osbourne, el hijo de Fanny, la mujer de RLS. Y un día lluvioso de aquel agosto de 1881 RLS ayudó al niño a dibujar con tizas de colores en el suelo del salón un mapa que representaba, son palabras de Borges, una isla fantástica llena de bahías, de bosques y de montañas. Enseguida aparecieron los piratas y el tesoro enterrado. Y la historia cautivó desde el principio no sólo a Lloyd, sino a su madre y a los padres del escritor. El padre de RLS era constructor de faros, como su abuelo, y se apasionó por la historia hasta el punto de que le sugirió el nombre del barco del capitán Flint, el Walrus, y elaboró en el dorso de un sobre el inventario del baúl de Billy Bones que RLS siguió al pie de la letra: "un cuadrante, un bote pequeño de hojalata, varios rollos de tabaco, un par de pistolas muy elegantes, un trozo de lingote de plata, un viejo reloj español, algunas baratijas de poco valor, la mayoría de fabricación extranjera, un par de brújulas montadas en latón, y cinco o seis conchas curiosas de las Antillas..." Y, por supuesto, aquel primer mapa pintado en el suelo sería trasladado con primor por el propio autor al papel, una tarea que le depararía horas felices a quien tanto amaba los mapas. Y navegar. Como recordó Graham Balfour, amaba los barcos como un hombre ama el borgoña o el amanecer.

El cottage de Braemar
donde RLS concibió
La isla del tesoro, actualmente

Así que, empujado por el interés creciente que despertaba la historia, cada noche les leía un nuevo capítulo. Conviene apuntar que, hasta la fecha RLS, había escrito poemas, cuentos, artículos y ensayos, pero aún no había publicado ninguna novela, y la historia que ahora tenía entre manos empezó a convertirse en el proyecto de su primera novela con el estímulo de los amigos Sidney Colvin y Edmound Gosse -que tras la muerte de RLS se convertirán, cada uno por su lado, en editores de sus obras completas-, que lo visitaron en Braemar y le aconsejaron que aquel pasatiempo ideado para divertir a un niño debía convertirse en una novela. La primera noticia de la historia más allá del cottage la recibió el amigo del escritor, el poeta William Ernest Henley, por una carta de RLS fechada el 24/25 de agosto de 1881: "Le sorprenderá saber que es sobre bucaneros, que empieza en la posada del 'Almirante Benbow' en la costa de Devon, que es sobre un mapa y un tesoro y un motín y un barco abandonado (...) y un cocinero de barco con una sola pierna y una canción marinera con el estribillo Yujujú y una botella de ron". También le contaba que el título previsto era El cocinero de equipaje -así se le llamaba antiguamente al cocinero de un barco, el equipaje era la tripulación- o La isla del tesoro. Un relato para chicos.

Ilustración de Alberto Breccia

Alexanderr Japp, otro amigo de RLS invitado a Braemar, se enamoró de la historia y se llevó una parte del manuscrito para enseñárselo a James Henderson, director del semanario ilustrado (de ocho páginas) para niños, Young Folks. El acuerdo para publicar la novela por entregas en la revista infantil comprometió al escritor con el desarrollo del texto y aportó un incentivo nada desdeñable. El propio RLS cuenta en su célebre ensayo Mi primer libro que aquel verano en Braemar terminó y leyó quince capítulos y que los diecinueve restantes los escribió en Davos, durante el invierno, un trabajo interrumpido por una recaída en la tuberculosis. Fanny aseguró que RLS quizá no hubiera terminado la novela de no haberse comprometido con la publicación.

