15/7/13

Un thriller homérico


No sé vosotros, pero a mí Eduardo Gil Bera no me sonaba -ni de oídas ni de leídas- hasta que di con un estupendo (y goloso) artículo de Juan Bonilla -¿Qué fue de Homero?- mientras entretenía una hora en un café con las páginas de un suplemento cultural, hace como quince días. (De Juan Bonilla sí sabía, de oídas y leídas, de otros artículos y de su gozosa novela o biografía o novela de la vida o biografía novelada de Maiakovski, Prohibido entrar sin pantalones; por lo visto, a Bonilla, como a uno, también le cautivó el poeta de la revolución bolchevique en los años mozos y ahora lo regresa, aventando la memoria, y dueño y señor de los poderes de la escritura.) El artículo de Bonilla en el tal suplemento cultural (que sólo leo al acaso de los bares cada tanto) me despertó el apetito por el libro de Gil Bera que venía a cuento: Ninguno es mi nombre.


Lo encontré en la librería Follas Novas una semana después y ayer lo acabé de leer (aún está calentito). El libro lleva un subtítulo, digamos que judicial (o policial): Sumario del caso Homero. Sólo cabe hacerle un reproche al ensayo de Gil Bera, sus escasas 200 páginas. Resulta tan fascinante que uno se ve impulsado a leer sin pausa, pero a la vez depara una lectura tan intensa que conviene tomarse su tiempo: ¡cuenta tanto y tan bien! Pero, es más, lo que cuenta es de la mayor enjundia, porque, digámoslo ya, Gil Bera nos revela quién y cuándo escribió la Ilíada, quién y cuándo y en cuántas fases escribió la Odisea, y cómo los intríngulis de la política, la religión y la historia griega se enredaban en la escritura de los poemas homéricos (porque Gil Bera está seguro de que se escribieron, o mejor, de que no serían posibles sin la escritura, y las pruebas que desgrana tienen visos de, como poco, acendrada verosimilitud), en aquellos tiempos en que los aedos -excelsos memoradores- eran casi (o sin casi) reyes, o recibían consideración de tales, en una civilización -la griega- que convirtió la memoria en marca de agua, seña de identidad, narración primordial. Basta comprobar la raíz mn (de memorar) en Mnémaco y Clitomnemon. ¿Que quiénes son? Quizá también os gustaría saber qué pinta aquí -quiero decir, en el libro de Gil Bera- Tales de Mileto, eso sí os lo voy a decir porque se cuenta en el bonito marcapáginas con que se acompaña la edición (a modo de trailer), donde se anuncia que Ninguno es mi nombre "descubre que [Tales] fue el promotor de los homéridas [quienes recitaban los poemas de Homero por las ciudades jonias], y acredita que el propio Tales publicó un panfleto donde revela ser el poeta de la Odisea y hace saber que Homero, autor de la Ilíada, se llamó así porque su padre, rey de Pafos, y sumo sacerdote de Afrodita, fue entregado como rehén [homero, de ahí el seudónimo] por los chipriotas al rey Midas". A ver, quién se puede resistir a leer un libro así.  


Y no defrauda lo más mínimo. Todo lo contrario. Invita -pero, en realidad, obliga con fervor- a leer otra vez la Odisea. Cómo no vamos a leerla una vez más cuando nos hace ver en el episodio de las sirenas -una maravilla el capítulo que le dedica Gil Bera (en el momento preciso de la apasionante trama de su thriller homérico)- lo que nunca habíamos visto (desde luego uno no lo había imaginado). Qué razón tenía Juan Bonilla. Claro que ahora también sé -de oídas- que hace cinco años publicó La sentencia de las armas, sobre la Ilíada, así que habrá que leerlo también. Bueno, sospecho habrá que leer los dos, el libro de Gil Bera y -otra vez- el de Homero. O como se llame. Da igual, siempre será de Homero. Diga lo que diga, demuestre lo que demuestre, Gil Bera (o quien sea). Nos basta la palabra de Barry Fitzgerald (fue suya la réplica) en El hombre tranquilo, la odisea de John Ford, ante la cama descompuesta tras la noche de bodas de John Wayne y Maureen O'Hara.


Homérico. Un adjetivo para la eternidad.

1 comentario:

  1. No voy a llevar la contraria a Gil Bera sin conocer sus argumentos, aunque me sorprende lo de adjudicar la autoría a Tales de Mileto, más que nada porque creo haber leído buena parte de lo que se escribió en griego hace 2500 años y no lo he visto señalado por ninguna parte, y es raro que una cosa así no se supiera (algo parecido a lo del anónimo autor del Lazarillo, aunque aquí Rosa Navarro Durán ha dado prueba que es difícil pasar por alto, sinceramente).
    Respecto a lo de "Homero" con el significado de "rehén", me rindo, llevo casi treinta años pensando que significaba "el ciego", que es lo que han dicho muchos y buenos profesores de muchos países, y lo que me parecía lógico tratándose de un oficio, el de aedo, desempeñado frecuentemente por personas sin vista; como lo ha seguido siendo durante siglos, como lo prueban los romances de ciego, aunque no sólo en el campo literario, sino también en el musical, como creo haber puesto de relieve en un artículo llamado "Con los ojos cerrados", y ahí está,, por poner un ejemplo, el guitarrista ciego de Picasso.

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