3/3/13
En otro siglo
Me llevé de la librería las memorias de Christopher Hitchens por tres razones: porque me irritaron algunos de sus artículos en estos últimos diez años (tanto como me despertaban las ganas de rebatirlos), porque era (es) una edición de bolsillo y por las diez últimas líneas del prólogo:
Jano es el nombre que dieron los romanos a la deidad tutelar que vigilaba las puertas y, por tanto, miraba hacia los dos lados. Las puertas de sus templos se mantenían abiertas en tiempos de guerra, el momento en que las ideas de la contradicción y del conflicto reinan con más naturalidad. Las guerras más intensas son las guerras civiles, del mismo modo que los conflictos más vívidos y desgarradores son internos, y lo que espero hacer a continuación es dar una idea de cómo es luchar en dos frentes al mismo tiempo, intentar mantener ideas opuestas vivas en la misma mente e incluso mostrar dos caras distintas al mismo tiempo.
Pasé algunas horas este fin de semana entre sus páginas (quinientas, voy por la mitad) y, desde luego, Hitchens cumple su palabra. Pero hoy sólo quiero traer aquí apenas un vislumbre de su evocación de San Francisco en 1970 durante su primer viaje por EEUU, después de atravesar el país en autobús. Tenía veintiún años. Y su memoria dibuja la ciudad con signos de amable hospitalidad, y aun de generosidad, como aquella proyección de 39 escalones en un cine de Telegraph Avenue...
...el proyector se rompió y el gerente salió e hizo la siguiente oferta: podíamos esperar mientras 'se enrollaba' un poco sobre la carrera como 'auteur' de Hitchcock. Si, después de eso, el proyeccionista no podía arreglar las cosas, nos devolverían el dinero. Y cualquiera que no quisiera escuchar el rollo podía reclamar su dinero de inmediato. ¿Era justo? ¿Justo? Yo estaba perplejo, aunque sólo fuera por intentar imaginar si eso podría ocurrir en un cine británico...
Hitchens, a quien lo amigos llamaban Hitch (como a Hitchcock), no cuenta -lástima- si alguien quiso librarse del rollo. Estoy casi seguro de que todos los espectadores se quedaron a escuchar al gerente. Han transcurrido poco más de cuarenta años de aquella proyección. Sin duda aconteció en otro siglo.
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