La aventura (1960) de Antonioni
El cine que nace con Griffith hizo de la pantalla una ventana abierta al mundo y un espejo donde el mundo se reflejaba. La ubicuidad de la cámara le ofrendaba al espectador inmóvil en su butaca la total accesibilidad a un mundo en plenitud; un mundo despedazado en planos, es verdad, pero que el montaje suturaba para hacernos sentir su legibilidad y una impresión de convincente totalidad. El cine clásico esconde los artificios narrativos -y técnicos- para presentarse ante el espectador en toda su transparencia (como si el cine se hiciera solo).
Baby Doll (1956) de Kazan
Tan transparente el cine clásico que el rostro se ve como espejo del alma; dicho de otra forma, los personajes pueden mentir, pero sus rostros nunca. Béla Balazs, uno de los primeros teóricos del cine, nos recuerda que en tiempos del cine mudo (por llamarlo de alguna manera: en el cine mudo los personajes hablaban, aunque no se les escuchara, y tampoco era silente, porque casi siempre tenía acompañamiento musical, y aun en las proyecciones de postín, efectos sonoros en directo, tras la pantalla, como en el estreno de El nacimiento de una nación, pongamos por caso), los espectadores se sumergían en los rostros proyectados en la pantalla como en un espejo en el que aparecía la raíz del alma, su fundamento.
La edad de oro (1930) de Buñuel
Hasta que los espejos tomaron el espejo de la pantalla al asalto de la mirada cándida del espectador (ya desde la experimentación fílmica en los años veinte) y empezó a inquietar -y quebrar- los modos de ver el cine, hasta empañar la transparencia y volver visible el artificio, la representación; en definitiva, empezamos a ver que el cine era una construcción, no ya para nuestra mirada, sino de nuestra propia mirada. (Lo venimos anticipando en la subtrama de las imágenes que hilvana estas líneas.)
La terra trema (1948) de Visconti
Los espejos en el cine ponen en escena el aquel de ver -de ver mirar-, que deviene un espectáculo para nuestra mirada. Por un lado, los espejos nos hacen más conscientes del acto de ver y, por otro, subrayan la naturaleza del artificio, de la imagen: el cine no es una ventana abierta al mundo ni un espejo que refleje de forma natural lo que se ha visto; lo que vemos es una representación, o sea, como escribía Godard en aquel cartel rotulado de Vent d'est, no es una imagen justa, sino justo una imagen.
Cómo se le llame a este cine (barroco, manierista) es lo de menos, lo que importa es que reclama -como el cine moderno- otra forma de ver y depara otros placeres para el ojo goloso y fascinado del espectador. Como ese ojo -de Norman Bates (en Psicosis)- arrebatado en el aquel de mirar que Hitchcok ofrenda a nuestros ojos cautivos en el aquel de ver mirar.
Y hay (ya) tantos espejos en el cine que un cine sin espejos deviene casi inverosímil.
Nosferatu (1922) de Murnau
Las tres noche de Eva (1941) de Preston Sturges
Los sobornados (1952) de Fritz Lang
El año pasado en Marienbad (1961) de Resnais
Naked Kiss (1964) de Fuller
Repulsión (1965) de Polanski
Opening Night (1977) de Cassavetes
Naked Kiss (1964) de Fuller
Repulsión (1965) de Polanski
Effi Briest (1974) de Fassbinder
Taxi Driver (1975) de ScorseseOpening Night (1977) de Cassavetes
El cine ama los espejos.
(Pasión de los fuertes, 1946) de Ford
Gun Crazy (1950) de Joseph H. Lewis
(No podía ser de otra forma: todo espejo es una cámara y un proyector en la medida en que capta y devuelve la imagen.)
El imperio de los sentidos (1976) de Oshima
Chungking Express (1994) de Wong Kar-wai
Ejercicios de máscara y sudarios de desnudo desvalimiento.
El ángel azul (1930) de Sternberg
Casablanca (1942) de Michael Curtiz
Yo que sentí el horror de los espejos... escribió Borges.
Los ojos sin rostro (1960) de Franju
Vértigo (1958) de Hitchcock
Y aun aquellos que parecen haber caído en un espejo y aguardar por una mirada que los invoque y entonces dejarse ver.
Un verano con Mónica (1953) de Bergman:
Mónica se nos aparece en el espejo.
Filmes devorados por los espejos. El espejo como pozo de ausencias, un nido de fantasmas. Lo que han visto las espejos. Abismos de la memoria.
Final de Un verano con Mónica.
La memoria de lo perdido en el espejo.
Espejos como puertas: otro mundo al otro lado del espejo.
El apartamento (1960) de Billy Wilder
Y de la identidad.
Bigger Than Life (1956) de Nicholas Ray
Hasta el agua cobra visos de espejo para el Narciso que lleva dentro el cine.
El ladrón de Bagdad (1940) de Michael Powell
Un cine que ama ver -y verse- mirar, como si el cine se contemplase en el espejo de la conciencia (del cine: de ser cine, ficción y documento de la ficción, un como si y el documento que acredita la producción del como si).
Cautivos del mal (1952) de Minnelli
Espejos como palacios de cristal de una memoria inconsciente.
Cloak and Dagger (1945) de Fritz Lang
Cuenta Giorgio Agamben que entre la percepción de una imagen y el reconocerse en ella existe un intervalo que los poetas medievales -fascinados por los espejos- llamaban amor. El amor que desprende nuestra mirada cuando reconocemos a aquel niño que aún somos en el espejo de la memoria de las películas de nuestra vida. No otra cosa que ese espejo se quiere esta escuela que hoy cumple cinco años.
Felicidades!
ResponderEliminarFelicidades por los cinco años este recuncho que visito con pasión.
ResponderEliminarEnhorabuena por este blog modélico desde todos los puntos de vista. Como mínimo el objetivo es llegar a cumplir otros cinco años más.
ResponderEliminarFelicidades. Te sigo leyendo.
ResponderEliminarFeliz cumpleaños y enhorabuena por el trabajo, en el que no sé qué es mayor: el conocimiento o la pasión.
ResponderEliminarTremendo reportaje, una gozada.
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