Fellini veía las películas -sus películas- como criaturas mutantes, organismos sujetos a metamorfosis sólo parcialmente previsibles.
El viaje de una película -la artesanía del obrador- representaba una alquimia de visión y enfermedad, sueño y fiebre, rigor y fantasía.
Cartel de Jan Mlodozeniec
Y al final, en la pantalla, conjugaba azar y precisión, imaginación y carpintería, limbo y circo.
Cartel de Julian Palka
Cartel de Brandon Schaefer
Para Fellini, la película existía ya fuera de él, sólo tenía que ayudarla a nacer. Eso sí, era una comadrona que no quería volver a ver, ni por asomo, las criaturas que había ayudado a traer al mundo (del cine).
Cartel de Andrzej Pagowski
Tengo complejo de criminal. No quisiera dejar huellas ni rastros de todo lo que me ha costado una película. Destruyo todo. Sólo tiene que quedar la película, desnuda y acabada. De la misma forma que no quisiera hacer confesiones.
Cartel de Leszek Wisniewski
Escribió estas líneas en 1973. El año de Amarcord. Diez años después de 8½.
Cartel de Needle Design
Cartel de Jettsblog
No tiene nada de extraño. Ya sabemos que, por mucho que borre las huellas, el criminal vuelve al lugar del crimen.
Parece que las buenas películas generan buenos carteles. Estos son casi todos buenísimos.
ResponderEliminarAbrazo.