RLS por Sargent

La obra apareció, al fin, en ocho entregas en las páginas centrales de la revista Young Folks, a partir del 1 de octubre de 1881 hasta el 28 de enero de 1882. Henderson convenció a RLS para que el serial se titulara La isla del tesoro, o El motín de la Hispaniola, y se publicó bajo el seudónimo de Capitán George North. No fue un éxito clamoroso, más bien discreto, muy discreto incluso. Pero RLS ya estaba pensando en una revisión a fondo antes de que se publicara la última entrega en la revista, una reescritura que le comunicó a su padre así como la disponibilidad a recibir cuantas sugerencias considerara oportunas. Tanto su padre como Fanny hicieron sus aportaciones centradas sobre todo en los dos narradores -el adolescente Jim y el doctor Livesey- y en Ben Gunn, el pirata abandonado en la isla. RLS cuidó especialmente la dicción de los piratas y trabajó intensamente cortando y puliendo el texto hasta conseguir un estilo depurado y vivo, en una prosa fluida.


El contrato para la publicación de La isla del tesoro -título definitivo sin añadidos- con la editorial Cassell se firmó el 2 de junio de 1883 y RLS figura como residente en el chalet La Solitude, en Hyêres-les-Plamiers, Var. Dos meses antes, en abril, RLS había enviado en manuscrito y el mapa de la isla (que no se había publicado en la revista) a Henley. Pero el mapa se perdió por el camino y nunca se encontró. Sin duda, constituiría una joya bibliográfica si algún día aparece. Lástima que Pérez-Reverte haya "clavado" los argumentos de buscadores de tesoros librescos por una temporada. porque una trama de aventuras alrededor del mapa perdido de La isla del tesoro tendría su aquel. El caso es que RLS tuvo que volver a dibujarlo a partir del texto en el despacho de su padre en agosto -otra vez agosto- de 1883 y le añadió los adornos de unos barcos y unas ballenas resoplando; el garabato con la firma de los dos piratas fue idea del padre. Ése es el mapa que aparecerá en las sucesivas ediciones del libro. La primera (dos mil ejemplares) se puso a la venta el 14 de noviembre de 1883, con sus 34 capítulos distribuidos en seis partes. Aunque RLS suspiraba por las ilustraciones para La isla del tesoro, tuvo que esperar hasta la primera edición americana en febrero de 1884 en la que aparecerían cuatro ilustraciones de F. T. Merrill; y un año y medio más tarde, en la edición francesa de 1885, las ilustraciones de Georges Roux, las que más le gustaban al escritor. (Qué lástima que alguna editorial no le haya encargado al maestro las ilustraciones para una edición de La isla del tesoro, o de A illa do tesouro, ya puestos)

Ilustración de Georges Roux

Los que me conocen saben que La isla del tesoro es mi libro favorito, que colecciono ediciones de La isla del tesoro (nada lujosas, ediciones de segunda mano, de bolsillo, en cualquier idioma) y seguramente se habrán extrañado de que haya tardado tanto en traerlo a esta escuela, aunque el latido que provoca un libro tan entrañable (y entrañado) lo habrán advertido en más de una entrada, y desde luego en la que le dediqué a Qué verde era mi valle, la película que rinde el más hermoso homenaje a La isla del tesoro, porque, efectivamente, qué no daríamos por volver a leer este libro maravilloso por primera vez: con cuánta emoción le puse en las manos a mi hijo La isla del tesoro -la edición de Alianza en bolsillo, con la portada de Daniel Gil y la traducción de Fernando Santos Fontela- y con cuánta envidia espiaba su mirada prendida al encanto de las páginas primordiales. Porque el ensalmo de esas palabras inaugurales del relato "Recuerdo como si fuera ayer..." encierran esa promesa de perdurable felicidad que Borges atribuía a la obra de RLS. Porque uno recuerda como si fuera ayer aquel mes de agosto en que mi padre me trajo La isla del tesoro en una edición de la Editorial TOR de Buenos Aires -no consta el traductor-, con las cubiertas de un papel finísimo con una ilustración a colores -con la firma "Antenor 39"- en la portada, con el título en la parte superior y el autor -¡L.R. Stevenson!- en la inferior, y los cortes pintados de rojo. En la última página del libro, tras el índice, puede leerse: "Se terminó de imprimir en Buenos Aires en los Talleres Gráficos de la Editorial TOR, el día 27 de agosto de 1948". Agosto, una vez más. Cuando abrí aquel libro en aquella tarde de agosto a la sombra de los abedules en el camino del río en plena canícula del verano africano de 1966 y leí en la página 7 Primera parte. Un antiguo filibustero//Capítulo Primero. El viejo lobo marino en la posada del "Almirante Benbow", empezó el viaje más hermoso de mi infancia. No puedo imaginar un título más perfecto para las horas más lentas y felices. Aquel libro sigue conmigo, con el lomo fatigado, pero cuando lo abro vuelve el perfume de la aventura fundacional. Y el hechizo de la memoria. Desde aquel día he leído otras traduciones, la de Fernando Santos Fontela que heredó mi hijo, la de Francisco Torres Oliver, la de José Luis López Muñoz, la de Juan Antonio Molina Foix, la de Gaziel... Vuelvo a ellas cada mes de agosto.

