1/1/14

La faena del amor


En uno de esos pasajes inolvidables de mi primer libro (de cine) de cabecera, El cine según Hitchcock, Truffaut le tira de la lengua a don Alfredo a propósito de la escena del beso -o mejor, de los besos (a lo largo de dos minutos y cuarenta segundos, en un solo plano)- con Ingrid Bergman y Cary Grant en Notorious (1946), que aquí se tituló -y muy bien- Encadenados.


No dejan de abrazarse y besarse mientras hablan de la cena, y se besan a poquitos, encadenados el uno al otro, como si se comieran a cachitos.


Y siguen abrazados y se comen a besos mientras él habla por teléfono.


Hasta que se despiden en la puerta. Sólo la trama les separa. Y el tiempo trasfigura la escena con visos de sueño. 


Para Hitchcock, la cámara -el espectador (el primero de todos, el propio cineasta)- era como una tercera persona unida a ese largo abrazo. Así le regalaba al público (y a sí mismo, antes que a nadie) el gran privilegio de besar a la vez a Ingrid Bergman y a Cary Grant, a modo de un triángulo temporal.

La voluntad absoluta de no romper esta emoción amorosa, siguiéndolos con la dolly desde la terraza y cruzando la sala hasta la puerta, casi siempre con Ingrid Bergman y Cary Grant en primer plano, se la inspiró al cineasta la memoria de una escena que se le quedó grabada:

Viajaba en un tren de Boulogne a París y atravesábamos Etaples con bastante lentitud -le cuenta a Truffaut-. Era domingo por la tarde. Veía por el cristal una gran fábrica con un gran edificio de ladrillos rojos y, pegada a la pared, había una pareja de jóvenes. El chico y la chica estaban completamente abrazados y el muchacho orinaba contra la pared. La chica nunca dejó de abrazarle; miraba lo que él hacía, contemplaba el tren pasar, luego miraba de nuevo al muchacho... Pensé que ahí tenía, en verdad, el verdadero amor "en faena", el verdadero amor que "funciona".

Cuando dos personas se aman, no se separan -apunta Truffaut.

Hitchcock nunca olvidó aquella imagen y por eso veía con toda precisión cómo rodar la escena de los besos de Encadenados.



En uno de los textos recogidos en el libro sobre la obra de Nagisa Oshima, que editaron este año (de la muerte del cineasta) el Festival de Cine de San Sebastián (con una retrospectiva el pasado septiembre) y la Filmoteca Española, Núria Bou y Xavier Pérez abren un bello pasaje entre ese momento de la conversación de Truffaut con Hitchcok y una escena de la memorable obra maestra de Oshima, Ai no corrida (El imperio de los sentidos, 1976), aquélla en que Kichi (Tatsuya Fuji) va a dejar a la hermosa Sada (Eiko Matsuda) casi nada, un minuto, el tiempo de orinar.


Pero ella no quiere apartarse de él y, amorosamente, le pide que lo haga dentro de ella.


Así no tendrán que separarse y podrán seguir abrazados. 


Cuando dos personas se aman, no se separan, decía Truffaut. 


El verdadero amor "en faena", recordaba Hitchcock.

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