Edición en hebreo
de La isla del tesoro

Aún hoy siento un escalofrío de placer cuando leo el capítulo XXVI, uno de mis favoritos desde aquella primera vez, cuando Jim Hawkins se convierte en capitán de La Hispaniola y gobierna la goleta hasta la boca de la Cala Norte de la isla y aún me estremezco cuando leo aquellas palabras del timonel Israel Hands: "Treinta años llevo recorriendo las mares, y he visto cosas buenas y malas, mejores y peores, tiempo bueno y malo, hombres, cuchilladas y lo que quieras. Y ahora te voy a decir una cosa: todavía no he visto que por hacer el bien se consiga nada bueno. El que da primero da dos veces, eso es lo que te digo; los muertos no hablan, eso es lo que opino, y amén, no se hable más. Y ahora mira una cosa -añadió cambiando repentinamente de tono-:basta ya de bobadas. La marea ya ha subido bastante. Sigue mis órdenes, capitán Hawkins, entremos de un tirón y acabemos de una vez".

Ilustración de Georges Roux

Ilustración de Alberto Breccia

Y aún tiemblo con Jim aquella noche en el tonel de manzanas cuando descubre que el simpático cocinero es, en realidad, el pirata Long John Silver, uno de los personajes más espléndidos con que nos hayamos topado en toda una vida engolfada en el vicio de la lectura. Y aún hoy cuando caminábamos por la playa del Vilar con la marea baja, una frontera de arena, sal y viento que confina con el reino de las olas, una geografía de resacas sobre un cementerio marino, donde una noche de hace casi cien años naufragó un mercante inglés y dejó sobre la playa toneladas de naranjas, o el Palermo que en 1910 sembró el arenal con un cargamento de juguetes, caminando por esa playa decía, recordaba como si fuera ayer que yo, niño de río, tuve mi primera experiencia con el mar a través de los ojos de Jim Hawkins, en compañía de Long John Silver, a bordo de la Hispaniola, camino de la isla del tesoro y por la gracia de RLS (o del L. R. Stevenson de la editorial TOR).

Ilustración de
Alberto Breccia

Y hasta hoy cada vez que leemos y recordamos La isla del tesoro ofrendamos gratitud eterna a RLS quien pensaba que "haber hecho cosas que mereciera la pena escribir era un honor que no alcanzaba quien simplemente hubiera escrito cosas que mereciera la pena leer". Aunque ya nunca nada, ni siquiera la memoria, pueda devolvernos aquella primera vez. Aunque sigamos empeñados en el aquel de alcanzar las playas de oro de la infancia. Y seguimos.

Ilustración de Wal Paget,
en la edición de Cassell de 1899

Detrás de un escritor de historias de aventura siempre hay un poeta semioculto, quizá porque la poesía es el nombre más íntimo e inconfesable de la imaginación aventurera. Son palabras del gran traductor Carlos Pujol. Y añade que así ocurre con RLS, que se pasó la vida viajando e inventando viajes y peripecias, lances asombrosos, navegaciones, horrores y piratas, reservando para sus versos la explicación última de sí mismo, la aventura interior. Una poesía para volver a ser niño, para regresar al jardín de la infancia perdida, para acercarse a la intimidad más honda de RLS, una aleación de humor, amigos, paisajes, recuerdos y la negra sombra.


PAISAJE DE LA COLCHA

Cuando guardaba cama estando malo,
tenía no una almohada, sino dos,
y todos los juguetes a mi lado
esparcidos sobre mi cobertor.

A veces me pasaba una hora viendo
cómo iban y venían mis soldados
por las blancas colinas de las sábanas,
con uniformes de lo más variado.

Otras veces hacía que mi flota
navegase por entre un mar de mantas;
o levantaba allí muchas ciudades
con sólo poner árboles y casas.

Era lo mismo que un gigante quieto
sentado en la colina de mi almohada;
se extendía ante mí un bello paisaje
como hecho de llanuras y cañadas.

(Poemas de R. L. Stevenson, con selección y traducción de Carlos Pujol, edición bilingüe en la Colección La Veleta, dirigida por Andrés Trapiello, Granada, 1999)

RLS a los 7 años

Aquel agosto lluvioso de 1881 en Braemar RLS amojonó la aventura interior en algunos poemas de Jardín de niños y la otra en un libro que nos sigue haciendo felices recordando las horas en cuyas páginas vivimos la historia más hermosa que nunca nos hayan contado. Una historia que empezó con el dibujo coloreado del mapa de una isla. Un mapa que cifra la más bella de las promesas y la prueba irrebatible de que no hay aventura mayor que la de leer La isla del tesoro cuando necesitamos volver a creer en los ejércitos de carretes de hilo en formación sobre la colina de una almohada, como aquel agosto que me pasé en la cama, envuelto en ungüentos, curándome una insolación de mi primer día de playa, yo que era un niño de río.

RLS en cama, tocando la dulzaina

6 comentarios:

  1. Intenté mandarte un mapa ...Pero el verdadero tesoro es saber disfrutar de los escritos de Stevenson .Espero que tu hijo sea capaz de valorar lo que le has regalado.
    Un saludo

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  2. Magnífica entrada sobre Stevenson; apenas unha cousa, a edición que se mostra de "A illa do tesouro" non está en árabe, senón en hebreo. Parabéns.

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  3. Yo también colecciono "Islas del Tesoro". Precisamente he entrado aquí porque me ha traído google buscando un dato para la ficha de mi última adquisición. Tengo 57, y cada día me gusta más.
    Un cordial saludo, compañero.

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  4. Nunca lo he leído. Bueno, sí, pero no en su versión digamos "original" (y no hablo de idiomas, sino de extensión, creo que se me entiende). Sí en las "Grandes Joyas Literarias" y en las múltiples adaptaciones en forma de cuadritos de colores con bocadillos blancos llenos de letras.

    Hace unos meses compré una edición de segunda mano en un Rastro. Compré "La isla del tesoro" y "El libro de la selva". Mi hijo tiene seis años, empieza ahora a devorar todas las palabras que se le ponen por delante, y los compré para él, porque, como ese niño de doce años, no le gustan las historias "con chicas".

    Estoy pensando ahora si quizás el verano que viene sea yo quien lo lea, y continúe con Huckleberry Finn, que dejé también empezado, y me deje de filosofías baratas que tantas veces me trago.

    Gracias por la recomendación.

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  5. Me permito dudar de la autoría de las ilustraciones atribuidas a Alberto Breccia. No las conocía, pero tienen un estilo sospechosamente similar a su hijo, el también maravilloso Enrique Breccia.
    Saludos,
    Alejandro

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